Tipo de Publicación: Historia menuda

Recibido: 29/10/2020

Aceptado: 10/12/2020

Autor: Jesús María Sánchez

Investigador histórico

Profesor, Locutor

Academia de la Historia del estado Miranda

 Miranda – Venezuela

Co-Autor: Heyka Olivares

Lcda. en Psicología (UCAB)

Lcda. En Educación (UCV)

Postgrado Relaciones Industriales (UCAB)

Miranda – Venezuela

*      https://orcid.org/0000-0003-3384-0113

Email: olivaresheyka@gmail.com

 

HISTORIA MENUDA. DIFERENTES TOPICOS DEL CONOCIMIENTO

EN EL ENTORNO VENEZOLANO

Resumen

Las historias son interminables pero en esta producción se presentarán una serie de guiones de radio, producto del discurrir de mas de cincuenta (50) años de trayectoria como locutor de Jesús María, a través de emisoras radiales, investigaciones y musicalización de diversas temáticas de la cultura general, historia, floklore y personajes populares, entre otros; es un anecdotario que nos ha traído hasta aquí con la finalidad de contribuir con el ideario histórico de las poblaciones de Guarenas, Guatire y Araira; lugar de nacimiento del autor, del estado Miranda, de Venezuela y el mundo entero. De allí surge el requerimiento de divulgar vivencias de la historia con un lenguaje sencillo para despertar al lector la emoción de descubrir las tradiciones de las sociedad venezolana.

Palabras Clave: Historia menuda, anecdotario, vivencias, tradiciones.

LIttle STORY. DIFFERENT TOPICS OF KNOWLEDGE

IN THE VENEZUELAN ENVIRONMENT

Abstract

The stories are endless but in this production a series of radio scripts will be presented, as a result of the passage of more than fifty (50) years of experience as a presenter for Jesús María, through radio stations, investigations and musicalization of various themes of the general culture, history, folklore and popular characters, among others; It is an anecdote that has brought us here in order to contribute to the historical ideology of the populations of Guarenas, Guatire and Araira; birthplace of the author, the Miranda state, Venezuela and the whole world. From there arises the requirement to disclose experiences of history with a simple language to call up the reader the emotion of discovering the traditions of Venezuelan society.

Keywords: Little story, anecdote, experiences, traditions.

 

 


Introducción

La iniciativa de escribir la serie “Historia Menuda”, surge del intercambio de palabras que disfruté en una oportunidad con el intelectual Manuel Alfredo Rodríguez, en la Biblioteca Nacional de Venezuela, Distrito Capital, Municipio Libertador; lugar donde trabajé por largos años.

Así pues, Rodriguez me comunicaba la necesidad de divulgar la historia desde su génesis de manera sencilla y natural, con la intensión de que fuera asimilada gratamente por el lector.

No obstante, me aferré a esta idea y por espacio de cincuenta (50) años he estado dedicado a  divulgar por medios escritos y radiales, todo lo relacionado con la investigación histórica, cultural, floklórica, deportiva, anecdótica, científica, educativa, valores humanos, entre otros tópicos del conocimiento; con la finalidad de hacer vibrar la fibra sensible de la familia venezolana y sus residentes, asi como al lector interesado, todo ello en un lenguaje ameno y entendible, sin desligarnos de lo mágico y ese cargamento de tradiciones que le dan un sello especial a nuestra sociedad.

Historia Menuda I

Gobernante amigo del vicio y del juego

El Capitán General José  Francisco Cañas y Merino, representante del Rey en estos espacios, se encargó del gobierno de Venezuela el 6 de julio de 1711, comenzando desde ese mismo momento a patrocinar el contrabando, a organizar el comercio clandestino con Curazao y a montar tiendas en Caracas donde se vendía la mercancía contrabandeada. Este inescrupuloso gobernante colonial fue gran amante del vicio, del dinero y de todo lo que oliera a negocio sucio.  Cañas y Merino odiaba a los árboles y juró que derribaría a los que adornaban el valle de Caracas, en particular  los cujíes, de los que no dejó ni uno a lo largo y ancho de la geografía caraqueña. Esa acción, el acabar con los cujíes, la emprendió dicho gobernante, porque según él, el olor que de ellos brotaba era insoportable y por lo tanto no de su agrado. Cañas y Merino estableció en Caracas las carreras de patos y gatos, escogiendo para su escenificación, terrenos situados en la Misericordia, hoy Parque Carabobo de Caracas.

También a él se debe otro juego, el descabezamiento de pollos, el cual consistía en enterrar esas aves de corral en  algunas plazas, dejándoles la cabeza al aire. Los participantes iban armados de machetes bien amolados, montados sobre veloces caballos y con las afiladas herramientas debían quitarles las cabezas a los pollos. Los que lograban tener éxito en la competencia, obtenían como premio, los pollos descabezados.  A este elemento, padre de la hediondez administrativa, léase corrupción a su más alto nivel, fue enjuiciado y destituido de su cargo, hecho prisionero, juzgado y condenado a muerte y despojado de todos sus bienes. El hombre se había empantanado de tal forma que a la corona no le quedó otra salida que enviarlo al otro mundo. La pena le fue suspendida y sus últimos días los pasó en Madrid.

El Ánima de Taguapire

Revisando notas escritas por el  amigo  guariqueño Jesús Loreto Loreto, a quien conocí y atendí en la vieja sede de la Biblioteca Nacional, situada de Bolsa a San Francisco de Caracas,  nos encontramos con asuntos relacionados  con el Ánima de Taguapire, señalándonos entre otros episodios, que la misma pertenecía  a Pancha Duarte, mujer a quien desde el hato de Barrialito, propiedad de Don Simón Ron, trasladaban en hamaca muy enferma para Santa María de Ipire. El cuerpo de la enferma iba cubierto con una cobija con el lado colorado hacia arriba, mas los cargadores se dieron cuenta, narra nuestro informante, que la enferma había muerto, se detuvieron para voltear la cobija y cubrir el cuerpo con el color negro, lo que indicaba que la persona que estaba debajo le había entregado su alma al Creador.

Después de haber ejecutado lo antes narrado, el cambio de color de la cobija, los cargadores, al tratar de levantar el cadáver de Pancha Duarte, para llevarlo al cementerio de Santa María de Ipire, no pudieron hacerlo dado que la muerta se puso pesada, optando los curtidos labriegos del hato Barrialito, por enterrar a Doña Pancha Duarte al pie de un árbol de Taguapire. Desde ese entonces el ánima de Pancha Duarte, se le conoce como de Taguapire, compañera inseparable de los viajeros y caminantes. Los viajeros que salen de Valle de la Pascua, buscando el oriente del país, pueden contemplar el santuario elevado en honor a Pancha Duarte, mejor conocida  como el ánima de Taguapire, protectora de los caminantes y viajeros.

Leyendas Terroríficas

En la histórica ciudad de Caracas, fundada por Diego de Losada, teatro del 19 de abril de 1810, del 5 de Julio de 1811 y cuna de virtuosos hombres y mujeres, se hicieron famosas antes de llegar el alumbrado eléctrico, una serie de leyendas todas producto de la penumbra reinante, entre ellas el fantasma del Tirano Aguirre, La mula maniada, La sayona, El hermano penitente, La dientona, El carretón de la Trinidad, El enano de la Torre de la Catedral, El rosario de las ánimas, entre muchas otras recogidas por destacados cronistas . Se cuenta, al leer sabrosas crónicas sobre la evolución de la ciudad en lo que a tradiciones se refiere que, a más de un enamorado, cuando trataba de acercarse a la residencia de la amada a medianoche, se lo llevó  por delante la traviesa mula, la cual iba echando candela por la trompa, las patas y por la parte trasera. Era algo del terror. Se decía, en aquella Caracas donde el alumbrado, dentro y fuera de los hogares, consistía en faroles, velas, cáscaras de naranjas  con aceite y una pequeña mecha y candiles, que el infernal animal representaba a una maligna mujer que había muerto hacía algunos años y como castigo por su desmedida curiosidad, donde el chisme era su estandarte, la habían convertido en la infernal bestia.

Al conocerse en el seno de las familias que La mula maniada había salido brincando por las oscuras calles caraqueñas, se formaban tremendos berrinches, que no eran más sino soberanos alborotos, donde no faltaban desmayos,  plegarias, oraciones, escapularios, al lado de otras solicitudes para espantar a tan maligno ejemplar. Por cierto, cuando escribimos berrinche, que en Venezuela significa alboroto, desorden, como lo señala Marco Antonio Martínez, no es raro oír en el interior del país, expresiones, entre muchas otras, como: “Si siguen con ese berrinche los voy a sacar a punta de agua”. El autor arriba citado recuerda que en algunos lugares del estado Táchira, berrinche se la aplica a personas o cosas que huelen mal. En Zaraza, estado Guárico, berrinche está atado a olor fuerte y muy  desagradable, mientras que en otra zona llanera, en Apure, lo tienen como afición a la politiquería y alboroto.

Adoración Perpetua

El término Adoración Perpetua  se popularizó durante las administraciones del general Antonio Guzmán Blanco, conocido como El ilustre americano. Allí militaban los aduladores más encopetados que se movían en los círculos guzmancistas entre los años 1870 a 1888 del siglo XIX.  Los de la Adoración Perpetua conocían las debilidades, sabían que al hombre le gustaban las aclamaciones, los homenajes, los títulos, la pomposidad, la elevación de estatuas y el bautizo de obras con su nombre. Recordemos las estatuas que se le erigieron en vida frente a la sede de la Universidad, bautizada por el pueblo como El saludante y otra en el paseo El Calvario, identificada como Manganzón y al estar concluida la edificación del conocido Teatro Municipal de nuestros días, todos los hombres que se cubrían bajo el techo de la Adoración Perpetua, señalaron que esa construcción debía llevar el nombre de Guzmán Blanco, inmediatamente, con el voto unánime de los legisladores del momento, fue aprobada la solicitud. A otros caudillos, Joaquín Crespo, hijo del brujo Leandro Crespo y a Cipriano Castro, jefe de la Revolución Liberal Restauradora,  conocido como El hombre de la levita gris y El cabito, también se sintieron a gusto con las aclamaciones. Por cierto, en los días de Cipriano Castro, amigo de los bailes y del buen licor, a los encargados de organizar banquetes, bailes y recepciones, tanto en la Casa Amarilla, como en residencia privadas, los llamaban ministros de alcoba.

Historia Menuda II

Salones de Billar y Cervecería

Durante las administraciones de Antonio Guzmán Blanco, de acuerdo a lo señalado por el genial humorista Aquiles Nazoa en su obra “Caracas física y espiritual”, van a surgir, en el centro de la ciudad nuevos salones de billar, nuevas cervecerías y lugares para tomar helados en los intermedios de las retretas en la plaza Bolívar, donde existía un buen servicio de sillas en alquiler, utilizadas por los amantes de las tertulias. Importante señalar que ese homenaje a Simón Bolívar, la construcción de la plaza y la elevación de la estatua ecuestre, fue obra de Guzmán Blanco. Los que deseen conocer cómo un terreno, donde funcionaba un mercado, se transformó en la principal plaza de Caracas, le recomendamos la obra escrita por Carlos Eduardo Misle, mejor conocido como Caremis. Al leer la obra citada de Aquiles Nazoa, nos encontramos que durante los días guzmancistas, la colina de El Calvario, es convertida en un cómodo y elegante paseo, se pone en funcionamiento el ferrocarril Caracas - La Guaira, los tranvías comienzan a circular por el centro y las afueras de la ciudad, la urbe es iluminada con  alumbrado a gas, sustituyendo el de aceite de coco. En aquellos años, cuando Guzmán Blanco se sentía más cómodo en París que en Caracas,  se dice que los caraqueños aprendieron a disfrutar del carnaval, eliminando el agua y los huevos podridos, sustituyéndolos por perfumes y flores.

Las nutridas informaciones recogidas por Aquiles Nazoa y plasmadas en “Caracas física y espiritual”, nos informan de la aparición de tiendas con influencia francesa y de la circulación de  coches halados por caballos, con elegantes pasajeros, que se dirigían a disfrutar  de los paseos hacia Puente de Hierro, El Calvario. La Casa Amarilla es convertida y transformada en despacho presidencial, Antímano se convierte en centro de visita, dado que Antonio Guzmán Blanco construye allí una amplia y cómoda residencia, hasta donde se daban cita, coches y mediante una línea del ferrocarril, la crema y nata de Caracas. 

              Historia Menuda III

Los  músicos salieron corriendo y el caudillo se asiló

En amenas páginas redactadas por documentados cronistas encontramos que,  para el año de 1868 el general Antonio Guzmán Blanco se había residenciado en una amplia casona entre las esquinas de Conde a Carmelitas, la cual sería ricamente adornada en ocasión de celebrar  un gran “sarao”, con motivo del regreso del caudillo a Caracas, después de haber pasado una temporada en Europa, momento que aprovecharía  para reunir a los militantes del partido liberal descontentos con el gobierno. Al  conocerse lo  que planificaba Guzmán Blanco, el lugar fue tomado por sus enemigos políticos, dado que consideraban la escenificación de esa fiesta como una provocación. Los adversarios comenzaron a lanzar panfletos, mientras planificaban cómo acabar con la celebración. Al llegar la hora de hacer su entrada los invitados una multitud se colocó a las puertas de la casa impidiendo la entrada de los mismos, los cuales se vieron obligados a pedir refugio en los hogares vecinos, entre ellos,  el presidente encargado Guillermo Tell Villegas.  Los músicos contratados agarraron sus respectivos instrumentos, salieron corriendo y se fueron con su musiquita para otra parte, tal cual dice la sentencia.  Por espacio de varias horas las piedras, entre ellas las conocidas guarataras, convertidas en proyectiles, caían sobre el techo de la lujosa morada. El  organizador del festejo, que no era otro sino Antonio Guzmán Blanco, se marchó rápidamente del lugar, refugiándose en la Legación norteamericana y salió exiliado vía Curazao. Regresaría en 1870 para tomar el poder.

El ególatra Antonio Guzmán Blanco estuvo al frente de la conducción del país en tres oportunidades. La que se conoce como Septenio (1870-1877); el Quinquenio (1879-1884) y la Aclamación (1886-1887). Su egolatría, como señala el historiador Ramón José Velásquez, lo llevó a levantar sus propias estatuas y a juntar su figura junto a la del Libertador. Las estatuas en cuestión se elevaron en Caracas, Valencia, Ciudad Bolívar y Valle de la Pascua. El escritor Vargas Vila, quien conoció a la Caracas guzmancista, sentenció que Antonio Guzmán Blanco había prostituido a los intelectuales y premiado la adulancia. Este espigado caudillo federalista, el más grande corrupto de nuestros gobernantes, así señalan sus biógrafos, alardeaba de su riqueza personal, calificada como una de las mayores en tierras hispanoamericanas. Uno de los pocos intelectuales que no se dobló ante el poder de Antonio Guzmán Blanco, fue el mirandino Cecilio Acosta, considerado como la mente mejor formada del siglo XIX. 

Recetas de yerbateros y brujos

Los yerbateros y brujos, existentes en los más apartados rincones de Venezuela,  se tenían, cuando Venezuela permanecía apartada de los logros de las ciencias, la educación, la cultura, obra de los caudillos de montoneras que llegaron a gobernarla, como consejeros y conocedores de los secretos de plantas, pócimas, menjurjes, oraciones, aceites, utilizados por ellos, con sus ensalmos respectivos, como claves para combatir las enfermedades que minaban los habitantes del país. En lo que se conoce como la historia menuda venezolana, los yerbateros han estado ligados a los  hombres fuertes que, como aves de rapiñas metieron sus garras en el cuerpo del país. Muy conocidos fueron Telmo Romero,  brujo que llegó a ser consejero del presidente  Joaquín Crespo y de su mujer Misia Jacinta Parejo de Crespo; Leandro Crespo, padre del gobernante antes nombrado y creador de la famosa Tacamajaca de Ño Leandro, empleada para hacerle frente a muchas dolencias;  Jesús María Negrín,  en quien el dictador Juan Vicente Gómez creía más que en los médicos que estaban cerca de él.

En ese orden de ideas, se comenta que una de las pipas del presidente Rómulo Betancourt, identificadas por el pueblo como cachimbos, se la había ensalmado un conocido brujo de Barlovento, asunto que el líder fundador de Acción Democrática, no llegó a negar, cuestión que al parecer le agradaba y por lo tanto dejó correr ese rumor. Había dejado en mi macuto de los asuntos de brujos y yerbateros, encontrados en páginas relacionadas con las montoneras que asolaron la geografía nacional, que entre los seguidores de Ezequiel Zamora, se encontraba un personaje, enemigo de los que supieran leer y escribir y, amigo de los zamuros, donde veía personificado los ángeles.

De inmediato les dejo algunas recetas recomendadas por veteranos brujos, yerbateros y “curiosos”, con las cuales, según ellos se curaban los padecimientos de sus creyentes. Para la debilidad de la vista, lo recomendable era comer romero, ruda y albahaca con pan y sal. Para la llamada tos convulsiva, el  tratamiento consistía en tomar sopa o caldo de lechuza. Si alguien tenía los ojos afectados, lo recomendable era llevar en el cuello una bolsita con patas de sapo. Si le dolía la garganta, el debía buscar otra bolsita y meter en ella una araña viva y llevarla colgando en el cuello. Para tratar con eficacia un orzuelo, el mejor remedio era frotarlo con la cola de un gato y si la dolencia era en el oído se debía tratar con la sangre extraída del rabo del mismo morrongo. Para aliviar  otros padecimientos, como los del corazón, no había como comer gallina negra bien aliñada y para la erisipela se tenía como el mejor remedio, preparar una bebida  base de huevos de  hormigas con jugo de cebolla.

Telmo Romero, brujo, yerbatero, loquero, quien se movió con soltura, como ya hemos señalado en las alturas del poder durante la administración de Joaquín Crespo, desempeñándose como director del Hospital de Lazaros de Caracas y del manicomio de Los Teques. Escribió “El Bien General”, donde recomienda una serie de preparados  eficaces, según él, para derrotar los males del cuerpo y del espíritu. Este extraño personaje, estudiado por Ramón J. Velásquez, Manuel Caballero, Ildefonso Leal y el suscrito, llegó a señalar que poseía la fórmula para curar la lepra y la locura. Telmo Romero estuvo a punto de ser nombrado Rector de la Universidad. Llegó a montar una botica, donde comercializaba lo que él recomendaba.

Gerónimo Pompa,  escritor, traductor, dramaturgo, botánico, padre del poeta guatireño Elías Calixto Pompa, es el autor de la obra  “Colección de medicamentos indígenas”, tratado donde se publican las propiedades curativas de cada una de las plantas que allí se nombran.  Este trabajo se tiene, según, estudiosos de la bibliografía nacional, como uno de los compendio del cual  se han realizado más ediciones en Venezuela. Además, Gerónimo Pompa escribió “Las comedias sentimentales”, “El amor casado y extravíos de los esposos en el matrimonio”, “El libertino arrepentido”. Es también el autor de “Las flores parleras, poesías líricas y de otros metros para el uso de la juventud venezolana”, Proyecto para el estableciendo un instituto industrial en la República, Hermano y hermana (opereta en un acto traducida del francés y La historia fisiológica de la generación humana o arte de procrear el sexo que se quiera, obra escrita en francés y traducida al español por el escritor ya señalado).

Asesinó al Reverendo Régulo Fránquiz

El padre Régulo Fránquiz, hijo de Guarenas y destacada figura del clero venezolano, fue enviado a la negra cárcel de La Rotunda, la cual estuvo situada en los terrenos donde se alza hoy día la plaza La Concordia en el centro de Caracas, según diseño del genial arquitecto Carlos Raúl Villanueva, por el solo delito de oponerse a la sanguinaria dictadura de Juan Vicente Gómez, quien había llegado a Caracas el año de 1899 al lado de su compadre Cipriano Castro, como segundo jefe de la llamada Revolución Liberal Restauradora. El reverendo Régulo Fránquiz  fue sometido, desde su llegada a ese tétrico centro carcelario, a bárbaras torturas, las que le provocaron la muerte. El encargado de ordenar la aplicación de los tormentos era el cabo de preso Nereo Pacheco, quien por cierto también había nacido en Guarenas, donde se desempeñaba como barbero y dio muerte a su concubina, enviado a La Rotunda, lo nombraron cabo de presos, función que desempeñó entre 1913 a  1920, con la misión de aplicarles torturas, tanto físicas como mentales a los presos políticos  y colocarles en las comidas arsénico y vidrio molido. Se dice que el tal Nereo Pacheco era buen tocador de arpa tuyera, la cual tomaba entre sus manos para interpretar algunas pieza,  siendo el golpe “La pava” su preferido, mientras los presos eran torturados inclementemente.

En la extraordinaria obra “Un venezolano de la decadencia”, escrita en la cárcel por su autor José Rafael Pocaterra, aparece la descripción del siniestro personaje.  Nereo Pacheco para acabar con la existencia del Padre Régulo Fránquiz, le colocaba en la comida vidrio molido y arsénico.  Al morir Juan Vicente Gómez, un grupo de venezolanos que habían estado en La Rotunda, entre ellos Víctor Juliac, Salvador de La Plaza, Néstor Luis Pérez, Luis Rafael Pimentel, lo acusan de los  asesinatos del reverendo Régulo Fránquiz, de Eliseo López, de Calimán y del Dr. Jiménez. Encontrado  culpable de esos y otros crímenes, fue condenado a 20 años de prisión el 8 de diciembre de 1936 y enviado a la cárcel de El Obispo, lugar donde fallece cuando se encontraba pagando su larga condena.

Por cierto, los participantes del alzamiento en Guatire  el 5 de mayo de 1929, contra el régimen de Juan Vicente Gómez, donde muere el Jefe Civil Luis R. Ostos, al ser remitidos a La Rotunda, los lanzaron a unos calabozos conocidos con los nombres de El Silencio y El Olvido, de donde salieron, casi muertos, Gustavo Blanco Sosa, Rosalio Aponte, Raimundo Toro, Juan Francisco Pacheco, Ramón Dorta, Félix Mijares, Francisco Salazar, Néstor Silva, Eugenio Muñoz, Natividad Rojas, entre otros.

Dentro de esas mismas paredes estuvo por espacio de 14 años Román Delgado Chalbaud, padre de Carlos Delgado Chalbaud, quien encabezó el golpe de estado que derrocó al presidente Rómulo Gallegos, pasando a presidir una Junta de Gobierno, al lado de Luis Felipe Llovera Páez y Marcos Pérez Jiménez.  Cosas del destino, padre e hijo murieron violentamente, el general Román Delgado, de un certero balazo en una calle de Cumaná, cuando en 1929 invadió a Venezuela, empleando el histórico buque conoció como Falke, mientras que su hijo, el coronel Carlos Delgado Chalbaud, siendo presidente del país, es secuestrado y asesinado el 13 de noviembre de 1950, por un grupo de individuos comandados por Rafael Simón Urbina.

Tradición Desaparecida

Muchas tradiciones, costumbres, creencias, leyendas, entre otros asuntos creados por nuestro pueblo han ido  desapareciendo, para darle paso a lo que nos llega de otras civilizaciones. Cuenta el escritor Fernando Madriz Galindo, autor de “Una visión de Barlovento”, “Una conversación venezolana”, “Crónicas tradicionales sucrenses”,  quien por largos años se dedicó a bucear en el rico campo de las manifestaciones culturales de la región de Barlovento y del Oriente del país, que antes existía la costumbre, concretamente en los pueblos barloventeños,  de “echarle el agua al recién nacido”, lo que se celebraba, dice el autor citado, tomando el tradicional aguardiente quemado. Este primer bautizo, identificado como casero,  se cumplía, así lo plasma Madriz Galindo, al cumplir la criatura diez días de haber llegado al mundo. A este bautizo, del cual nos llegó a hablar nuestra madre Clemencia Sánchez y mi abuela materna María Sánchez, se le conocía como Bautizo de Agua y por lo tanto, se le denominaba a los protagonistas,  compadres y ahijados de agua.   A este bautizo,  tal como lo recoge nuestro amigo Madriz Galindo, le sigue el eclesiástico. Al llegar el momento en el rito eclesiástico de echarle el agua bautismal a la criatura, ceremonia esta efectuada por  un sacerdote en presencia de los padrinos, padres e invitados, al regresar al hogar, donde se escenificaba el agasajo correspondiente, usualmente amenizado con música bailable por un conjunto del lugar, eso también lo compiló Madriz Galindo, la madrina le notificaba a la madre, mediante un hermoso canto:

Comadre aquí está su niño, que usted me entregó pagano, y por medio del bautizo yo se lo entrego cristiano

A lo entonado por la comadre, la madre respondía, también melódicamente:

Yo lo recibió comadre, con mucho gusto y contento, al recibir de sus manos, este primer sacramento. Comadre en gracia de Dios, y por alta jerarquía, el sacramento nos une.

Don Rafael Del Junco

Cuando corrían los meses del año de 1949, en todos los rincones de la residencia de mis padres en Araira, antigua Colonia Bolívar, sector Vega Redonda, del municipio autónomo Zamora, Guatire, se escuchaba a toda hora el nombre de Don Rafael del Junco. El asunto  era de tal magnitud que, quien escribe, llegó a creer que el personaje en cuestión era un miembro de la familia que había desapareció hacía muchos años y que,  por la insistencia de nombrarlo, uno llegó a pensar que Rafael del Junco había aparecido en un apartado lugar del país, enterándose mi familia a través de alguna carta, telegrama o mediante alguna conversación. Mi gran sorpresa fue cuando una tarde, entre las seis y media y siete de la noche, mi madre Clemencia Sánchez, al lado de otros familiares, comadres y amigos, se encontraba escuchando una emisora de radio, concretamente radio Continente, cuando en el aparato, marca Phillie, colocado en una repisa a la que solo tenían acceso para encenderlo y apagarlo, mi padre o mi madre, escuché una voz que decía que Don Rafael del Junco había sufrido un violento ataque el cual le impedía hablar correctamente. Don Rafael del Junco formaba parte de los personajes importantes de la radionovela “El derecho de nacer”, escrita por el cubano Félix B. Caignet, pieza que comenzó a trasmitirse en Caracas el año de 1949, donde, por orden de aparición figuraban Albertico Limonta, María Elena del Junco, Alfredo Martínez, Mamá Dolores Limonta, Isabel Cristina del Castillo.

Los críticos, encargados de reseñar todo lo que sucedía en las programaciones de radio, cine y teatro, no había aparecido la televisión, señalaban que cada capítulo que se trasmitía del  “Derecho de nacer”, paralizaba al país. Todo el que se encontraba en la calle deseaba llegar temprano a su residencia para, cómodamente escuchar el fenómeno radiofónico del momento y, si veía que no llegaría a tiempo, entonces solicitaba un taxi que tuviese radio y así, mientras cumplía con la travesía poder escuchar las incidencias del capítulo  correspondiente. La trasmisión del “Derecho de nacer” constituyó todo un fenómeno a nivel nacional. Quien no poseía un radio en su casa, agarraba una silla y se iba hasta donde el vecino para escuchar la trama que Félix B. Caignet había escrito.

Fue tal el entusiasmo que despertó “El derecho de nacer”, que este había superando los montajes que se hicieron del “Misterio de los ojos escarlata”, obra escuchada, en los años treinta por la emisora Broadcasting Caracas, escrita por Mario García Arocha y Alfredo Cortina, protagonizada por Cecilia Martínez, Margot Antillano, Conchita Ascanio, Edgar Anzola, Francisco Fossa Andersen, Luis Alfonzo Larraín, Ricardo Espina y de otra radionovela muy famosa, “El Misterio de las tres torres”, oída por Radiodifusora Venezuela y patrocinada por jabón Las llaves, basada en los tormentos que le aplicaban a los presos en Las tres torres, cárcel edificada en la ciudad  de Barquisimeto.

Los artistas venezolanos que personificaron los creados por Félix B. Caignet, fueron, Luis Salazar, como Albertico Limonta; Don Rafal del Junco, Rafael Guinand;  Olga Castillo, María Elena; América Barrios, Isabel Cristina; Mamá Dolores una de las hijas de Rafael Guinand.  No recuerdo si lo hizo Ana Teresa  o Josefina. Los momentos más emocionantes  de toda la trasmisión lo constituyeron cuando Don Rafael del Junco deseaba hablar, lo que no lograba a pesar de los  grandes esfuerzos que realizaba para decir que Albertico Limonta era su nieto. Por cierto, en todo esto se inspiró el músico Billo Frometa, para dejarnos, interpretada por su orquesta, la composición “Ya Don Rafael habló”. Es importante decir que,  esta obra se conoció primero en Cuba y México.  A mí, en lo personal, lo que más me agradaba de “El derecho de nacer” era que, al concluir la media hora, mi madre repartía a los que se habían dado cita a la casa, chocolate, galletas María Puig, bizcochos, acemitas, golfeados y trocitos de queso. A la casa llegaban unos folletones en cuyas portadas aparecían los rostros de los actores y actrices, con el contenido de lo escrito por Félix B. Caignet, que mi progenitora le leía a las amigas que no poseían radio. Este fenómeno, la radionovela “El derecho de nacer” fue llevado a la televisión el año 1965, con las actuaciones de Raúl Amundaray y Agustina Martín.

Historia Menuda IV

Ellos También Se Marcharon                       

Pueblos y ciudades de nuestro país fueron escenarios de  conocidos personajes, apreciados y respetados por todos, que tenían como misión realizar modestos trabajos que  le permitían mantener a sus familias, entre ellos marchaban los vendedores de carbón, los  parihueleros,  chicheros, peroleros, maniceros, heladeros, zapateros, panaderos, carretilleros, carreteros, alpargateros, lecheros, dulceras, arrieros, cochineros, fruteros, vendedores de gallinas, el huevero, macheteros, billeteros, aguadores, el mielero, el expendedor de flores, el barbero,   entre muchos otros quienes, entre esquinas y esquinas pregonaban, a todo pulmón el oficio que cumplían. Entre esas estampas que se desplazaron por las calles caraqueñas, de acuerdo a los recuerdos plasmados por el magnífico humorista, poeta, ensayista, crítico de arte, periodista, conferencista Aquiles Nazoa en su documentada obra “Caracas física y espiritual”,  se encontraban el antiguo vendedor de  café  y rosquitas;  el amolador italiano, con su mágico silbato; el vendedor de pavos en los días de Pascua; el carrito de frutas que recorrió las calles caraqueñas desde los días de Guzmán Blanco hasta Pérez Jiménez quien los prohibió y el carro de tostadas, entre otros. Aquiles Nazoa empleó para firmar sus colaboraciones en el semanario humorístico “El Morrocoy Azul”, empleó los seudónimos Lancero, Francisco Ven a Veinte, Pascual Arrolo Damiedo. Este genial vocero, “El Morrocoy Azul”, fundado por Miguel Otero Silva, contó, entre sus colaboradores, con un grueso grupo de intelectuales, todos brillantes, hijos del siglo XX, tales como,  Andrés Eloy Blanco, Francisco “Job Pim” Pimentel, Antonio Arráiz,  Isaac J. Pardo, Aquiles Nazoa, Gabriel Bracho Montiel, Carlos “Sancho” Galindo, Manolo y Alejandro García Maldonado, Rafael Guinand, Paco Vera, Víctor y Pedro Juliac,  Rodolfo Quintero, Antonio Saavedra. La lista completa de estos hombres de ideas avanzadas, la confeccionó el periodista Ramón Hernández y la publicó en la edición aniversaria, número 42, del diario “El Nacional”, del 3 de agosto de 1985.

Quién esto escribe, volviendo a los personajes que pregonaban su oficio por calles y esquinas, recuerda que, encontrándome en Sarría, en la residencia de una hermana de mi padre, Dominga Dorta de Ramírez, muy cerca de la panadería de ese sector, donde se elaboraba el famoso pan isleño, propiedad de la señora  Dominga de Llanos,  emparentada con mi progenitor Eleuterio Dorta Hernández, veía con frecuencia el carrito del vendedor de frutas halado por un noble y manso caballo. Imposible olvidar al ponchero quien, con una especie de megáfono, fabricado de latón, pregonaba su sabroso ponche en la esquina del cine El principal, cerca de la Plaza Bolívar y a la sinfonía inconfundible  del amolador. Asimismo no olvido la voz de Don Antonio Miranda, vendedor de miel en el centro de Caracas quien pregonaba así: “Yo  soy Miranda, pero no el de la Carraca, soy el que vende la miel, por las calles de Caracas”. “Miel de abeja, quien la come no se queja”. “El que toma miel con vitamina, después de muerto camina”.

En Guatire recuerdo a Caribe, chichero de pulcro traje blanco, quien promovía su refrescante bebida, con aquello de ¡chicha! ¡chicha helada, para que te refresques la parapara del hígado!, al lado de otros vendedores como el que vendía  silletas tejidas con junco, quien promovía su producto con el slogan  “ Siiiiillaaaass para señoras y niñooooss,”  al repartidor de capelladas y alpargatas, entre ellos Felipe “El ciego” y Chance;  a Isabelita Acuña con sus arepitas dulces preñadas de  anís;  Olivito, con su venta de aromático café; al que cubría de varios sabores los copos de hielo de sus sabrosos raspados, adquiridos al salir del Grupo Escolar “Elías Calixto Pompa”;  al que pregonaba las cualidades del queso de mano fresco y a todo ese enjambre de pequeños comerciantes que se hacían presentes en el pueblo los días de Semana Santa, Fiestas patronales, Carnaval y Navidad.

Los estudiosos de nuestra tradiciones y costumbres, vienen señalando que entre los famosos pregones de calle siempre figuraron el de los fruteros, chicheros, zapateros,  los de confituras, los de flores, los de lotería, los de la prensa diaria.  Investigadores, de dilatados trabajos en el campo del folklor nacional,  nos orientan en este campo al decirnos que  “en Venezuela, tradicionalmente el pregón está asociado al canto a capella improvisado de personajes típicos populares que anuncian su mercadería a través de melodías sencillas de notas largas… El estudioso de estos importantes asuntos de la cultura popular, Rafael Salazar atrapó en Caracas un pregón, que reza así: “Va el pandehorno,/ va el pandehorno abizcochado,/ pa las muchachas bonitas/ y pa los enamoraos/ pandehornerooo”.

Olvidado Compositor Guatireño

En Guatire nació  una  destacada  fila de músicos quienes, con sus conocimientos contribuyeron a darle brillo al arte musical a nivel nacional y más allá de nuestras fronteras. Muchos estudiosos, musicólogos nacidos en el país y los que llegaron de otras tierras, han venido señalando el gran aporte dado por músicos, hijos de Santa Cruz de Pacairigua y Guatire, entre esas figuras se encuentran el Padre Sojo, Henrique León, Régulo Rico, Gregorio Ascanio y Vicente Emilio Sojo.  En esta nota trazaremos una breve semblanza de Henrique León, nacido en Guatire el año de 1854, a quien se considera pilar fundamental como creador virtuoso. Su vocación por la música la valoró el reverendo José María Istúriz, quien lo protegió, lo envió a estudiar a Caracas y lo tuvo por largos años como Maestro de Capilla, donde cumplió una dilata  labor. Como pedagogo, Henrique León se encargó de enseñar, en su modesto salón a jóvenes guatireños inquietos por el arte musical, entre ellos a Régulo Rico Lugo, Julián Berroterán, Rafael María Borges. El musicólogo José Peñín en el  trabajo Régulo Rico, maestro de Sojo, aparecido en la Revista  Musical de Venezuela de mayo - agosto de 1987, al hacer referencia a Henrique León, señala, entre otras cosas:

…tenemos en el maestro Henrique León un músico excepcional  que no ha sido reconocido como tal. Precisamente en el archivo del maestro Régulo Rico …se conservan algunas obras como el Oficio de difuntos, el O vos omnes… que nos dicen de una caligrafía esmerada del autor, que estamos ante un aquilatado músico. No en vano dice Régulo Rico que poseía la sabiduría en el arte de Beethoven y Mozart en alto grado.

Henrique León muere en su Guatire natal, en 1895,  cuando apenas alcanzaba los 41 años de edad. El maestro Regulo Rico, siendo muy joven recibe orientaciones de Henrique León, convirtiéndose con el paso de los años, a pesar de ciertos inconvenientes con quien lo había guiado, en su heredero en el difícil mundo de la música, siendo guía y mentor de más de una generación de músicos y compositores en Guatire durante el siglo XX.

En la obra “Sonido que es imagen… Imagen que es historia”. Iconografía de compositores venezolanos y los instrumentos musicales, patrocinado por el Banco Provincial, aparece una breve nota donde se dice que Henrique León estudio en la Academia de Bellas Artes, recibiendo en esa institución sabias enseñanzas de José Ángel Montero y Federico Villena. Allí se plasma lo afirmado por Vicente Emilio Sojo sobre su coterráneo Henrique León, señalando que tuvo la virtud espontánea de establecer un enlace estupendo entre la música clásica  colonial y el romanticismo con  ciertos toques novedosos. En la publicación arriba señalada se dan a conocer sus obras más conocidas, como “Gradual de la Santísima Cruz”, “Misa de difuntos”, “Miserere”, “Stabat Mater”, “Ave María”, “O vos omnes”, “Allegro Moderato” y los aguinaldos “La gloria cantemos” y “Su gracia y amor”.

El Maestro Vicente Emilio Sojo, en su gigantesco trabajo de rescate, compilación y armonización de creaciones populares venezolanas,  recogió de Henrique León la canción “Blando suspiro”, la cual dice en una de sus partes:

 /Blando suspiro de la pradera, / brisa ligera, suave rumor,/ sutil esencia de la hermosura,/ luz y dulzura, luz y dulzura…/ eso es tu amor. /Ya se columpian  los azahares/ y allá en los mares se mira el sol; / se viste el cielo galas azules y blancos/.

Es importante señalar, de acuerdo  a estudios realizados por José Peñín, que en el archivo del maestro Régulo Rico localizado en su residencia en Guatire y en el de la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas se encuentran obras para coro y orquesta de Henrique León. De acuerdo a informaciones suministradas en Guatire y Caracas, posiblemente por Régulo Rico y Vicente Emilio Sojo, se conoce que  Henrique León se dedicó, al lado de la música religiosa,  también al género popular, como la canción romántica Serenatera y al teatro, presentando un Nacimiento en la calle Miranda en una casa propiedad de Don Pedro García Guillén.

Es tiempo que a este olvidado músico guatireño se le rindan los honores correspondientes, como también deben  hacerlo con Gregorio Ascanio, colocándosele un busto cerca donde se encuentra el de Vicente Emilio Sojo. Por cierto, en el espacio que existe entre la casa parroquial y el templo, se podría ubicar, después de hacer todas las diligencias correspondientes, la pequeña estatua del Padre Sojo, obra de la escultora Marisol Escobar, que se encontraba en la plaza vecina a la iglesia Santa Teresa donde se contempla al Padre Sojo de pie, está localizada en la sede del Teatro Nacional, donde la mantienen en custodia.

Histórica Chivera

El historiador Héctor Parra Márquez, en una de sus obras, nos dice que chivera indica un conjunto de ropas y objetos usadas. El nacimiento de esa expresión muy  venezolana, arranca de un negocio establecido  en Caracas conocido con el nombre de “La chivera que, entre las esquinas de San Jacinto y Doctor Paúl, que mantuvo un señor conocido como Juan de Mata, criado de la familia Guzmán, de donde se desprenden Antonio Leocadio Guzmán, fundador del liberalismo criollo y del periódico “El venezolano”, encargado de difundir las ideas de su doctrina política y Antonio Guzmán Blanco, espigado caudillo de la guerra federal, presidente de Venezuela en varias oportunidades e identificado como “El ilustre americano”. En el  popular y conocido negocio de Juan de Mata, de acuerdo a lecturas realizadas en trabajos escritos por los cronistas de Caracas, se conseguían levitas, zapatos, camaritas, pantuflas, sombreros, corbatas, pantalones,  camisas y muchas otras cosas más que, según el escritor Lucas Manzano habían pertenecido a Antonio Leocadio Guzmán, quien se las regaló a Juan de Mata. Juan de Mata al tener en su poder toda esa cantidad de ropas y calzados, decidió abrir La chivera, donde los caraqueños podían enchivarse y asistir a recepciones privadas y oficiales exhibiendo brillantes levitas, lujosos pumpás, chalecos, como los que llevaban los acaudalados oligarcas, los representantes diplomáticos y jerarcas del gobierno de turno. La chivera de Juan de Mata, mostraba, ante los ojos de los parroquianos una mercancía bien cuidada, llamando la atención de los que por allí pasaban. Los que solicitaban algo en La chivera de Juan de Mata, al localizar lo que buscaban salían satisfechos y dispuestos a mostrar sus lujosas prendas de vestir. A Juan de Mata se tiene como el primer chivero de Caracas, dado que su oficio consistió en vender o alquilar ropa usada.     

El genial humorista Francisco “Job Pim”, Pimentel, en una parte de un bien aliñado poema dedicado a las chiveras, dice:

/La palabra “chivera” se  deriva/ de otro vocablo caraqueño: “chiva,”/ con el que se designamos todo objeto/ que no se encuentra ya en función activa/  por viejo, por inútil o incompleto,/ y al cual su propietario cede en venta/ al primer comprador que se presenta/.

 Ahora bien, en nuestro país, una chivera también se tiene como corral de chivos, chivas, chivitos, chivatos.  Existe en Venezuela otras acepciones de chiveras la cual no es otra cosa que el negocio donde se expenden partes de automóviles  usados, situados usualmente a orillas de las carreteras.

Historia Menuda V

Sublevación En Guatire

El día 5 de mayo de 1929, tres días después de la celebración de las fiestas patronales en honor a la Santísima Cruz, patrona del pueblo,  un grupo de guatireños se alzaron en armas contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, quien gobernó a Venezuela con mano de hierro desde el 19 de diciembre de 1908 hasta el diciembre de 1935. Gómez había llegado a Caracas al lado de su compadre Cipriano Castro, como segundo a bordo de la llamada Revolución Liberal Restauradora, movimiento armado que había partido desde Cúcuta, Colombia. Desde ese año, 1899, Gómez se desempeñó como Vicepresidente de Venezuela  y gobernador del Distrito  Federal. El movimiento que estalló en Guatire, tenía como cerebro al general Norberto Borges, quien desde Ocumare del Tuy, ciudad que había sido capital del estado Miranda hasta el 13 de febrero de 1927 cuando, por decisión del caudillo Juan Vicente Gómez, es trasladada  hacia Los Teques, manejaba los hilos del movimiento conspirativo.  El día era el arriba señalado, 5 de mayo de 1929, y debían responder los que se encontraban comprometidos en Caracas, Petare, Los Teques, Ocumare, Guatire, entre otras poblaciones. Los únicos que salieron fueron los que en Guatire se encontraban listos para la riesgosa empresa. Ellos accionaron y al tratar de tomar la casa de Gobierno, donde despachaba el coronel Luis R. Ostos, éste les hizo resistencia, encontrando la muerte en el encuentro. Ese día también murió  un coronel de apellido Medina, quien se desempeñaba como contador  de la carretera de Guarenas.

Los comprometidos, al fracasar la acción, fueron capturados y puestos a la orden del Gobernador del Distrito Federal, encontrándose entre ellos, Manuel García Pedrique, Obdulio Gil, Miguel González, Hilario González, Carlos Iru, los hermanos Abdón, Marcos y Servando Yánez, Pedro Vicente Uzcanga, Simón Berroterán,  Ramón"Pica y huye” Dorta, Francisco Pacheco, Marcelino Berroterán, Francisco Blanco, Gustavo Blanco Sosa, Vicente Carranza, Félix Mijares, Eugenio Muñoz, Rosalio Aponte, Andrés Pacheco Anderson, Natividad Rojas, Francisco Salazar, Raimundo Toro,  Hilario González, Francisco Salazar, Néstor Silva, los hijos de Sebastián Blanco Sosa, nombres de plasmados en las obras “Archivo de La Rotunda” de Aníbal Lisandro Alvarado y en “La respuesta del destino”, “La Rotunda por dentro”, de Alejandro Trujillo. Todos fueron lanzados a los calabozos de la negra cárcel de La Rotunda, en Caracas  y del Castillo de Puerto Cabello, los mantuvieron por espacio  de más de 20 días sin agua y sin comida, en unos mugrosos espacios, calabozos, conocidos con los nombres de El Silencio, El Olvido, El Reloj, La Serpiente. Todos los que llegaban ahí, se convertían en  cadáveres andantes.    

La lúgubre cárcel de La Rotunda, fue demolida el año de 1936 cuando los destinos  del país los conducía el general Eleazar López Contreras , el primer presidente que utilizó los micrófonos de una emisora para dirigirse al país y en su lugar, se levantó la plaza La Concordia, según diseño del arquitecto Carlos Raúl Villanueva.

Durante los gobiernos de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, hacia la cárcel de La Rotunda iban a dar todos aquellos que se les ocurriera hacerles oposición. Allí dejaron sus vidas y pasaron largos años encadenados, venezolanos de brillantes ideas, por el solo delito de oponerse  a El Cabito y al Bagre, como identificaban a Castro y a Gómez, respectivamente. Dentro de ese tétrico recinto, donde el guarenero Nereo Pacheco le dio rienda suelta a su maldad, se aplicaron torturas conocidas con los nombres de cepo de campaña, colgadas,  el tortol, el acial, las pelas, los grillos, el apersogamiento, envenenamiento con vidrio molido y arsénico. A comienzos del siglo XX, circularon unos versos que describen la macabra edificación:

“La Rotunda de Caracas/ es sepulcro de hombres vivos/ donde se amansan los guapos/ y lloran los atrevidos./”. Esa infernal cárcel, de acuerdo a investigaciones históricas publicadas en libros y revistas, se comenzó a construir durante la administración del general Carlos Soublette, según planos levantados por el agrimensor  Francisco Florentino Tirado y el alarife José Francisco Herrera y se concluyó cuando a Venezuela la conducía otro hombre de uniforme, José Gregorio Monagas, hermano de José  Tadeo. Estos dos hermanitos, jefes de las montoneras, les metieron sus garras al cuerpo de la nación, creyendo, como todos los militares gobernantes que Venezuela era una hacienda de su propiedad.

José Antonio Páez y la música

A través de sabias investigaciones cumplidas por los musicólogos José Antonio Calcaño y  Francisco Curt Lange, se sabe que el general José Antonio Páez es el autor de las composiciones “Escucha bella María” y “La flor del retiro”. Otros autores, dentro de la amplia bibliografía paecista, señalan la afición del Centauro de los Llanos por los toros coleados e indicando el dominio que él mantenía sobre los instrumentos que han acompañado las célebres fiestas campesinas y al respecto el historiador Curt Lange, nos dice que Páez fue cantador de joropos y galerones, guitarrista del cuatro, violinista y maraquero. El general Florencio O´Leary, refiere que en 1828, encontró a Páez tocando violín acompañado al piano por un negrito. Páez era poseedor de una potente voz, para algunos de tenor y para otros de barítono y mantuvo predilección, entre los instrumentos musicales, por el violonchelo.  Les dejamos a continuación la pincelada que nos ofrece Francisco Curt Lange sobre la afición que mantenía José Antonio Páez por la música:

En Páez la música ocupaba una dimensión distinta, vital, de un talento que no pudo desarrollarse por circunstancias en que la liberación del dominio español constituyó para él y muchos más vida o muerte…Su participación directa en nuestra música, como eximio intérprete de ella, representa un caso único en la historia sentimental de nuestro país.

Los estudiosos de la vida y hazañas de Páez, señalan que  Barbarita Nieves, su gran amor, con quien vivió desde 1820 hasta 1845, influyó poderosamente  en la vida cultural del héroe de Carabobo y creador de la república de Venezuela. Ella mantuvo una gran afición por el piano y cantante con voz de soprano, entonaba melodías a dúo con Páez. Como presidente de Venezuela, José Antonio Páez se convirtió en protector de organizaciones musicales, entre ellas de la Sociedad Filarmónica y de la enseñanzas que se impartían en el  Colegio de la Independencia, tal como lo reseñan las investigaciones del musicólogo José Peñin, quien refiere que la Unión Filarmónica estuvo bajo la dirección de Atanasio Bello y Rafael Izaza, mientras que la orientaciones musicales en el Colegio de la Independencia estaban a cargo de los maestros Juan José Tovar y Juan Meserón. La mayoría de las veladas artísticas y literarias , con la participación de José Antonio Páez y Barbarita se realizaban en La Viñeta, amplia casona situada en la esquina del Mamey, en Caracas, donde se encontraba un  bien cuidado jardín,  adornado con unas bellas flores, bautizadas, como rosas Páez, en honor al prócer de nuestra independencia.

Hazaña mundial del guarenero Daniel “Chino” Canónico            

En Guarenas, ciudad que se prepara para celebrar su cuatricentenario  el venidero año de 2021, recordemos que en esa pujante comunidad fundada en 1621, nació el día 3 de febrero de 1916, Daniel “Chino” Canónico, hijo del gran músico Benito Canónico, autor, entre otras  composiciones del “Totumo de Guarenas” y el “Aguacate guarenero”. Daniel “Chino” Canónico, quien en muchas oportunidades acompañó a su padre como integrante de agrupaciones musicales, se destacó en el campo del beisbol, escenario donde alcanzó la gloria y la inmortalidad. Como jugador aficionado Daniel “Chino” Canónico comenzó a brillar en las novenas Los Muchachos, Venezuela  y Los trece, para luego pasar, ello por sus méritos, al beisbol de primera división, militando en el equipo Senadores, donde según  los seguidores de sus actuaciones, señalan que allí debutó como pitcher. Después de jugar con los Senadores, lo que hizo en 1934, viaja a Maracaibo para vestir el uniforme del Pastora. Vuelve a Caracas en 1936 a continuar su carrera con Senadores, defendiendo la segunda base, desde donde hace 55 lances cometiendo un error. Juan Antonio Yánez, conocido en toda Caracas  y fuera de ella como “Yanecito” y el hombre del tabaco, lo contrata para su equipo Venezuela, militando allí como pitcher, novena que se titula campeón ese año.

Daniel “Chino” Canónico, por su gran poder como lanzador, es seleccionado pitcher estelar de la selección venezolana que participó en la cuarta serie mundial de beisbol amateur escenificada en la Habana, Cuba, en el mes de octubre de 1941, evento donde Venezuela se tituló campeón. Daniel “Chino” Canónico como pitcher ganó 5 juegos, entre ellos 2 a Cuba, incluyendo el decisivo que le permite a Venezuela obtener el gallardete mundial. Todo un acontecimiento constituyó ese triunfo en nuestro país, recibiendo los jugadores, declarados héroes, a su regreso, uno de los más grandes homenajes conocidos, tanto en La Guaira como en Caracas. Se sabe que el presidente Medina Angarita suspendió la reunión de trabajo el día del encuentro definitivo entre Cuba y Venezuela, para que los funcionarios no se perdieran el partido. La hazaña de Daniel “Chino” Canónico en 1941 no ha sido igualada por ningún otro pitcher.  En el beisbol profesional Canónico jugó con el Vargas, desempeñándose como pitcher y manager, con el Gavilanes de Maracaibo y con el Cervecería Caracas, obteniendo la novena dos campeonatos. En 1971 Daniel “Chino” Canónico , ya retirado, es elevado al Salón de la Fama del Beisbol Venezolano. Muere en la ciudad de Barquisimeto, donde estaba residenciado, el 20 de agosto de 1975. De la hazaña de nuestros jugadores amateur que lograron coronarse campeones mundiales en La Habana, Cuba, el 22 de octubre de 1941, se cumplen 79 años este mes de octubre de 2020.

Historia Menuda VI

Actividad cultural en Guatire a comienzos del siglo XX

Para el año de 1904, cuando el país se encontraba bajo la conducción del caudillo Cipiano Castro, conocido con los motes de El hombre de la levita gris y El cabito,  líder de la Revolución Liberal Restauradora, en Guatire circulaba el vocero “El Esfuerzo”, producto de las inquietudes intelectuales de José María Fránquiz Jiménez y Luis Betancourt , se presentaba en el teatro Apolo, obra civilizadora del general Antero Muñoz, abuelo paterno el médico cardiólogo  y cronista Felipe Muñoz  Dorta, la Compañía de Aficionados a beneficio de la reconstrucción del templo parroquial el cual fue  golpeado duramente por el terremoto de octubre de 1900. Los integrantes de esa empresa teatral, llevaron a escena obras como “Una limosna por Dios”, “El corazón en la cara” y “El pobre Simón”, se celebraba el IV aniversario de la tipografía La Guatireña, donde se imprimía “El Esfuerzo”. No faltaban las actividades musicales las que se concentraban en los conciertos que ofrecía la Unión Filarmónica, fundada y dirigida por el maestro Régulo Rico Lugo, así como los recitales que ofrecían en sus hogares las pianistas Ana Paula Fernández, María de Cruz, Isabel Fernández, Petra Rosa García y Adelaida Bennet.

Para celebrar las fiestas patronales en honor a la Santísima Cruz, se había nombrado una junta organizadora, formada por el reverendo José María Istúriz, los generales Silvestre Graterol,  Sandalio Berroterán y Antero Muñoz,  el coronel Sinforoso Muñoz. Asimismo el 27 de octubre de 1904, mediante un bien elaborado programa, se proclamaba en Guatire, como candidato a la presidencia de la República para el período 1909—1911, al general Cipriano Castro. El manifiesto lo firmaban, entre otros castristas  guatireños, Carlos E. Cruz, Leopoldo Beltrand, José María Fránquiz Jiménez, Natividad Rojas, Silvestre Graterol, Fulgencio Bello, Julián Berroterán, Luis Felipe Graterol, Luis Berroterán, Régulo Rico, Delfín Balba, Luis F. Jaspe, Manuel Hernández Suárez,  José E. Centeno, Juan Francisco Muñoz, Ignacio A . Prieto, Fermín Oramas, Jesús María García, Simón Correa, Julián Tovar, Ramón Palacios, Rafael Perdomo. Las intervenciones de respaldo a la candidatura de Cipriano Castro, se escucharon en una recepción, donde no faltaron los licores franceses, en la hacienda La Concepción conocida también como La Carbonera, propiedad del general Eduardo G. Mancera, mientras que el cierre de la proclamación se cumplió con una fiesta bailable, amenizada por una orquesta dirigida por el maestro Régulo Rico, en la residencia del señor José María Álvarez.

Muchos años después, cuando en Guatire los hermanos Delgado abren las puertas del cine Santa Rosa, se escenificó un concierto de piano a cuatro manos, así nos lo trasmitió Germán Gil Rico, hijo de César Gil y nieto de Régulo Rico, a cargo de la jóvenes Paulina Alfonzo, hija del Doctor Ramón Alfonzo Blanco y la Nena Centeno, hija de Elías Centeno. También nos decía Germán Gil Rico que, al llegar a Venezuela la famosa  película “Lo que el viento se llevó”, la misma fue proyectada en el cine ya nombrado, situado en la calle Bolívar, en la trilla y patio donde se secaba el café  de la hacienda del mismo nombre de la sala de cine. La cinta, Lo que el viento se llevó la protagonizaron Clark Gable y Vivien Leigh, ambientada en Atlanta. La película proyecta la epopeya de la guerra civil de los Estados Unidos de Norteamérica y al mismo tiempo, como se plasma en la obra 100 películas más importantes de la historia:

La más grande historia de amor contada en el cine… una fastuosa producción por excelencia, Lo que el viento se llevó rompió todos los récords y ganó 10 premios Oscar, incluido el primero que se otorga a una actriz negra, lo cual causó sensación. Lo obtuvo la inolvidable  Hattie McDaniel, por el papel de la nana Mammy que trataba de frenar a Scarlet O´Hara, personificada por Vivien Leigh.

El Totumo en la guitarra de Alirio Díaz.

Alirio Díaz, nuestro genial ejecutante de la guitarra, instrumento  que paseó por el mundo, presentándose en los más grandes teatros de las ciudades donde le tocó actuar, alcanzando resonantes triunfos, realizó un magnífico  arreglo para guitarra del  golpe “El totumo  de Guarenas”, ejecutado en un memorable concierto en el teatro Municipal de Caracas en 1960. Los asistentes aplaudieron largamente la maestría con la cual Alirio Díaz ejecutó la conocida pieza del maestro Benito Canónico, ilustre hijo de Guarenas, ciudad donde nació el 3 de enero de 1894 y donde inicia sus estudios musicales orientado por su padre Agustín Canónico, músico de origen italiano, con quien aprende a conocer los secretos del violín. Se sabe que el maestro Benito Canónico llegó a dominar todos los instrumentos que forman una banda, así como el arpa y el cuatro. A lo largo de su carrera como músico, se destacó como compositor, ejecutante y pedagogo. Formó parte de la Banda Marcial de Caracas y de la Orquesta Típica Nacional. Sus enseñanzas fueron oídas por los alumnos de la Escuela Normal Miguel Antonio Caro, donde funda una Estudiantina y una Banda Marcial. Su voz orientadora también la escucharon los estudiantes de la Escuela Bolívar y el Colegio Sucre.

Son de su autoría, al lado de “El totumo de Guarenas” y “El aguacate guarenero”, el bolero “Yo no te guardo rencor” y de los golpes “Caracas es la capital”, “El bojote”,  “El güirirí”, “Pica pica”,  “El histórico”, “Caicara del Orinoco”, “Quirpa”, “El macán”, “El cachicamo”, “El conoto”. Entre los himnos por él creados, se encuentran el dedicado al Teatro El corral de Guarenas,  Canto a la Virgen, a la Sociedad Mixta de la Santa Cruz.    En los dominios de las bandas dejó marchas como “El Nazareno”, “Al Nazareno” y al “Santo Sepulcro”.  En los terrenos del pasaje se tienen de su autoría “Pacairigua de Guatire”, “Moriche solo”,  “Mi recuerdo”, “El dulce”, “La mariposa”. Entre sus pasodobles se encuentran “Guatire”, “Flamenco”, “Mí reposo”. En los terrenos del merengue el maestro Benito Canónico compuso “El refranista”, “El Jacarandoso”, “Qué le van a tirar”, “El 24”, “El triunfo”, “El problema”, “El guapetón”, “El mango”, “El venezolano”. En el inventario de los valses se encuentran “El abuelito”,  “Recuerdo de Guarenas”, “Marta Soledad”,  “21 de mayo”, “Luisa Amelia”, “Infancia”,  “El sueño”, “El guarenero”, “Ylbia”. Para ser ejecutados en los días navideños se conocen de su autoría, “Jesús Bendito”, “San José y María”, “Aurora temprana” y “Todas las estrellas”. Le puso música a “Trinidad”, son moruno del también guarenero Antonio Núñez, orientador por largos años de los integrantes de la Parranda de San Pedro de Guarenas.

El musicólogo José Peñín,  en la obra “Enciclopedia de la música en Venezuela”, guía para la redacción de esta nota, revela que muchas de las creaciones del maestro Benito Canónico se han perdido.  Este destacado y brillante hijo de Guarenas, población que celebrará el cuatricentenario  de su fundación en 2021, murió en Caracas el 13 de octubre de 1971.

El Famoso Doctor Agüita

El  doctor Agüita existió. Vivió como Jesús María Negrín, con la diferencia que Negrín era yerbatero, curandero, en cambio el doctor Agüita era médico, siendo su verdadero nombre César de la Ville, de origen francés, quien mantuvo su consultorio frente al cementerio de los padres neristas congregación a la cual pertenecía el  guatireño  Pedro Ramón Palacios Gil, mejor conocido en nuestra historia como el Padre Sojo, protector de una gruesa legión de músico en los años de la Colonia en Caracas y quien edificó muy cerca del lugar donde hoy se alza la basílica de Santa Teresa, el Oratorio San Felipe  Neri. Nuestros amigos cronistas de la ciudad de Caracas, los oficiales y los que no poseían ese título,  al hacer referencia en sus escritos del doctor César de la Ville, señalan que, cuando debía tratar una dolencia en un paciente, siempre le entregaba unos granitos, especie  de pastillas, diciéndole que las bajara con agüita, cuestión esta que le valió, por parte de los caraqueños, los que no mascan para mamarle el gallo al más pintado, el título de doctor Agüita.

Cuando alguna enfermedad no cedía, por más tratamiento que se aplicara, entonces se escuchaba, dentro y fuera de la casa del enfermo, que eso no lo curaba ni el doctor Agüita, expresión que, según el escritor Lucas Manzano,  consultado para la redacción de esta nota,  la colocaron en boca del general Antonio Guzmán Blanco y en la del también general Celestino Peraza. Quien esto escribe conoció en Barlovento, los Valles del Tuy, en Guatire, Araira, Guarenas y Petare, a  unos cuantos curanderos, también les decían “curiosos”, los que para recomendar el tratamiento correspondiente debían analizar las aguas, así le decían a los orines que los creyentes debían llevar en unos frascos. El contenido de esos envases era batido por el faculto, como también le decían a esos personajes y, mientras lo observaba, le iba manifestando al que lo había llevado, que tipo de mal le habían enviado para convertirlo en un cadáver caminante, recomendándole que debía tomar un preparado a base de determinadas hojas, raíces, flores y tallos, combinado todo esto con ojos de zamuro y leche de culebra viuda.

Los Mangos llegaban de Chacao

La histórica villa de Chacao está fuertemente unida al proceso musical y al cultivo del café  en valle de Caracas ya que, en esos dominios poseían haciendas Pedro Ramón Palacios Gil, hermano del abuelo materno de Simón Bolívar, conocido como el  Padre Sojo, el reverendo José Antonio García Mohedano y el señor Bartolomé Blandín, donde en los días coloniales se efectuaban reuniones musicales y además eran espacios donde se sembraron las primeras matas de café. Todo un acontecimiento social y cultural constituyó la primera cosecha y el saborear la aromática bebida. La reunión, donde la música constituyo parte importante de la velada, la describe con lujo de detalles el historiador Arístides Rojas en su ensayo “La primera taza de café en el valle de Caracas”. Los músicos que se trasladaron desde Caracas hasta Chacao, empleando carretas, mulas y caballos,  para amenizar la reunión donde se sirvieron a los invitados más de una taza del humeante negrito, formaban parte de los orientados por el guatireño Pedro Ramón Palacios Gil, considerado como  protector de una valiosa generación de músicos en Caracas durante la Colonia y sistematizador, al lado de Juan Manuel Olivares, de las enseñanzas musicales.

De Chacao, como se lee en sabrosas crónicas, llegaban a Caracas los mejores mangos y las caraotas que se cosechaban en los fundos Las Mercedes, San José,  La Floresta, San Felipe, La Limonera, Quintero, Los Palos Grandes, Tamanaco, Acapuriche, Anzola. Por cierto, en el río Tócome, fueron muy famosos los pozos La Macarena y Ño Alejandro, así como sus chorrerones. En los llamativos chorrerones del río Tócome se tomó fotografías la mundialmente conocida bailadora de ballet Anna Pavlova cuando visitó a Venezuela.  Y, como los mangos llegaban de Chacao, en Caracas no faltaba el pregón del manguero, anunciando que en su canasto llevaba los mangos más sabrosos que el carrizo. ¡Más  25 por medio!. Y así lo recoge una vieja composición, cantada por célebres voces, que en una parte dice:

… Traiga misia su canasta, miren que son de Chacao, 25 por medio, y mallugaditos para las muchachas. Acércate aquí mi prieta, para ponerte los mallugados…

Mientras que por los dominios de San Fernando de Apure, nos llegó una melodía, donde se nos dice que comer mango verde pela la boca:

Yo  no como mango verde, porque me pela la boca, yo lo como maduritos ¡Caramba! Porque así es que me provoca.

El siempre recodado maestro Luis Mariano Rivera, poeta, músico, compositor, autor teatral, creador de bellas melodías, entre ellas “Cachunchú Florido”, con lenguaje sencillo le rinde honores al  mango, cuando dice:

¿Cuál me gustaría comer, entre  el mango y la manzana?           Contestaré amigo mío, que el mango me da más gana.

Historia Menuda VII

Yo no toco ridiculeces y menos para saltimbanquis

Se sabe, de acuerdo a los estudios que sobre su vida y obra han realizado conocidos historiadores venezolanos, que el general Cipriano Castro  fue un amante de las fiestas, del baile y del buen licor. Poseía, de acuerdo a su formación,  buen oído musical, llegando a formar parte en su juventud de una pequeña banda. Dentro  de los asuntos que también se comentan relacionados con Castro, se dice  que al lado del entusiasmo que le provocaban las recepciones, oficiales y privadas, se le conocían también  sus debilidades por las mujeres. Se comentaba que era capaz de permanecer bailando y bañándose de agua de colonia, por las horas. Dentro de ese mundo de comentarios que se tejen alrededor de la controversial figura de Cipriano Castro, se dice que   aprendió a bailar merengue rucaneado, gracias a los dominios que sobre esa forma de bailar en los burdeles, poseía una conocida prostituta llamada la Porrita.

Sobre  esta afición  del general Cipriano Castro por la danza y por las fiestas bailables, siendo muy conocidas las que se montaban en la Casa Amarilla, centro del poder hasta octubre de 1900, cuando el terremoto de ese año hizo que el general presidente, quien se lanzó de uno de los balcones de esa histórica casa, alquilara a Doña Jacinta Parejo de Crespo, viuda del caudillo Joaquín Crespo, la amplia residencia conocida como Miraflores, donde existían habitaciones antisísmicas. Las francachelas continuarían luego en lo que en nuestros días se conoce como palacio  y desde donde despachan los presidentes de la república. Por cierto, el general Juan Vicente Gómez nunca le agrado quedarse allí, lo cual hacía en una casa cercana. Su ciudad predilecta fue siempre Maracay y desde  allí controlaba vaqueras, hatos,  vegas y hombres. Mientras Cipriano Castro se caracterizó por ser un hombre locuaz, con buena formación política, Gómez era de hablar poco, guardaba silencio y observaba con detenimiento el comportamiento de los que se encontraban cerca de él.

Cuenta el cronista y periodista Lucas Manzano, que en una oportunidad El Cabito, que así le decían a Cipriano Castro, también  conocido como El hombre de la levita gris, en su condición de presidente de la república, solicitó en una oportunidad que se incluyera al maestro Manuel Guadalajara, excelente y reconocido flautista, dentro  de la orquesta que amenizaría uno de los bailes que el presidente ofrecía con mucha frecuencia en la Casa Amarilla. Al oír la invitación que le formularan  desde el poder ejecutivo, sin miedo a las consecuencias el maestro Guadalajara le comunicó al emisario presidencial: “Dígale usted al presidente, palabras más, palabras  menos, que no desenfundo mi flauta para tocar ridiculeces ni para que bailen saltimbanquis”. La palabra saltimbanquis, es sinónimo de charlatán, bufón, payaso, titiritero, sacamuelas, equilibrista. En La respuesta del afamado flautista queda claro que consideraba que el presidente estaba incluido en una de esas categorías.

Entró Al Panteón Nacional Agachado

Campesinos, veteranos arrieros de Araira, amigos de mi padre Eleuterio Dorta, cuando conversaban con él después de descargar sus respectivas bestias, donde trasladaban  el café recolectado en las haciendas Las Pailas y El Machete, propiedades pertenecientes a mi progenitor, en mas de una ocasión decían que al pasar por cierto lugar tuvieron que agazaparse, en sustitución de agacharse. Encontrarse agachado o agazapado, ello indica que la persona está en posición de disimulo. Cuando se dice que alguien pasó agachado,  se indica que dejó correr el contratiempo sin defenderse. En el Diccionario español de sinónimos y antónimos, de Federico Carlos Sainz de Robles, se nos informa que agacharse tiene como sinónimos inclinarse, bajarse, esconderse, ocultarse, agazaparse, encogerse,  acurrucarse, someterse, retirarse. Por cierto, en los dominios de la parroquia Sucre, Caracas, donde el señor Ricardo Carvajal, popularmente conocido como El médico asesino, preparaba la mejor guarapita y zamurito,  al lado de otras bebidas aromatizadas con frutas, hojas, tallos, flores y especias asiáticas, se movió un comerciante cuyo negocio  se identifica como Aquí estoy agachadito. Conocido  con ese nombre porque los clientes para desplazarse cuando estaban en el interior del mismo, debían hacerlo agachados, ello porque el corotero se encontraba colgando.

En el escenario de las guerras intestinas, las que despellejaron el cuerpo del país, se movió un militante de las montoneras que  siguieron a caudillos como José Antonio Páez, Ezequiel Zamora, Antonio Guzmán Blanco, Joaquín Crespo, entre otros, conocido como El agachado, cuyo nombre de pila era Jesús González, recordado por el periodista y escritor Lucas Manzano. 

Lo de agachado se lo aplicaron al personaje en cuestión, reseña el autor antes señalado, porque cada  vez que alguien preguntaba por su estado de ánimo, respondía: “siempre agachado”. 

También se ha divulgado que mote de El agachado se lo montaron  al general González porque esa era una de las tácticas por él empleada durante la Guerra Federal, andar siempre agachadito y así evitar ser visto por los enemigos. Esa manera de combatir,  él se la enseñaría al general Joaquín Crespo, a quien se le debe la construcción de una casona, bautizada con el nombre de Miraflores, hoy palacio presidencial. Cuando los miembros de la montonera conducida por el  general Jesús González, escuchaban ¡agachados! ¡agachados! !agachados!, inmediatamente pelaban por sus machetes, fajándose  a machetazo limpio con el enemigo. Por estar siempre agachado,  los restos de Jesús González fueron trasladados al Panteón Nacional.  Al conocerse  la decisión de llevar los restos mortales de El agachado a ese histórico lugar y los actos a realizarse en su honor, relata Lucas Manzano,  no hubo quien no llevase las manos a la cabeza en señal de mortificación. Eso ocurrió el 22 de abril de 1898.

Llegada del primer automóvil a Guarenas y Guatire

Cuando corría el año de 1913, Edgar Anzola, pionero de la radiodifusión venezolana, hace su entrada  a la ciudad de Barquisimeto, guiando un automóvil, empresa que dejó sorprendido al universo venezolano. Ese mismo año, Domingo Otatti, conduciendo un automóvil, parte de Caracas vía Guarenas—Guatire. A través del servicio telegráfico se les comunicaba a las autoridades de esas poblaciones mirandinas que debían estar pendientes de la llegada del arriesgado conductor. Muchas fueron las personas que se congregaron en esas localidades, tributándole a Otatti grandes aplausos. No faltaron, como lo reseña el periodista, cronista oficial de Caracas, Guillermo José Schael, autor consultado para escribir esta nota, los discursos pronunciaos por destacadas personalidades del lugar, señalando la hazaña cumplida y la valentía del piloto.  Muchos obstáculos tuvo que vencer Otatti para cumplir con la travesía. Toda una hazaña para la época. Debió cruzar los cauces  de las quebradas y ríos existentes entre Petare y las dos poblaciones ya nombradas. En algunos lugares  debió bajarse del vehículo, pedir auxilio a los campesinos del sector para poder salir de algún atolladero. Debió utilizar como espacio para circular el mismo que empleaban las bestias de carga y las carretas y lo que quedaba de la llamada carretera del Este inaugurada por el presidente Antonio Guzmán Blanco.

A través de los escritos de Guillermo José Schael, sabemos que será el señor Domingo Otatti  el encargado de establecer el primer servicio de automóviles de alquiler en Caracas, instalándose en una antigua cochera que se encontraba situada en la esquina de Santa Capilla, en el sitio donde se alza la sede del Banco Central de Venezuela. Recordaba Guillermo José Schael que algunos amigos del empresario consideraban esa iniciativa como una locura, perdiendo irremediablemente la inversión, ello, porque quién estaría dispuesto en Caracas a arriesgar la vida en máquinas tan peligrosas y salir por esas calles como alma que lleva el diablo. Los críticos también alegaban que el humo que despedían  los carros era venenoso, alegando que el transporte más cómodo y seguro  no era otro sino el coche tradicional, el halado por caballos. Eso y mucho más se dirá acerca de los automóviles a comienzos del siglo XX en Venezuela. Al nombrar aquí a los coches orientados por bestias, el historiador Lucas Manzano reseña que el 4 de enero de 1845, se inaugura el primer servicio de coches, los halados por caballos, entre Caracas y La Guaira, empresa que comandó Manuel Delfino.  

Historia Menuda VIII

Carreteros De Guatire

Este Escribidor, como diría el historiador Manuel Caballero, vio a la lentas carretas, arrastradas por mansos bueyes, las cuales transportaban la caña de azúcar hasta el trapiche de la hacienda La Margarita, propiedad de Manuel Hernández Suárez y administrada por Wenceslao Ascanio, cortada por curtidos labriegos, diestros en la manipulación de machetes bien amolados. los nobles bueyes obedecían las órdenes, a través de una curtida garrocha de los veteranos gañanes, peones que tenían esa responsabilidad. esa hacienda, La Margarita,  hoy está convertida en una moderna urbanización, como todos los terrenos donde se producía caña de azúcar  y, en consecuencia,  se obtenía papelón, azúcar, melaza, aguardiente.­

No recuerdo nombres de los gañanes que hacían el transporte del dulce tallo, quienes fueron sustituidos, con el paso de los años, por un vehículo conocido como “zorra” y por camiones de los llamados de “estacas”. por cierto, el señor Manuel Hernández Suárez, quien en guatire también fue dueño de una botica, identificada como La Fe, ocupó un curul en la asamblea legislativa del estado Miranda, cuando la capital se encontraba en Ocumare del Tuy, desempeñándose como  vicepresidente de la misma al ser mudada la capitalidad a Los Teques, acto que obedeció a un  capricho del dictador Juan Vicente Gómez.

En gratas conversaciones, especie de tertulias familiares que tenían lugar después de la cena, donde no faltaban aromáticas bebidas como café y chocolate, llegué a escuchar por boca de mi abuela materna, de mi madre Clemencia Sánchez y del tío Simón Guzmán, nombres de veteranos carreteros, quienes en Guatire cumplieron jornadas de primera. En ese gremio se encontraban, entre otros, por ser los más conocidos, Jacinto Regalado, Julián Rosas, Antonio Meza, Ángel Romero, Joaquín Serrada, José Dolores Istúriz, Manuel Vicente Rangel, Ignacio Muñoz. todos ellos realizaban viajes dentro y fuera del pueblo transportando mercancía y pasajeros.

En los viajes fuera de Guatire, los carreteros hacían paradas donde existían pulperías, rancherías y posadas. en el centro de Guatire las carretas llegaban a la pulpería y ranchería de García Hernández, lugar donde se alquilaban bestias a los viajeros. en esos amenos encuentros, se tocaban muchos temas, también se oían bellas melodías y la voz cantante era la de mi progenitora. en esas intervenciones se decía que en el establecimiento de Fernando Romero se encontraba el mejor tren de carretas y eran muy  conocidos los locales,   por la variedad de productos que exhibían, de Pedro García Guillén, Salvador González y Prieto González. estos carreteros trasladaban de Guatire a Caracas lo que producían las haciendas de caña y de café del valle de Santa Cruz de Pacairigua y de la capital, los vehículos venían cargados de las mercancías con las que se surtían los comercios como los ya nombrados. tiempo cuando las familias empleaban este medio de transporte para ir a Petare, Chacao y  Caracas. En una carreta hizo su primer viaje a Caracas, en compañía de su madre, el afamado músico guatireño Vicente Emilio Sojo.

Formas pavosas de la gastronomía venezolana

Según el genial caricaturista, humorista, conferencista, muralista Pedro León Zapata,  fundador de la cátedra de humor Aquiles Nazoa de la Universidad Central de Venezuela, todo un acontecimiento cultural en nuestro país, señala que en la gastronomía criolla se tienen como cosas pavosas, los huevos duros teñidos de morado, las caraotas con pimentón, la ensalada de chayota, las arepas de maíz amarillo, los quinchonchos, los rábanos blancos, el dulce de mamón, los frascos de encurtidos tapados con una tusa, sacar la carne de la sopa para freírla, utilizar el caldo del hervido del mediodía para hacer la sopa de la noche, echarle azúcar a la cerveza negra.

Lo  pavoso continúa con aquello de comer dulce de pasta por la mañana, meter majarete en las piñatas, sacar el jugo de las naranjas y guardar los bagazos para hacer dulce, pelar cambur con cuchillo, comer esa mezcla de caraotas con funche, llamar comodoro al hielo raspado, tomar café con leche en el almuerzo y sumamente pavoso si se toma en maracaibo, donde no le dicen  café con leche, sino café de leche, beber agua de conchas de guásimo, comer guásimo, caujaro, guama, cariaquito, cundeamor, ciruelas de las que sirven para las parótidas, jobo y pepa de mamón asada.

Como esta nota esta bañada de humorismo, género literario que nunca ha sido del agrado de nuestros gobernantes,  les comunicaré que, según el brillante educador y humanista Efraín Subero, hijo de la población de Pampatar, Isla de Margarita, donde el Cristo del buen viaje protege a sus habitantes -  el semanario humorístico el morrocoy azul  después de fantoches, es el más importante periódico del siglo  XX. el “Morrocoy Azul” fue fundado por Miguel Otero Silva, gran amigo de Pedro León Zapata. en ese vocero ideado por Miguel Otero Silva, colaboraron mentes brillantes como la del  propio Miguel Otero, Andrés Eloy Blanco, Francisco “Job Pim” Pimentel, Francisco José “Kotepa” Delgado, Gabriel Bracho “Dominguito” Montiel, Carlos Irazábal, Antonio Arráiz, Isaac J. Pardo, Aquiles Nazoa, Manolo y Alejandro García Maldonado, Jesús González Cabrera, Rodolfo Quintero, Luis Pastori, Carlos Fernández, Víctor y Pedro Juliac, Rodolfo Quintero, Luis Pastori, Horacio Vanegas, Paco Vera, Firmo Pesquera, Antonio Saavedra, Rafael Guinand y Joaquín González Eiris, la mayoría de los que escribían para  el “Morrocoy Azul”, firmaban sus trabajos con seudónimos, como el poeta Andrés Eloy Blanco, quien empleó los de Morrocuá Bleu, Morrocoloco, Cero Tres, Miura Monagas, Francisco Villaguada.

Los Seudónimos De Miguel Otero Silva

Miguel Otero Silva se destacó como humorista, periodista, novelista, dramaturgo, poeta, político y como ciudadano ejemplar. nació el 26 de octubre de 1908 en Barcelona, estado Anzoátegui. en su juventud formó parte de la llamada Generación del año 1928, integrada por jóvenes estudiantes universitarios que ese año se lanzan a las calles de Caracas, aprovechando el carnaval, para protestar contra el gobierno del dictador Juan Vicente Gómez. la represión no se hizo esperar. grueso número de universitarios fueron enviados a las cárceles y a cumplir trabajos forzados en las colonias, Araira y en Palenque, estado Guárico. en más de un movimiento contra Gómez se ve comprometido Miguel Otero Silva como lo fue,  la toma, en 1929, de la isla de Curazao. entre prisiones, persecuciones y exilio pasaron muchos años de la vida de este intelectual venezolano.

Miguel Otero Silva será, al lado de su padre Henrique Otero Vizcarrondo y Antonio Arráiz, fundador del diario “El Nacional”, el 3 de agosto de 1943 y, como ya hemos señalado más arriba, de el “Morrocoy Azul”, el cual sale a la luz pública en 1941.  Miguel Otero Silva empleó los seudónimos de Mickey, Morrocuá Descartes, Lúcido  Quelonio, Sherlock Morrow, Morrocoy Sprinter, Miotsi, Aureliano Buendía. Como escritor nos dejó, en el universo literario obras como “Agua Y Cauce”, “Fiebre”, “Elegía Coral a Andrés Eloy Blanco”, “La Mar que es el Morir”, “Casas Muertas”, “Oficina No. 1”, “La Muerte de Honorio”,  “Cuando quiero llorar no lloro”, “Lope de Aguirre”, “Príncipe de la Libertad”, “La piedra que era Cristo”. 

Juan Vicente Gómez, Lector

Cuenta el historiador Carlos Siso en su obra “Castro y Gómez”, importancia de la hegemonía andina, que en una oportunidad pasaba el doctor Alejandro Urbaneja, acompañado por el doctor Pedro Arismendi Lairet por el lugar donde estaba el estudio de fotografía Manrique situado en la caraqueña esquina de Gradillas a Sociedad, donde se encontraba un retrato de gran tamaño del General Gómez, en traje civil y con un libro en la mano. al verlo el Doctor Urbaneja se detuvo y en lenguaje guasón le improvisó esta estrofa: “/míralo y no te desplomes/ en esa fotografía/ esta Juan Vicente Gómez/ leyendo filosofía/ y no lo digo por mofa/ porque soy un hombre serio/ que si improviso una estrofa/ no es buscando un ministerio/.

El historiador Carlos Siso también narra que otra  oportunidad y en relación al mismo retrato, pero colocado en una casa que poseía Gómez en Valencia, al llegar a la misma el General Cipriano Castro, se encontró que en una de las salas el General Alcántara y Manuel F. González veían atentamente el mismo cuadro. al observarlos, el General Castro, intencionalmente les dijo: ¿qué están ustedes viendo, en ese retrato? allí está Juan Vicente leyendo el libro primario.

Desde hace muchos años se viene diciendo que el General Gómez no sabía leer ni escribir. al respecto, en algunas de nuestras lecturas, nos hemos encontrado con notas donde se revela que de niño asistió a la escuela, que escribía mal, especie de palotes y leía mal. también se dice que en su cuarto, en su residencia de Maracay,  mantenía un cuaderno con los nombres de las mujeres, colocados por él,  con las que había tenido relaciones sexuales y los hijos habidos con ellas. lo que sí dominó fue el campo de los números, donde demostró habilidades como administrador, lo que quedó demostrado en las negociaciones  que mantuvo con las casas comerciales de los alemanes, establecidas en San Cristóbal, que les compraban el café que cosechaba en el fundo La Mulera que había heredado de su padre. No olvidar que, al emprender la empresa llamada Revolución Restauradora, el  jefe de ese movimiento, Cipriano Castro, le entrega a Gómez la responsabilidad de administrar los recursos necesarios para financiar la invasión a Venezuela que se había emprendido desde Cúcuta, Colombia, responsabilidad que Gómez cumplió con esmero.         

Historia Menuda IX

Dejaron abandonada la urna del presidente en la calle

El historiador Francisco González Guinán, en  su obra sobre historia de Venezuela, nos narra que,  al ser trasladado los restos del presidente Linares Alcántara al Panteón Nacional, ya cerca de la plaza y lugar donde colocarían la urna, se presentó una situación confusa, reinó el pánico, las tropas se desorganizaron, se oyeron disparos de fusiles… la gente corrió, hubo personas heridas y muertas. En ese momento, así lo va describiendo el historiador González Guinán, cuando la multitud corría de un lado para otro, los que llevaban la urna con los restos del presidente Linares Alcántara,  la dejaron caer al piso, abandonada en plena calle. El historiador  Vinicio Romero Martínez, señala en su trabajo “Qué celebramos hoy”, que  al  superase el desorden todo volvió a la normalidad y los actos continuaron como estaban programados. Una leyenda, la cual ha corrido de boca en boca en Venezuela, dice que el presidente Francisco Linares Alcántara, lo sorprendió la muerte después de comerse un trozo de lechosa, así se dice, en el sector Curucutí, en la vieja vía hacía La Guaira, cuando por la misma circulaban coches halados por caballos. Desde ese momento al sitio se le tuvo como pavoso. El deceso se produjo en la casa de la Compañía Güipuzcoana, el 30 de noviembre de 1878, no por haber ingerido una porción de lechosa, sino por un fuerte ataque de pulmonía. Francisco Linares Alcántara apenas estuvo en la primera magistratura 18 meses de los dos años que le correspondían. El congreso le otorgó el año anterior a su fallecimiento, el título de Gran Demócrata, este  reconocimiento le fue dado por haberse desempeñado, el poco tiempo que le tocó gobernar, como respetuoso de las libertades, por haber concedido amnistía  a los presos políticos y haber permitido el regreso de los exiliados políticos, expulsados por Antonio Guzmán Blanco.

Francisco Linares Alcántara era hijo natural del general Francisco de Paula Alcántara,  prócer de nuestra independencia y de doña María del Rosario Linares y había nacido en la villa de Turmero, estado Aragua el 13 de abril de 1825. Su actuación como militar y político se encuentra plasmada en la obra Los presidentes de Venezuela del académico Guillermo Morón, quien al hacer mención de la muerte del presidente no se refiere a lo de la lechosa, sino que una afección  bronquial le molestaba en el trayecto y al llegar a La Guaira se aloja en la casa de la aduana, conocida también como de la Compañía Güipuzcoana, donde muere el 30 de noviembre de 1878. Su cadáver se mantuvo en capilla ardiente en la Casa Amarilla, luego trasladado a la Catedral y de allí al Panteón Nacional. Este ilustre venezolano, de ideas democráticas, se casó con la joven Belén Esteves de 15 años de edad y él de 40 años. De esa unión nacieron, los nombra Vinicio Romero Ramírez, seis hijos. Al quedar viuda la señora Belén Esteves se une al doctor Francisco Yépez, con quien tuvo cuatro hijos. El historiador citado, nos recuerda que el presidente Alcántara tuvo cuatro hijos naturales. Por cierto, el presidente Alcántara era hijo natural y al ser reconocido por su padre, usó siempre como primer apellido el de su madre.

Teodoro “Teo” Capriles Y Su Vocación Artistica

En nuestro país la figura de Teo Capriles es conocida fundamentalmente como ciclista y nadador.  Su afición por el ciclismo comienza cuando corría el año de 1934, quiso participar en las olimpiadas mundiales celebradas en Berlín en 1938, lo cual no pudo ser, dado que en Venezuela no existía comité olímpico. A pesar de ello Teo viajó  a Europa para observar lo que allí estaba sucediendo en el campo deportivo y en especial en el ciclismo. Su nombre se agiganta cuando participa, en 1938, en los primeros Juegos Deportivos Bolivarianos de Bogotá y en 1946 en los Centroamericanos y del Caribe, Barranquilla, Colombia. Fue fundador de la Federación Venezolana de Natación. El velódromo caraqueño fue bautizado con su nombre. Ahora bien, lo que muchos venezolanos no conocen es la formación artística que poseía Teo Capriles. Trataremos de darles en esta nota una breve pincelada sobre esta parte de la vida de tan ilustre ciudadano.

Teodoro “Teo” Capriles fue miembro fundador del histórico Orfeón Lamas, creado por el Maestro Vicente Emilio Sojo el año de 1930. Ese  mismo año  hace su aparición la Orquesta Sinfónica Venezuela, organización también producto de las inquietudes del Maestro Sojo. Se sabe, de acuerdo a trabajos biográficos sobre Vicente Emilio Sojo,  que  cuando nombran a Teo Capriles, señalan que provenía de un hogar donde la música constituía elemento importante en la existencia de sus progenitores. Su madre, Angelina Brandis poseía una bella voz de mezzosoprano  y su progenitor Isaac Mardoqueo, se  encargaba de traer discos desde Europa, hacia donde viajaba con cierta frecuencia en asuntos de negocios, como lo recuerda Rafael Salazar en nota de presentación del Álbum Teo Capriles canta a Caracas, Canciones pícaras y  festivas del siglo 19 en Venezuela, donde también narra que ese material discográfico era escuchado, en la casa de la familia Capriles, por amantes de todo lo relacionado y todo lo que encerraba la cultura musical, como Salvador Llamozas, Pedro Elías Gutiérrez, Jesús Santiago Rodríguez, Monseñor Bertolini, Vicente Emilio Sojo, Luis Roche, Enrique Pérez Dupuy, los hermanos Calcaño, los Plaza, Edmundo Monsanto, Pedro Ángel González, Armando Reverón, José Antonio Ramos Sucre. Nombres que con en el correr de los años le dieron brillo a Venezuela, por todo lo que aportaron en el universo de la cultura.

Teo Capriles transitó por los caminos de la pintura. Fue alumno del sabio artista plástico Antonio Edmundo Monsanto, quien orientó a más de una generación de artistas en nuestro país. Se sabe que llegó a pintar más de 300 obras que él identificó como casas, casitas e iglesias coloniales. Quien esto escribe llegó a ver a Teo Capriles en Guatire, frente a la vieja iglesia parroquial, la levantada después de haber sido derribada la que allí existía por el terremoto del mes de octubre de 1900, plasmándola en el lienzo, manejando con soltura los pinceles. La música, la pintura y el deporte  constituyeron la pasión de Teo Capriles, hijo de Caracas, ciudad donde nació el 26 de junio de 1907.  Se nos escapaba decirles que Teo Capriles personificó a Florentino y Antonio Lauro, al Diablo, en la Cantata de Antonio Estévez, inspirada en el genial poema de Alberto Arvelo Torrealba.

Al revisar el álbum Teo Capriles canta a Caracas canciones pícaras y festivas del siglo 19 en Venezuela, compiladas y armonizadas por Vicente Emilio Sojo e ilustrada por Pedro León Zapata, nos encontramos que  la voz de Teo  interpreta composiciones como “Don Ramón”, bolera de autor desconocido; “Ave María, ¡Que muchacho!” galerón, se cree que de origen llanero;  “Canción de molienda”, tonada de trabajo recogida por el poeta Rafael Olivares Figueroa, en Tucupido, estado Guárico; “El palito”, merengue de La llora;  “El Simplicio”, canción de autor desconocido; “La bandera tricolor”, guasa de la post-guerra legalista, de autor desconocido; “San Juan se va”, tonada negra de Guatire;  “La vieja y la muchacha”, bolera del cantador popular guatireño Julián Tovar; “La guasa retozona”, guasa de autor desconocido; “Siete cocineras tengo”, bolera cantada por el guitarrista y voz popular Demetrio Araujo; “ A la sombra de un cují”, pasaje, posiblemente de origen guatireño;  “La gallineta”, canción de payaso, atribuida al payaso “El elegante Braulio”;  “Salve, romance de Navidad”, se cantaba antiguamente por las noches en Guatire;  “Oligarcas, ¡temblad!”, canción de la Guerra Federal de autor desconocido; “Sancocho e güesito”, guasa, versión recogida en Guatire por Vicente Emilio Sojo;  “No hay en mi huerto flores”, canción, composición entonada por antiguos trovadores;  “Vaya a bañarse”, merengue, llegó a Guatire gracias a un clarinetista de Curiepe;  “No vayas a misa Elisa”, guasa, cantada en Guatire;  “La cochina”, joropo, se cree que de origen larense.

A las creaciones ya nombradas le siguen “Para darle gloria a Guzmán”, canción de payaso, obra del payaso llamado Merchán;  “Niño malcriado”, joropo, de autor desconocido; “Cántico a la Virgen María”, canción de catecismo, de E. Moreno; “La valencianita”, canción infantil de origen hispánico; “Los niños chiquitos”, canción de cuna, recogida por el profesor Rafael Olivares Figueroa, en San Lázaro, estado Trujillo; “La lora”, guasa de autor desconocido; “El San Pedro”, canto y baile de Guatire y Guarenas.   

De este listado de canciones, seleccionamos una estrofa de “Ave María ¡Que muchacho!”, “Salve” y “La cochina”:

Ave María, ¡Que muchacho!

Ave María, que muchacho, que le encargué una chiva hembra, y me trajo un chivo macho.

Salve

San José tendió la cama con linos de Alejandría; y le dijo a su casta esposa; ven a dormir, mi María. ¡Salve! Salve Regina, ¡Salve!

La cochina

Tu mataste tu cochina, no me diste ni el rabito; cuando yo mate a la mía, no me vengas con brinquito.

 

Famosos cocheros de Caracas

Los cocheros, como los parihueleros, dejaron una importante huella en esa Caracas que ya se marchó, como muy bien lo señala el cronista Alfredo Cortina en uno de sus amenos escritos. En gratas pinceladas redactadas por cronistas, historiadores, periodistas, se nos dice que los pertenecientes al gremio de los cocheros, con sus vehículos, halados por bien cuidados caballos,  se conseguían estacionados en el centro de la ciudad, por los alrededores del Capitolio, esquina de Monjas y también a la salida de los teatros y clubes. A los aurigas, que así se identifican también a los cocheros,  se les conocía por su forma de vestir. Mostraban sus levitas, chalecos, sombreros de copa alta, conocidos como pumpás, pantalones negros y camisa blanca. Por cierto, escribe el cronista Lucas Manzano, guía en la redacción de esta nota, que el 19 de enero de 1845, se inaugura el primer servicio de coches, orientados por caballos, entre Caracas y el puerto de La Guaira, empresa ideada por el señor Manuel Delfino, iniciando esa actividad con ocho diligencias tiradas por cinco caballo cada una, saliendo, en Caracas de la esquina de La pedrera, con paradas, para comer algo y para el descanso de las bestias en los sitios conocidos con los nombres de Curucutí y Guaracarumbo,  ruta para transitar carruajes, carretas, caballos y bestias de cargas, lugares éstos que todavía existen en la carretera vieja Caracas – La Guaira.  El jefe de los cocheros de la empresa se conocía con el nombre  de Botalín. El señor Manuel Delfino también era propietario de la famosa Posada León de oro, situada entre Bolsa y Mercaderes, fundada en 1837. Por cierto, la Parada de Curucutí se tenía como pavosa, dado que allí hizo su última parada el general presidente Francisco Linares Alcántara, fallecido en La Guaira después de comerse una sabrosa lechosa en ese popular sitio, demostrándose luego que la muerte se debió a una pulmonía.  El cochero del presidente Linares Alcántara se le identificaba como Padre Eterno, ello por haber vivido 105 años y fue el encargado de colocarle los apodos o remoquetes a la mayoría de los postillones caraqueños, como  Sancocho, Mascavidrio, Morcilla, Taparita, Rey del cobre, El elegante, Rabanito, Tántalo.  De este tipo de bautizo se escaparon  Jean Louis Leroux,  cochero de confianza del presidente Antonio Guzmán Blanco; Felipe, responsable del coche del también Presidente Joaquín Crespo y otro Felipe, quien llevó, antes de la llegada de los automóviles, las riendas de los caballos de carruaje Victoria que usaba Juan Vicente Gómez. El último cochero que se vio circular por las calles de Caracas se llamaba Isidoro Cabrera, a él  no se le conoció ningún alias. A Cabrera  se le recuerda mucho, gracias a  Billo Frómeta, quien creó una grata composición musical conocida por todos los venezolanos: “¡Epa, Isidoro!”.

Historia Menuda X

Dos Periódicos Manuscritos Del Estado Miranda

En Guatire, municipio autónomo Zamora y en Caucagua, municipio autónomo Acevedo, vieron la luz dos voceros manuscritos, ambos ideados por José María Fránquiz Jiménez, escritor, jurista, músico, autor del trabajo “Un pueblo en ruinas”, donde describe la tragedia causada por el terremoto de octubre de 1900, fenómeno que causó graves daños, derribando el templo  parroquial, levantado nuevamente en el mismo sitio, por iniciativa del recordado reverendo José María Istúriz y la colaboración de todo un  pueblo.

Este sacerdote, muy querido por la familia de Guatire, amigo de la música, donó la herencia que le habían dejado sus padres, la cual, al lado de las contribuciones de las familias, contribuyó, en aquel triste momento, para levantar nuevamente la Casa de Dios. José María Fránquiz Jiménez, quien fuera alumno de Régulo Rico e integrante de la Unión Filarmónica, agrupación musical fundada por el maestro Rico en 1901, editará en Guatire “El homenaje”, quincenario manuscrito, el cual comenzó a circular el año de 1899, hace ya 121 años.

Este destacado mirandino, Fránquiz Jiménez,  hijo de Guarenas, en su obra inédita “Recuerdos de periodista”, al hacer referencia al “Homenaje”, escribe lo siguiente:

En 1899 fundé en Guatire un quincenario manuscrito titulado “El homenaje” para que sirviera de órgano a la Junta del Solemne Homenaje al Cristo Redentor, de la cual fui secretario, a la vez que miembro corresponsal del comité de Caracas.

En otra del escrito aparecido en “Recuerdos de periodista”, se dice que uno de los primeros  editoriales de “El homenaje” fue adoptado como editorial  del diario católico “La religión” en la época cuando la dirección de ese importante  periódico, vocero de la iglesia católica venezolana, lo dirigía el Pbro. Monseñor Dr. Juan Bautista Castro. Les dejamos a continuación parte del primer editorial del vocero “El homenaje”, recogido por Fránquiz Jiménez en “Recuerdos de periodista”:

Al aparecer esta humildísima  hoja en el campo del periodismo cúmplenos declarar el fin que persigue, los ideales que la inspiran y los moldes a que habrá de ajustarse en el curso de su existencia… Desde luego, podemos decir que aspiramos a ejercer una misión eminentemente civilizadora y que, enamorados del bien lucharemos por el triunfo de la Verdad, porque la Verdad es el Bien Supremo y el que la posee disfruta anticipadamente de una envidiable beatitud.

Para el año de 1904, José María Fránquiz Jiménez continuaba residenciado   en Guatire, donde, producto de sus preocupaciones por la difusión del pensamiento había instalado una pequeña imprenta, identificada como “La guatireña” y donde se imprimió su libro “Un pueblo en ruinas”. En esa modesta imprenta se editó el semanario “El esfuerzo”,  1904, el cual llegó a circular por más de un año “y cuyas tendencias,  propósitos y luchas con las hostilidades del medio y de las dificultades económicas, pueden vislumbrarse  en los artículos editoriales que en esta colección recojo”. Se refiere aquí Fránquiz Jiménez a su trabajo inédito “Recuerdo de periodista”. 

Las inquietudes de José María Fránquiz Jiménez no se quedan allí, ya que, al mudarse a la población barloventeña de Caucagua el año de 1906, donde cumple funciones jurídicas, se  reúne con un grupo de ciudadanos preocupados por el progreso de su comunidad, proponiéndole fundar  un periódico y, algún tiempo después, revela Fránquiz Jiménez, un grupo de entusiastas jóvenes  fundaron  el semanario “La pluma”, el cual circuló primero manuscrito y después impreso.

 Recordados Programas De Radio

Quien esto escribe, recuerda que en mi hogar, primero en Araira, antigua Colonia Bolívar y en Guatire, las programaciones radiofónicas que mi madre sintonizaba para ser escuchadas por familiares y amigos que se daban cita a la casa para deleitarse con todo lo que se trasmitía. El aparato, el radio, como se decía antes, estaba colocado en una repisa, a la que solo alcanzaban mi padre, mi madre y la abuela, quienes tenían la misión de ubicar la emisora que trasmitía los programas a escuchar, entre ellos “El misterio de las tres torres”, “La familia Buche y Pluma”,  “El derecho de nacer”,  “El galerón premiado”, “La bodega de la esquina”, “El bachiller y Bartolo”, “Tamakún, el vengador errante”, “El tío Nicolás” y los radioteatros, donde se trasmitían obras de conocidos escritores. En  “La familia Buche y Pluma”, con libreto de Carlos Fernández , actuaban  Ana Teresa y Josefina Guinand, León Bravo, entre otros actores y actrices; “El galerón premiado”  estaba a cargo de Rafael Guinand, quien, con dominio del humorismo, género que él conocía en profundidad, se refería a los problemas que golpeaban a la sociedad venezolana; “Pancho tiznado”, con Félix Cardona Moreno; “El Bachiller y Bartolo”, lo personificaban dos grandes actores de la comicidad caraqueña, Abel Barrios y Amador Bendayán; “Tamakún, el vengador errante”,  lo caracterizaba Armando Palacios. En los inicios de la radiodifusión, las emisoras poseían sus respectivas orquestas, dirigidas por conocidos maestros de aquilatados méritos en su campo como Carlos Bonnet, Vicente Martucci, Luis Alfonzo Larraín, Adolfo Bracale, Simón Álvarez, Ángel Sauce y Geber Hernández. Evencio Castellanos, daba a conocer los dominios que poseía sobre el piano y Antonio Lauro, dirigía un conjunto criollo.

“Tío Nicolás” era Rafael Rivero Oramas, pionero de la radiodifusión criolla, hijo de la población mirandina de Tácata, lugar donde nació en 1904. En los cuentos de “Tío Nicolás” los personajes centrales eran los animales del bosque, siendo los más populares Tío tigre y Tío Conejo. Esas sabrosas y amenas narraciones las comenzó Rafael Rivero Oramas en los años 30 y las mantuvo hasta 1962. Para los niños de mi época,  ya ha corrido mucha agua por debajo de los puentes, nos fue muy familiar, para iniciar sus cuentos, cuando la voz de Tío Nicolás nos decía: “Mis queridos pitoquitos, ahora les voy a contar un cuento de Tío tigre y Tío conejo” Estas creaciones de Rafael Rivero Oramas, cuando no la oíamos a través de la radio, entonces las buscábamos en la escuela en la revista Tricolor, por él fundada, donde, al lado de los cuentos nos enterábamos de otros asuntos relacionados con tradiciones, costumbres, historia, leyendas, biografías, todo relacionado con nuestro país.

Don Alfredo Cortina en su documentada obra “Contribución a la historia de la radio en Venezuela”, nos ofrece una interesante semblanza sobre Rafael Rivero Oramas y su mágico personaje Tío Nicolás. Allí dice:

Su genio en la inventiva lo llevó a crear el famoso personaje de El Tío Nicolás, quien captó el cariño de todos los niños porque les llevaba distracción y alegría, haciéndolos viajar por ese mundo imaginativo del cuento… Imitaba a un hombre muy viejo que contaba cuentos y aventuras extraordinarias, creadas por su fantasía, donde figuraban Tío tigre, Tío  conejo, Tío zamuro y muchos otros como la bruja Cumbamba. Puso a los niños el nombre  de pitoquitos…

Rafael Rivero Oramas ideo, también para los niños la revista “Onza, Tigre y León”,  recibiendo reconocimientos dentro y fuera del país.

No Soy Cochero De Carro Fúnebre

En una oportunidad Rómulo Betancourt al referirse al el por qué no usaba el pumpa, sombrero alto de copa, manifestó que él no era cochero  de carro fúnebre.  Los conductores de los carruajes fúnebres, los halados por caballos, se distinguían  por llevar ese tipo de sombrero cuando conducían el vehículo hacia el cementerio. No era amigo de la levita, prenda que llegó a describirla como una especie de enjalma. En una oportunidad que se encontró con Justo “Pico” Tovar, una de las figuras más representativas de la Parranda de San Pedro de Guatire, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, le dijo, ya cercano el día 29 de junio, le preguntó a “Pico”que si se iba  a poner la enjalma para ir a zapatear y a cantar en honor a San Pedro. En otra ocasión se le escuchó decir a Rómulo que él era uno de los últimos sombreristas o sombrerúos de Venezuela. En más de una ocasión se le vio usar sombrero de cogollo, al cual llamaba “sombrero a la pedrada”.

A los que habían tomado camino de la montaña, a los guerrilleros, les montó lo de los coléricos de la zurda, señalando de paso que una guerrilla sin campesinos era como un arroz con pollo sin pollo Era alérgico a las  recepciones diplomáticas, a las que calificaba de hojalatería y así rechazar condecoraciones.

Rómulo, según notas de sus biógrafos jugo pelota sabanera y futbol. Este último deporte con sus compañeros del Liceo Caracas, dirigido por Rómulo Gallegos y donde estudiaron la mayoría de los jóvenes que formaron la llamada generación de 1928. De acuerdo con declaraciones de Yanesito, quien fuera dueño del equipo Venezuela en el beisbol  profesional, Rómulo era “royero”, simpatizante del equipo Royal Criollos  y del Caracas. En Guatire algunos de sus amigos decían que mantenía simpatía por la novena Pacairigua y admirador de Vidal López, conocido como El muchachote de Barlovento y Gandola a quien, según el mismo Yanesito, abrazó en forma entusiasta en el estadio Cervecería de San Agustín, siendo presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno a partir del 18 de octubre de 1945, a raíz del derrocamiento del general Isaías Medina Angarita.

Siguiendo con esas expresiones muy características de Betancourt, según él, Miraflores no era más sino un cascarón crespero, ello porque esa casona había sido edificada por el general Joaquín Crespo para habitarla con su esposa Doña Jacinta Parejo de Crespo y luego alquilada por Cipriano Castro para despachar desde allí cuando abandonó la Casa Amarilla a raíz del terremoto de octubre de 1900. Sobre este asunto se sabe que la misia Jacinta,  reclamó, después que Cipriano Castro abandonó el poder, por golpe de estado de su compadre Juan Vicente Gómez, el pago de varios meses de alquiler

Muchos comentarios  se han formulado en relación a discusiones, muchas de ellas muy fuerte, dentro y fuera de su partido Acción Democrática,  contra los zancadilleros,  tracaleros y adulantes. Rómulo se enfurecía tanto que se dice que llegó inclusive a romper más de una de sus pipas, al batirlas contra el escritorio, esta acción trascendió al pueblo el cual la bautizó como El  pipazo y cosa parecida sucedió con su característica risa conocida como romulera.

La pipa, tenía una excelente colección de las mismas, creo haber leído en alguna parte que hasta de las llamadas pipas de maíz figuraban  en su colección, la mantenía siempre repleta de picadura y constituía, como señalan algunos de sus biógrafos, elemento en su identificación. El propio Rómulo decía que escogía sus pipas de acuerdo a su estado de ánimo. Cuando estaba de buen humor tomaba una que él había bautizado “pizpireta”, palabra muy poco usada en nuestros días, se tiene como dama muy bien vestida. Cuando tocaba el tema de las pipas nadie lo paraba. Conocía las mejores, el precio de cada una de ellas. Rómulo nunca abandono sus pipas, estaba muy orgulloso de ellas y hasta de consigna electoral sirvieron, como lo de: Pipas, sí; chivas, no, aludiendo al régimen dictatorial de Fidel Castro. Rómulo se caracterizó por llevar siempre dos pipas en el bolsillo.

El eminente filólogo Ángel Rosenblat, fundador del Instituto de Estudios Filológico Andrés Bello de la Universidad Central de Venezuela, educador de dilatada trayectoria y autor de obras claves en el universo intelectual venezolano, entre ellas “Buenas y malas palabras”,  se encuentra una nota, referida a  “El vocabulario de Rómulo Betancourt”, explicando el significado de multisápida, obsoleto, sicofante, parafernalia, hampoducto,  entre otras palabras del léxico característico de Betancourt en sus discursos y escritos. Se nos escapaba, Rómulo identificó a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, como guarachera, porque los integrantes de ese régimen vivían de francachela en francachela, es decir, de sarao en sarao.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                       

 

 

 

 

 

 

             

 

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Semblanza de Jesús María Sánchez

Humildad, modestia y nobleza son cualidades de la naturaleza humana suficientes para que una persona pase inadvertida en cualquier lugar, pero es casi imposible ignorar la presencia de Jesús María Sánchez, poseedor de tales dones, por muy concurrido y amplio que sea el espacio en el cual se encuentre. Su estatura, física y espiritual, su voz, grave y portentosa, su sonrisa franca y seductora, su andar elegante y su carácter abierto y amigable, tiene un efecto centrípeto sobre quienes le rodean. Jesús María Sánchez nació en Vega Redonda, Araira, un 14 de septiembre de 1938. Guiado por su madre, Clemencia Sánchez, conoció personajes, historias, cuentos, costumbres y tradiciones de Guatire y Araira, que le llevaron posteriormente a investigar y documentar buena parte de la historia aldeana a través de diversos artículos de prensa, programas radiales y libros, que lo convirtieron en un ilustre guardián de nuestro gentilicio y sus tradiciones autóctonas, defensor de nuestra identidad cultural y reconstructor de nuestra historia. Formado en dos connotadas instituciones educativas del Guatire de mediados del siglo XX: el Grupo Escolar Elías Calixto Pompa y el Liceo Dr. Ramón Alfonso Blanco, desde muy joven se unió al movimiento cultural guatireño y junto con Guido Acuña y César Gil fundó la Casa de la Cultura del Estado Miranda, luego renombrada Casa de la Cultura Antonio Machado. Por entonces comenzó su prolífica e incansable labor de cronista aldeano y a falta de medios donde publicarlos fundó los propios como “El Tambor y Pamiragua”, hasta que surgieron semanarios como “La Voz” y “Rutas Mirandinas” que acogieron con entusiasmo sus escritos sobre la cotidianidad histórica de Guatire, Guarenas y Araira. También para esa época de principios de los años sesenta incursiona en la Radio con un programa de corte cultural que por arte de su manifiesta credibilidad, sus entretenidos guiones y su mágica voz se convirtió en todo un éxito a través de Radio Industrial; lo llamó “Festival, una verdadera fiesta dominical de conocimientos”. Años más tarde repetiría la experiencia y el éxito a través de Caliente Stereo con el programa “Por los caminos abiertos”. A Jesús María Sánchez se le reconoce como el historiador que rescató para la comunidad guatireña el Decreto que honró a nuestro pueblo con el merecido título de Villa Heroica, por atreverse a dar el primer grito de Federación más allá de las fronteras de Coro. Por el contrario no se le acredita mérito alguno por ser el cronista que rescató para la historia cultural del país la densa obra de Elías Calixto Pompa, excelso poeta nacido en la hacienda El Palmar en 1836, relegado al olvido hasta que con el tesón, paciencia y determinación atribuibles sólo a un paisano interesado en resaltar los valores de su patria chica, pudo Jesús María, luego de un arduo trabajo de investigación en la Hemeroteca Nacional, encontrar en viejos periódicos publicados entre 1862 y 1887, los poemas de K-Listo, como era conocido el poeta. Así, publicaciones como “El Federalista”, “El Porvenir”, “Diario de Avisos”, “El Siglo”, “Registro Literario”, “El Fonógrafo”, y “El Independiente”, impregnaron sus manos de polvo, su olfato de olor acre, y su mente de maravillosos sonetos que legó posteriormente a la comunidad zamorana en particular y al país entero en general. Publicó a través de la Casa de la Cultura del Estado Miranda las siguientes obras: “Apuntes sobre Guatire”, (1965); “Versos de K-Listo”, (1966); “Poemas y otros trabajos de Elías Calixto Pompa”, (1966) y “Documentos sobre la Colonia Bolívar”, (1968). De memoria prodigiosa, luego de jubilado de sus tareas docentes, Jesús María se convirtió en una especie de profesor ambulante que en cada festividad de la Santa Cruz, de la Parranda de San Pedro o de Villa Heroica es detenido en la calle para dictar clases magistrales sobre Guatire y Araira, sus tradiciones y sus personajes. El trata de camuflarse vestido como un sanpedreño cualquiera, con betún, levita y pumpá, de sanjuanero común y corriente con franela, pañuelo al cuello y sombrero de cogollo, o como ciudadano de a pié un 20 de septiembre con fresca guayabera pero ¡qué va!, no puede esconderse de quienes se convierten en alumnos fuera del aula por varios minutos. Jesús María Sánchez ocupa, sin duda alguna, un distinguido lugar en el Olimpo de los grandes ciudadanos nacidos en estos lares. Citado por: Palacios, A. (2018). Semblanza de Jesús María Sánchez. Personajes. [Documento en línea]. Disponible: https://guatire.com/semblanza-de-jesus-maria-sanchez/