ISSN: 2665-0398
Volumen: I. Número: 01. Año: 2020
Pp.: 31-41
http://www.aulavirtual.web.ve
Tipo de Publicación: Ensayo
Hilde Adolfo Sánchez F
Doctor en Ciencias de la Educación (UBA)
Máster en educación (UC)
Profesor de inglés y castellano (UPEL)
Profesor Titular Jubilado (UPTAEB)
Barquisimeto - Lara
E-mail: hildeadolfo@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-4212-2973
Recibido: 27/02/2020
Aceptado: 02/03/2020
FILOSOFÍA, CIENCIA Y TEOLOGÍA
Resumen
Se pretende analizar las conexiones entre ciencia, filosofía y religión, y algunas contradicciones
dialécticas. Las condiciones problemática del mundo actual conducen cilmente al ser humano a la
desesperación ante la ausencia de respuestas ciertas y oportunas de quienes deberían saber darlas o de
quienes, se supone, tienen suficiente conocimiento para lograr las respectivas soluciones. Igualmente,
quienes se sienten o están muy comprometidos con uno de los reinos del conocimiento (ciencia, filosofía o
teología) les es muy difícil hasta mirar los otros “reinos” del conocimiento (García, s/f). Para ello se hace
un análisis desde cada óptica y se desarrollan los cruces argumentativos para intentar una especie de
triangulación y colocar cada posición en el lugar que le corresponde. La intención es dar una visión global
de las tres fuentes de conocimiento: la ciencia, con su conocimiento basado en sus leyes y sus respectivas
comprobaciones; la teología sagrada, con la revelación como fuente de conocimiento; y la filosofía con su
proceso argumentativo para satisfacer las dudas que inundan nuestra mente y guiar nuestra cotidianidad,
mediante los métodos que la han consolidado a lo largo de la historia de la humanidad. Evidentemente
estará presente la vetusta discusión sobre la existencia de Dios en el binomio ciencia-religión.
Palabras clave: Ciencia, Filosofía, Teología, Religión, Espiritualidad.
PHILOSOPHY, SCIENCE AND THEOLOGY
Abstract
It is intended to analyze the connections between science, philosophy and religion, and some dialectical
contradictions. The problematic conditions of today's world easily lead human beings to despair at the
absence of certain and timely responses from those who should know how to give them or who, it is
supposed, have sufficient knowledge to achieve the respective solutions. Likewise, those who feel or are
very committed to one of the realms of knowledge (science, philosophy or theology) are very difficult for
them until they look at the other "kingdoms" of knowledge (García, s/f). To do this, an analysis is carried
out from each perspective and the argumentative crosses are developed to try a kind of triangulation and
place each position in its rightful place. The intention is to give a global view of the three sources of
knowledge: science, with its knowledge based on its laws and their respective checks; sacred theology,
with revelation as a source of knowledge; and philosophy with its argumentative process to satisfy the
doubts that flood our minds and guide our daily lives, through the methods that have consolidated it
throughout the history of humanity. Evidently the old discussion about the existence of God in the
science-religion binomial will be present.
Keywords: Science, Philosophy, Theology, Religion, Spirituality.
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Presentación
Estas reflexiones, sin lugar a dudas,
pretenden ser un inocultable análisis filosófico.
Se espera expresar una visión racional de tres
enfoques del conocimiento y, evidentemente, el
recurso es la filosofía porque ella posee
herramientas para y para las demás disciplinas
creadas por el hombre. No se trata del trillado
discurso de la filosofía como madre de las
ciencias sino porque su método es un recurso para
que el intelecto pueda desarrollar, expresar y
comunicar exitosamente su adquisición
cognoscente. La teología, en una de sus ramas la
teología sagrada-, choca con la filosofía y con la
ciencia por la obligación de aceptar una verdad
porque sí, sin discusión.
Ciertamente es un reto delicado, pero no
por ello debe ser soslayado. De eso se trata
precisamente. Es una visión personal producto de
reflexiones de vida que no pretenden convencer a
nadie, pero podría ser una excusa para otras
reflexiones, análisis y abstracciones que pudiera
alguien generar al abordar estos temas que en
muchos casos son tabú por restricciones
canónicas o personales. De alguna manera, para
rechazar o aceptar, los tres reinos ciencia,
filosofía o teología- están presentes en la
cotidianidad humana, personal o social, y la
discusión sobre la existencia de Dios siempre está
presente.
Ciencia, filosofía y teología: tres reinos
Empecemos por analizar estas palabras de
Gramsci (1967):
Crear una gran cultura no representa
sólo hacer descubrimientos
individuales 'originales'; también, y
especialmente, significa difundir
críticamente la verdad descubierta,
'socializarla' por así decir, convertirla
en fundamento de acción vital, en
elemento de coordinación y de
condición intelectual y moral. El que
una masa de hombres sea inducida a
pensar sobre el presente real con
cohesión y dentro de una cierta
unidad, es un hecho 'filosófico' más
importante y 'original' que la
revelación de una nueva verdad por el
'genio' filosófico, revelación que
quede como patrimonio de pequeños
grupos de intelectuales.
Indudablemente, es una responsabilidad
de todo intelectual analizar los fenómenos
sociales desde diferentes perspectivas y la
religión, como la política, está imbricada, directa
o indirectamente, en la mayoría de las acciones
individuales o colectivas; es difícil ver un
fenómeno social en el que la religión, para bien o
para mal, no tenga su presencia.
La religión es un refugio seguro de
quienes padecen por crisis económicas, políticas,
epidemias o desastres naturales. También es, con
frecuencia, un recurso de proselitismo, muy
exitoso en la ignorancia; y es que creer,
aparentemente, es muy simple.
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Ya en pretendidos niveles más avanzados,
cultural o educacionalmente, es muy común
querer conciliar un patrón de análisis de la ciencia
con las creencias religiosas. Fusionar ciencia y
religión es un intento bastante viejo; sin embargo,
es necesario salir de una fuente de conocimiento
y ver el problema desde una óptica mayor, no
solo para resolverlo sino para percibir, con mejor
perspectiva, su dimensión, probablemente.
Para empezar, no necesariamente
coinciden las afirmaciones bíblicas con las de la
ciencia. Eso pasó con Galileo y muy reciente la
iglesia católica pidió perdón y aceptó un cambio
en la teoría geocéntrica planteada en la biblia y
aceptada de alguna manera por Ptolomeo por la
tesis heliocéntrica propuesta previamente por
Copérnico, pero sin vehemencia por temor a
consecuencias hereticales. Su trabajo se considera
una ruptura de las teorías asentadas de la física
aristotélica y su enfrentamiento con la Inquisición
romana de la Iglesia católica. Se presenta como
un ejemplo de conflicto entre religión y ciencia
en la sociedad occidental. Como hemos dicho, es
reciente la aceptación, por parte de la Iglesia
católica, de los postulados de Galileo al punto que
la propia santa sede publicara el injusto juicio que
se llevó en su contra y posterior condena.
Increíblemente, no hemos tomado conciencia del
paso del geocentrismo al heliocentrismo y ya
estamos en la relatividad, pues, según Einstein, es
imposible para un observador humano determinar
si un cuerpo material se encuentra en un estado de
reposo absoluto (es decir, inmóvil en el espacio) y
que solo se puede detectar físicamente el
movimiento de dos cuerpos materiales entre sí.
Einstein, 1951), en las postrimerías de su
vida, evocaba sus primeras reflexiones sobre esta
materia recordando…
una paradoja de la que me di
cuenta a los dieciséis años: si
persiguiera a un rayo de luz a la
velocidad de la luz en el vacío c,
debería percibirlo como un campo
electromagnético en reposo, aunque
oscilante en el espacio. Sin embargo
no parece que exista nada así; ni se ha
detectado experimentalmente ni viene
descrito por las ecuaciones de
Maxwell. Siempre me pareció
intuitivamente claro que, desde el
punto de vista de un observador como
ése, todo debería suceder con arreglo
a las mismas leyes que rigen para otro
que se encuentre en reposo relativo
con respecto a la Tierra; porque,
¿cómo podría el primer observador
determinar que se encuentra en un
rápido movimiento uniforme? Es
posible ver que en esta paradoja se
encuentra ya el germen de la
relatividad especial.
Y seguimos evolucionando, seguimos
buscando la verdad con la amenaza de
equivocarnos, pero con la entereza suficiente para
no desmayar. Es el reto de la ciencia.
Por otra parte debemos considerar que, sin
lugar a dudas, la Biblia, uno de los “grandes
clásicos” de la literatura universal que ha influido
en las corrientes literarias europeas a lo largo de
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su historia, es una hermosa obra, cuyo origen es
común o muy parecido al de los demás textos
sagrados aunque no hay consenso entre
historiadores y exegetas religiosos, a pesar de
iniciativas ecuménicas no excluyentes (Cft:
Armstrong, 2015). La ciencia sigue avanzando,
retrocediendo, consolidándose en un “a Dios
rogando y con el mazo dando” (Centro virtual
Cervantes, 1997-2020), mientras muchos en su
empeño proselitista confunden ciencia, filosofía y
teología por ignorancia “comprensible” o por
“respetable” conveniencia.
Hablar de Filosofía, Ciencia y Teología,
como lo expresa García, M. (s/f), es como hablar
de tres reinos (del saber) en los conocimientos
que un ser humano puede adquirir. La ciencia,
con los objetos perceptibles, experimentables y
comprobables (con dudas) del mundo físico. Con
la filosofía, nos elevamos a un nivel superior de
abstracción y nos interesamos por la naturaleza
del ser y de los diversos seres, así como de las
leyes más universales del ser en y, en
particular, de los seres físicos, vivos, psíquicos
individuales o sociales, además de los
espirituales. Se supone que la teología estudia a
Dios, desde el razonamiento natural (teología
filosófica, natural, teodicea) o desde la
interpretación de las obras sagradas (teología
sagrada). Ahora bien, estos tres reinos tienen
fronteras comunes y la filosofía está situada entre
la ciencia y la teología; posee su método y sus
objetos de estudio así como un dominio dentro de
su territorio. Debe ser interesante saber qué
sucede en esas fronteras.
El error está en una suposición
histórica falsa. Es la suposición de
que las descripciones que la Biblia
hace del universo son revelación de
Dios. Pues no, no es así; las
descripciones de la Biblia son las
habituales en el medio cultural de los
autores humanos, que juzgaban que
las cosas eran tales como se ven a
primera vista. (García, s/f)
Evidentemente que cada quien es dueño
de los soportes de sus convicciones; no es mi
interés ponerlos en dudas; no es mi competencia.
Es como exigirle explicaciones sobre las
decisiones afectivas a alguien; todo eso
permanece en al ámbito de la intimidad personal;
pero es muy grave cuando el que está satisfecho
de sus convicciones pretende imponérselas a los
demás; ese es el primer paso del odioso
proselitismo ya político, ya religioso. Para
cualquier religioso, fanático o no, le puede lucir
una apostasía, una aberración, el afirmar que la
biblia es una obvia producción cultural humana;
hermosa, pero humana. Tal vez como ejercicio
mental podríamos imaginarnos la biblia escrita
hoy. ¿Cuáles serían sus imágenes, sus alegorías,
sus argumentos?
Según Aleteia, la ciencia, en la medida en
que se preocupa solamente de realidades
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materiales, es incapaz de plantearse pregunta
alguna sobre un Dios inmaterial pues, Dios, tal y
como lo entienden las tres tradiciones teístas
cristianismo, judaísmo e islam -y filósofos como
Aristóteles, es inmaterial. Esta forma de entender
a Dios es la que típicamente está en juego en los
debates entre creyentes y no creyentes.
La ciencia, como se acepta universalmente
hoy, se preocupa estrictamente sólo de las
realidades materiales observables, tengamos o no
los instrumentos necesarios para percibir estas
realidades con nuestros sentidos.
Sin embargo, quien asume una religión
con sus creencias y principios, sencillamente
cree; no necesita que algún agente externo, en
este caso la ciencia, le demuestre que está en lo
correcto. Es cuestión de fe y aceptación. También
debemos considerar que existen diferencias
irreconciliables entre ciencia, filosofía y teología
aun cuando con frecuencia se complementan o
auxilian, como el encontrar algunas coincidencias
naturales y hasta sociales.
La fuente de la teología es la revelación y
con ella la fe; así que se cree o no se cree. Es un
problema individual que cada quien resuelve
cuando quiere y como apetece. La inquisición
desapareció hace mucho tiempo. Así como la
teología sagrada se alimenta de la revelación, la
ciencia se nutre de la investigación y la filosofía
de la reflexión (investigación filosófica).
Por ejemplo, si las reflexiones y el
método de la ciencia no nos demuestran la
existencia de Dios y estamos convencidos de
que Dios existe, aceptémoslo como una
cuestión de fe. La misma biblia nos dice:
“Cuidado: quizás haya alguien que se los lleve
como presa suya mediante la filosofía y el
vano engaño según la tradición de los
hombres, según las cosas elementales del
mundo y no según Cristo” (Colosenses 2:8).
Definitivamente, aunque haya coincidencias
entre postulados de la ciencia y algunas
aseveraciones en la biblia, la biblia no es
ciencia ni filosofía; es ponderación,
admiración, asombro y es centro de encuentro
entre una pléyade de creyentes.
Como expresa García, M. (s/f),
paradójicamente, un teólogo podría preguntarse:
¿No pudo Dios revelar con toda
precisión, con lenguaje científico,
cómo aconteció la creación? Sí, pudo,
y puede y podrá hacerlo, pero deberá
esperar a que existan personas
capaces de recibir tal mensaje con
precisión científica, y esas personas
apenas comienzan a existir ahora.
El teólogo debe considerar que
descubrir el universo es tarea que
Dios ha dejado a la humanidad y
ahora los científicos se están
encargando de eso con los poderosos
medios que tienen a su alcance, y que
los autores de la Biblia estaban muy
lejos de poseer. El teólogo puede
estar muy agradecido al científico que
le ha ayudado a saber cómo Dios creó
de hecho el universo, la fe ha sido
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enriquecida con los aportes de la
ciencia.
El que alguien sienta o crea que la biblia
es una producción teológica, que es la palabra de
Dios, no justifica discusión alguna; eso escapa a
la esfera del razonamiento y pisa el espacio de la
revelación, de la fe. Es la distancia entre la
teología natural y la sagrada, y más aún, entre las
teologías y la filosofía.
Como lo expresa Ocampo (2015):
La distinción entre la Teología
filosófica y la Teología sobrenatural
es, pues, que la Teología filosófica
tiene principios ciertos, racionalmente
alcanzables y que son los que le
proporciona la Metafísica, mientras
que la Teología Sobrenatural se apoya
en la fe tanto en su sentido objetivo,
es decir, en el conjunto de datos
revelados, como en la vivencia
subjetiva que resulta de creer esos
datos.
Para las iglesias, la Teología Filosófica o
natural y la Teología sobrenatural son verdaderas
ciencias, cada una a su modo.
Pero la Teología filosófica solo llega
a Dios como causa última o primera
de los existentes finitos. El filósofo
no conoce a Dios s que como
causa y de una manera indirecta que
no le permite penetrar en su
intimidad. Para que el hombre
conozca la intimidad de Dios, es
necesario que Dios se la revele.
(Ocampo, 2015).
Por eso la Teología sobrenatural parte de
la revelación y afirma que llega a un
conocimiento “más profundo” de Dios. Es su
respetable campo de estudio.
¿Puede un teólogo ser científico o un
científico ser teólogo? Por supuesto que sí; el
peligro está en el cruce de argumentos. Por
ejemplo, podemos predecir y confirmar la lluvia
por análisis climático o como una expresión de
premio o castigo del Creador que bendice la tierra
para que dispongamos de alimentos o como
castigo por nuestras transgresiones. La
fascinación religiosa es muy útil si nos hace
sentirnos bien; pero es un disparate utilizar
argumentos teológicos para aceptar una ley
científica o partir de premisas teológicas para
llegar a una conclusión científica.
Nuestros pensamientos, nuestras
decisiones y nuestras acciones pueden ser
producto de nuestros sentidos, de nuestro
razonamiento o de nuestra fe. Por apariencia o
con honestidad, alguien pudiera explicar sus
acciones y sus proyecciones, en alguno o en todos
estos soportes según su fortaleza o fragilidad.
Cada quien es libre de utilizar argumentos
sensoriales, científicos o filosóficos para
confirmar su fe; pero de igual manera es
inaceptable e irrespetuoso pretender imponer
propias emociones (como odio, amor, temor,
vergüenza, placer, etc.) así como convicciones o
doctrinas a los demás. Apelo a la inteligencia
humana para que hagamos un esfuerzo para
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ubicar nuestros discursos, nuestros pensamientos
y su efecto en nuestras necesariamente
inteligentes interacciones sociales.
Que no sea el Dios de cada quien una
excusa para ofender, para humillar, para
amenazar y menos para agredir a los que no
comparten nuestras creencias, nuestro
conocimiento, nuestro pensamiento. Hagamos un
esfuerzo para que la religión se diferencie de la
política, si no podemos “santificarla”, y, aunque
sea por apariencia, alejémosla de fines
pecuniarios u ofensivos como condición de
adhesión a ella.
Sean nuestros sentidos, la ciencia, la
filosofía o la religión el alimento de nuestro
pensamiento y de nuestra sabiduría;
responsablemente conozcamos esa fuente y
convirtámosla en la guía de nuestra cotidianidad
con orgullo, humildad, carácter y tolerancia.
Descubramos el sentido de nuestra personal
planificación de vida y de nuestra responsabilidad
en nuestra interacción social.
Sobre la existencia de Dios
Oslé (2009) se pregunta si existe Dios.
Plantea que la cuestión de la existencia de Dios es
algo que todo ser humano ha pensado alguna vez
en su vida. Muchas cosas, por no decir todo,
dependen de su existencia. Unos la afirman con
un incondicional; son los teístas. Otros, los
ateos, la niegan con un no rotundo, y otros, los
agnósticos, la evitan, con un “no sé” o un “no
contesto”.
A Dios, más que racionalizarlo y
argumentarlo, hay que experimentarlo: o se tiene
una experiencia concreta de Dios, o resulta difícil
afirmar su existencia. Constantemente nos
basamos en argumentos racionales sobre la
existencia de Dios pero según este autor, Dios no
puede ser reducido a un argumento. Menos
todavía a una hipótesis científica, como pretenden
algunos científicos. Eso supone desendiosar a
Dios.
Él termina planteando el argumento de
necesidad pues todas las cosas necesarias existen;
Dios es necesario; luego Dios existe.
No es que todo lo que existe sea
necesario, que no lo es, sino que todo
lo necesario, para serlo, debe existir
ya que, si las cosas no fueran
necesarias, podrían dejar de existir.
Por tanto, lo necesario valga la
redundancia es aquello que existe por
necesidad. Dicho de otro modo:
condición necesaria, pero no
suficiente, para que una cosa sea
necesaria es su propia existencia.
La segunda parte de su argumento: Si
Dios no fuese necesario, no sería Dios. Dios es el
único ser necesario. Por eso, es increado. Todo lo
creado, en el fondo, es contingente. Y si esto es
así, su conclusión es obvia: Dios existe.
Siento que estos argumentos son
filosóficos, no teológicos. Cometen el mismo
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error. Es como medir el agua con una medida de
peso o de longitud.
La existencia de Dios, ya es prácticamente
un conocimiento universal el manejo de los
argumentos clásicos para demostrar su existencia.
Tan común es el manejo de argumentos como
aceptar el ateísmo, igual que el teísmo. Según
Sánchez, (2017), existen argumentos lógico
(descartables con facilidad) y otros no tan
lógicos. Las pruebas ontológicas, como la de San
Anselmo, fueron rebatidos por intelectuales como
Santo Tomás, Locke y Kant. El argumento
cosmológico, Dios como el gran diseñador, es el
más aceptado; sin embargo, según Charles
Darwin, es posible diseñar organismos complejos
sin necesidad de un diseñador; es posible obtener
complejidad a partir de la simplicidad sin
necesidad de un ingeniero, la selección natural
lleva eones haciéndolo con los seres vivos.
Recordemos que el tiempo geológico se divide en
eones (del griego aion = edad), eras, y unidades
menores. La historia de la Tierra se divide por
convención en tres eones: Arcaico, abarca desde
el origen del planeta hasta hace unos 2.500
millones de años; Proterozoico, duró hasta hace
unos 2.000 millones de años; y Fanerozoico,
comenzó hace unos 540 millones de años
(Collins, 1994). Este argumento se ha ido
refinando con posibilidades de fuerza nuclear
fuerte o fuerzas electromagnéticas pero a larga
termina con un diseñador cósmico; todo dentro de
una mera especulación.
Desde la ciencia, qué mejor que Einstein,
el prototipo de científico del siglo XX, a pesar de
su “constante cosmológica”, para decirnos:
La mente humana, no importa cuán
altamente capacitada esté, no puede
comprender el universo. Estamos en
la posición de un niño pequeño,
entrando en una enorme biblioteca
cuyas paredes están cubiertas hasta el
techo de libros en muchos idiomas
diferentes. El niño sabe que alguien
debió haber escrito esos libros. No
sabe quién ni cómo. No entiende los
idiomas en los que están escritos. El
niño observa un plan definido en la
organización de los libros, un orden
misterioso que no entiende, pero
apenas sospecha sutilmente. Esa, me
parece, es la actitud de la mente
humana, incluso de la más grande y la
más culta, hacia Dios. Vemos un
universo maravillosamente
organizado, obedeciendo ciertas
leyes, pero solo entendemos las leyes
vagamente. Nuestras mentes limitadas
no pueden escrutar la fuerza
misteriosa que balancea las
constelaciones. (Viereck, 1930)
Religión y espiritualidad
En uno de es uno de mis análisis
(Sánchez, 2018) afirmo, entre muchas otras cosas,
que las religiones debieran ser fuentes y
expresiones de espiritualidades, pero no siempre
es así, y se nos presentan como catálogos de
reglas, ritos, creencias y prohibiciones, en
contraste con una espiritualidad libre y creativa.
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En la religión predomina la voz exterior, la de la
autoridad religiosa, como la de los textos
sagrados; en la espiritualidad predomina la voz
interior, el “toquedivino. Resulta, entonces, que
la religión es espiritual y la espiritualidad también
puede ser considerada religiosa. Una tiende a ser
más personal y privada, mientras que la otra
tiende a incorporar rituales públicos y doctrinas
organizadas.
Por cierto, en las “Pléyades” (s/f) (una
visión extra-religiosa), se lee que la religión es
una institución establecida por el hombre para
ejercer el control, inculcar la moral, golpear los
egos, o “lo que sea que hace”.
Todas las religiones organizadas,
estructuradas no hacen sino eliminar a
Dios de la ecuación. Usted confiesa
sus pecados a un miembro del clero,
asiste a iglesias elaboradas a rendir
culto, le dicen qué rezar y cuándo
hacerlo. Todos estos factores lo alejan
de dios.
La espiritualidad es nacida en una
persona y se desarrolla en la persona.
Pudiera ser detonada por una religión,
o pudiera detonarse por medio de una
revelación. La espiritualidad se
extiende a todas las facetas de la vida
de una persona. La espiritualidad es
elegida, mientras que la religión es a
menudo forzada. Ser espiritual para
es más importante y mejor que ser
religioso. (Ídem)
La verdadera espiritualidad es algo
que se encuentra profundamente
dentro de uno mismo. Es la manera de
amar, aceptar y relacionarse con el
mundo y la gente que nos rodea. No
se puede encontrar en una iglesia o
creyendo de una cierta manera.
(Ídem)
Por todo esto respeto las religiones pero
también respeto y admiro la espiritualidad que
yace fuera… y a pesar de las religiones. Por
intuición o por revelación, pero siempre por
convicción propia y responsable la espiritualidad
es una necesidad social e individual; la religión es
una posibilidad más, no siempre definitiva.
Como dice Betto (2011), espiritualidad y
religión se complementan, no se confunden; la
espiritualidad existe desde que el ser humano
irrumpió en la naturaleza, hace más de 200 mil
años pero las religiones son recientes, no
traspasan los 8 mil años de existencia. Igualmente
la religión es la institucionalización de la
espiritualidad, así como la familia lo es del amor.
“Hay relaciones amorosas sin constituir familia;
del mismo modo, hay quien cultiva su
espiritualidad sin identificarse con ninguna
religión. Hay incluso espiritualidad
institucionalizada sin ser religión, como el caso
del budismo, que es una filosofía de la vida”.
Epílogo
Es posible analizar simultáneamente la
ciencia, la filosofía y la teología, siempre que
tengamos presente que cada una es dueña de su
reino, En algunos momentos necesitamos la
seguridad, la confianza que nos puede brindar la
ciencia para nuestras acciones personales,
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profesionales; la filosofía nos dará herramientas
para aceptar o rechazar las respuestas de la
ciencia y de la teodicea. La teología sobrenatural,
según nuestras convicciones religiosas, nos dirá
qué debemos creer, sin discusión, sin dudas, con
la seguridad de una acción o pensamiento guiados
por la fe, según el cristianismo, virtud teologal
que consiste en el asentimiento a la revelación de
Dios, propuesta por la Iglesia (DRAE), por
ejemplo.
La decisión es personal, íntima, con las
consecuencias que implica dicha responsabilidad.
Es nuestra obligación asumirla y convertirla en
forma de vida, si es nuestra decisión; el libre
albedrío, esa potestad de obrar por reflexión y
elección, es una fortaleza humana aún.
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