error. Es como medir el agua con una medida de
peso o de longitud.
La existencia de Dios, ya es prácticamente
un conocimiento universal el manejo de los
argumentos clásicos para demostrar su existencia.
Tan común es el manejo de argumentos como
aceptar el ateísmo, igual que el teísmo. Según
Sánchez, (2017), existen argumentos lógico
(descartables con facilidad) y otros no tan
lógicos. Las pruebas ontológicas, como la de San
Anselmo, fueron rebatidos por intelectuales como
Santo Tomás, Locke y Kant. El argumento
cosmológico, Dios como el gran diseñador, es el
más aceptado; sin embargo, según Charles
Darwin, es posible diseñar organismos complejos
sin necesidad de un diseñador; es posible obtener
complejidad a partir de la simplicidad sin
necesidad de un ingeniero, la selección natural
lleva eones haciéndolo con los seres vivos.
Recordemos que el tiempo geológico se divide en
eones (del griego aion = edad), eras, y unidades
menores. La historia de la Tierra se divide por
convención en tres eones: Arcaico, abarca desde
el origen del planeta hasta hace unos 2.500
millones de años; Proterozoico, duró hasta hace
unos 2.000 millones de años; y Fanerozoico,
comenzó hace unos 540 millones de años
(Collins, 1994). Este argumento se ha ido
refinando con posibilidades de fuerza nuclear
fuerte o fuerzas electromagnéticas pero a larga
termina con un diseñador cósmico; todo dentro de
una mera especulación.
Desde la ciencia, qué mejor que Einstein,
el prototipo de científico del siglo XX, a pesar de
su “constante cosmológica”, para decirnos:
La mente humana, no importa cuán
altamente capacitada esté, no puede
comprender el universo. Estamos en
la posición de un niño pequeño,
entrando en una enorme biblioteca
cuyas paredes están cubiertas hasta el
techo de libros en muchos idiomas
diferentes. El niño sabe que alguien
debió haber escrito esos libros. No
sabe quién ni cómo. No entiende los
idiomas en los que están escritos. El
niño observa un plan definido en la
organización de los libros, un orden
misterioso que no entiende, pero
apenas sospecha sutilmente. Esa, me
parece, es la actitud de la mente
humana, incluso de la más grande y la
más culta, hacia Dios. Vemos un
universo maravillosamente
organizado, obedeciendo ciertas
leyes, pero solo entendemos las leyes
vagamente. Nuestras mentes limitadas
no pueden escrutar la fuerza
misteriosa que balancea las
constelaciones. (Viereck, 1930)
Religión y espiritualidad
En uno de es uno de mis análisis
(Sánchez, 2018) afirmo, entre muchas otras cosas,
que las religiones debieran ser fuentes y
expresiones de espiritualidades, pero no siempre
es así, y se nos presentan como catálogos de
reglas, ritos, creencias y prohibiciones, en
contraste con una espiritualidad libre y creativa.