Tipo
de Publicación: Historia menuda
Recibido: 29/10/2020
Aceptado: 10/12/2020
Autor: Jesús María Sánchez
Investigador histórico
Profesor, Locutor
Academia de la Historia del estado Miranda
Miranda – Venezuela
Co-Autor: Heyka Olivares
Lcda. en
Psicología (UCAB)
Lcda. En Educación
(UCV)
Postgrado
Relaciones Industriales (UCAB)
Miranda – Venezuela
https://orcid.org/0000-0003-3384-0113
Email: olivaresheyka@gmail.com
HISTORIA MENUDA. DIFERENTES TOPICOS DEL CONOCIMIENTO
EN EL ENTORNO VENEZOLANO
Resumen
Las historias
son interminables pero en esta producción se presentarán una serie de guiones
de radio, producto del discurrir de mas de cincuenta (50) años de trayectoria como
locutor de Jesús María, a través de emisoras radiales, investigaciones y
musicalización de diversas temáticas de la cultura general, historia, floklore
y personajes populares, entre otros; es un anecdotario que nos ha traído hasta
aquí con la finalidad de contribuir con el ideario histórico de las poblaciones
de Guarenas, Guatire y Araira; lugar de nacimiento del autor, del estado
Miranda, de Venezuela y el mundo entero. De allí surge el requerimiento de
divulgar vivencias de la historia con un lenguaje sencillo para despertar al
lector la emoción de descubrir las tradiciones de las sociedad venezolana.
Palabras Clave: Historia menuda, anecdotario,
vivencias, tradiciones.
LIttle STORY. DIFFERENT
TOPICS OF KNOWLEDGE
IN THE VENEZUELAN ENVIRONMENT
Abstract
The
stories are endless but in this production a series of radio scripts will be
presented, as a result of the passage of more than fifty (50) years of
experience as a presenter for Jesús María, through radio stations,
investigations and musicalization of various themes of the general culture,
history, folklore and popular characters, among others; It is an anecdote that
has brought us here in order to contribute to the historical ideology of the
populations of Guarenas, Guatire and Araira; birthplace of the author, the Miranda
state, Venezuela and the whole world. From there arises the requirement to
disclose experiences of history with a simple language to call up the reader
the emotion of discovering the traditions of Venezuelan society.
Keywords: Little story, anecdote, experiences, traditions.
La iniciativa de escribir la serie “Historia Menuda”, surge del intercambio
de palabras que disfruté en una oportunidad con el intelectual Manuel Alfredo
Rodríguez, en la Biblioteca Nacional de Venezuela, Distrito Capital, Municipio Libertador; lugar
donde trabajé por largos años.
Así pues, Rodriguez me comunicaba la necesidad de
divulgar la historia desde su génesis de manera sencilla y natural, con la
intensión de que fuera asimilada gratamente por el lector.
No obstante, me aferré a esta idea y por espacio
de cincuenta (50) años he estado dedicado a
divulgar por medios escritos y radiales, todo lo relacionado con la
investigación histórica, cultural, floklórica, deportiva, anecdótica,
científica, educativa, valores humanos, entre otros tópicos del conocimiento;
con la finalidad de hacer vibrar la fibra sensible de la familia venezolana y
sus residentes, asi como al lector interesado, todo ello en un lenguaje ameno y
entendible, sin desligarnos de lo mágico y ese cargamento de tradiciones que le
dan un sello especial a nuestra sociedad.
Historia Menuda
I
Gobernante
amigo del vicio y del juego
El Capitán General José
Francisco Cañas y Merino, representante del Rey en estos espacios, se
encargó del gobierno de Venezuela el 6 de julio de 1711, comenzando desde ese
mismo momento a patrocinar el contrabando, a organizar el comercio clandestino
con Curazao y a montar tiendas en Caracas donde se vendía la mercancía
contrabandeada. Este inescrupuloso gobernante colonial fue gran amante del
vicio, del dinero y de todo lo que oliera a negocio sucio. Cañas y Merino odiaba a los árboles y juró
que derribaría a los que adornaban el valle de Caracas, en particular los cujíes, de los que no dejó ni uno a lo
largo y ancho de la geografía caraqueña. Esa acción, el acabar con los cujíes,
la emprendió dicho gobernante, porque según él, el olor que de ellos brotaba
era insoportable y por lo tanto no de su agrado. Cañas y Merino estableció en
Caracas las carreras de patos y gatos, escogiendo para su escenificación,
terrenos situados en la Misericordia, hoy Parque Carabobo de Caracas.
También a él se debe otro juego, el descabezamiento de
pollos, el cual consistía en enterrar esas aves de corral en algunas plazas, dejándoles la cabeza al aire.
Los participantes iban armados de machetes bien amolados, montados sobre
veloces caballos y con las afiladas herramientas debían quitarles las cabezas a
los pollos. Los que lograban tener éxito en la competencia, obtenían como
premio, los pollos descabezados. A este
elemento, padre de la hediondez administrativa, léase corrupción a su más alto
nivel, fue enjuiciado y destituido de su cargo, hecho prisionero, juzgado y
condenado a muerte y despojado de todos sus bienes. El hombre se había
empantanado de tal forma que a la corona no le quedó otra salida que enviarlo
al otro mundo. La pena le fue suspendida y sus últimos días los pasó en Madrid.
El
Ánima de Taguapire
Revisando notas escritas por el amigo
guariqueño Jesús Loreto Loreto, a quien conocí y atendí en la vieja sede
de la Biblioteca Nacional, situada de Bolsa a San Francisco de Caracas, nos encontramos con asuntos relacionados con el Ánima de Taguapire, señalándonos entre
otros episodios, que la misma pertenecía
a Pancha Duarte, mujer a quien desde el hato de Barrialito, propiedad de
Don Simón Ron, trasladaban en hamaca muy enferma para Santa María de Ipire. El
cuerpo de la enferma iba cubierto con una cobija con el lado colorado hacia
arriba, mas los cargadores se dieron cuenta, narra nuestro informante, que la
enferma había muerto, se detuvieron para voltear la cobija y cubrir el cuerpo
con el color negro, lo que indicaba que la persona que estaba debajo le había
entregado su alma al Creador.
Después de haber ejecutado lo antes narrado, el cambio de
color de la cobija, los cargadores, al tratar de levantar el cadáver de Pancha
Duarte, para llevarlo al cementerio de Santa María de Ipire, no pudieron hacerlo
dado que la muerta se puso pesada, optando los curtidos labriegos del hato
Barrialito, por enterrar a Doña Pancha Duarte al pie de un árbol de Taguapire.
Desde ese entonces el ánima de Pancha Duarte, se le conoce como de Taguapire,
compañera inseparable de los viajeros y caminantes. Los viajeros que salen de
Valle de la Pascua, buscando el oriente del país, pueden contemplar el
santuario elevado en honor a Pancha Duarte, mejor conocida como el ánima de Taguapire, protectora de los
caminantes y viajeros.
Leyendas
Terroríficas
En la histórica ciudad de Caracas, fundada por Diego de
Losada, teatro del 19 de abril de 1810, del 5 de Julio de 1811 y cuna de
virtuosos hombres y mujeres, se hicieron famosas antes de llegar el alumbrado
eléctrico, una serie de leyendas todas producto de la penumbra reinante, entre
ellas el fantasma del Tirano Aguirre, La mula maniada, La sayona, El hermano
penitente, La dientona, El carretón de la Trinidad, El enano de la Torre de la Catedral,
El rosario de las ánimas, entre muchas otras recogidas por destacados cronistas
. Se cuenta, al leer sabrosas crónicas sobre la evolución de la ciudad en lo
que a tradiciones se refiere que, a más de un enamorado, cuando trataba de
acercarse a la residencia de la amada a medianoche, se lo llevó por delante la traviesa mula, la cual iba
echando candela por la trompa, las patas y por la parte trasera. Era algo del
terror. Se decía, en aquella Caracas donde el alumbrado, dentro y fuera de los
hogares, consistía en faroles, velas, cáscaras de naranjas con aceite y una pequeña mecha y candiles,
que el infernal animal representaba a una maligna mujer que había muerto hacía
algunos años y como castigo por su desmedida curiosidad, donde el chisme era su
estandarte, la habían convertido en la infernal bestia.
Al conocerse en el
seno de las familias que La mula maniada había salido brincando por las oscuras
calles caraqueñas, se formaban tremendos berrinches, que no eran más sino
soberanos alborotos, donde no faltaban desmayos, plegarias, oraciones, escapularios, al lado
de otras solicitudes para espantar a tan maligno ejemplar. Por cierto, cuando
escribimos berrinche, que en Venezuela significa alboroto, desorden, como lo
señala Marco Antonio Martínez, no es raro oír en el interior del país,
expresiones, entre muchas otras, como: “Si siguen con ese berrinche los voy a
sacar a punta de agua”. El autor arriba citado recuerda que en algunos lugares
del estado Táchira, berrinche se la aplica a personas o cosas que huelen mal.
En Zaraza, estado Guárico, berrinche está atado a olor fuerte y muy desagradable, mientras que en otra zona
llanera, en Apure, lo tienen como afición a la politiquería y alboroto.
Adoración Perpetua
El término Adoración
Perpetua se popularizó durante las
administraciones del general Antonio Guzmán Blanco, conocido como El ilustre
americano. Allí militaban los aduladores más encopetados que se movían en los
círculos guzmancistas entre los años 1870 a 1888 del siglo XIX. Los de la Adoración Perpetua conocían las
debilidades, sabían que al hombre le gustaban las aclamaciones, los homenajes,
los títulos, la pomposidad, la elevación de estatuas y el bautizo de obras con
su nombre. Recordemos las estatuas que se le erigieron en vida frente a la sede
de la Universidad, bautizada por el pueblo como El saludante y otra en el paseo
El Calvario, identificada como Manganzón y al estar concluida la edificación
del conocido Teatro Municipal de nuestros días, todos los hombres que se
cubrían bajo el techo de la Adoración Perpetua, señalaron que esa construcción
debía llevar el nombre de Guzmán Blanco, inmediatamente, con el voto unánime de
los legisladores del momento, fue aprobada la solicitud. A otros caudillos,
Joaquín Crespo, hijo del brujo Leandro Crespo y a Cipriano Castro, jefe de la
Revolución Liberal Restauradora, conocido
como El hombre de la levita gris y El cabito, también se sintieron a gusto con
las aclamaciones. Por cierto, en los días de Cipriano Castro, amigo de los
bailes y del buen licor, a los encargados de organizar banquetes, bailes y
recepciones, tanto en la Casa Amarilla, como en residencia privadas, los
llamaban ministros de alcoba.
Historia Menuda
II
Salones
de Billar y Cervecería
Durante las
administraciones de Antonio Guzmán Blanco, de acuerdo a lo señalado por el
genial humorista Aquiles Nazoa en su obra “Caracas física y espiritual”, van a
surgir, en el centro de la ciudad nuevos salones de billar, nuevas cervecerías
y lugares para tomar helados en los intermedios de las retretas en la plaza
Bolívar, donde existía un buen servicio de sillas en alquiler, utilizadas por
los amantes de las tertulias. Importante señalar que ese homenaje a Simón
Bolívar, la construcción de la plaza y la elevación de la estatua ecuestre, fue
obra de Guzmán Blanco. Los que deseen conocer cómo un terreno, donde funcionaba
un mercado, se transformó en la principal plaza de Caracas, le recomendamos la
obra escrita por Carlos Eduardo Misle, mejor conocido como Caremis. Al leer la
obra citada de Aquiles Nazoa, nos encontramos que durante los días
guzmancistas, la colina de El Calvario, es convertida en un cómodo y elegante
paseo, se pone en funcionamiento el ferrocarril Caracas - La Guaira, los
tranvías comienzan a circular por el centro y las afueras de la ciudad, la urbe
es iluminada con alumbrado a gas,
sustituyendo el de aceite de coco. En aquellos años, cuando Guzmán Blanco se
sentía más cómodo en París que en Caracas,
se dice que los caraqueños aprendieron a disfrutar del carnaval,
eliminando el agua y los huevos podridos, sustituyéndolos por perfumes y
flores.
Las nutridas informaciones recogidas por Aquiles Nazoa y
plasmadas en “Caracas física y espiritual”, nos informan de la aparición de
tiendas con influencia francesa y de la circulación de coches halados por caballos, con elegantes
pasajeros, que se dirigían a disfrutar
de los paseos hacia Puente de Hierro, El Calvario. La Casa Amarilla es
convertida y transformada en despacho presidencial, Antímano se convierte en
centro de visita, dado que Antonio Guzmán Blanco construye allí una amplia y
cómoda residencia, hasta donde se daban cita, coches y mediante una línea del
ferrocarril, la crema y nata de Caracas.
Historia
Menuda III
Los
músicos salieron corriendo y el caudillo
se asiló
En amenas páginas redactadas por documentados cronistas
encontramos que, para el año de 1868 el
general Antonio Guzmán Blanco se había residenciado en una amplia casona entre
las esquinas de Conde a Carmelitas, la cual sería ricamente adornada en ocasión
de celebrar un gran “sarao”, con motivo
del regreso del caudillo a Caracas, después de haber pasado una temporada en
Europa, momento que aprovecharía para
reunir a los militantes del partido liberal descontentos con el gobierno.
Al conocerse lo que planificaba Guzmán Blanco, el lugar fue
tomado por sus enemigos políticos, dado que consideraban la escenificación de
esa fiesta como una provocación. Los adversarios comenzaron a lanzar panfletos,
mientras planificaban cómo acabar con la celebración. Al llegar la hora de
hacer su entrada los invitados una multitud se colocó a las puertas de la casa
impidiendo la entrada de los mismos, los cuales se vieron obligados a pedir
refugio en los hogares vecinos, entre ellos,
el presidente encargado Guillermo Tell Villegas. Los músicos contratados agarraron sus
respectivos instrumentos, salieron corriendo y se fueron con su musiquita para
otra parte, tal cual dice la sentencia.
Por espacio de varias horas las piedras, entre ellas las conocidas
guarataras, convertidas en proyectiles, caían sobre el techo de la lujosa morada.
El organizador del festejo, que no era
otro sino Antonio Guzmán Blanco, se marchó rápidamente del lugar, refugiándose
en la Legación norteamericana y salió exiliado vía Curazao. Regresaría en 1870
para tomar el poder.
El ególatra Antonio
Guzmán Blanco estuvo al frente de la conducción del país en tres oportunidades.
La que se conoce como Septenio (1870-1877); el Quinquenio (1879-1884) y la
Aclamación (1886-1887). Su egolatría, como señala el historiador Ramón José
Velásquez, lo llevó a levantar sus propias estatuas y a juntar su figura junto
a la del Libertador. Las estatuas en cuestión se elevaron en Caracas, Valencia,
Ciudad Bolívar y Valle de la Pascua. El escritor Vargas Vila, quien conoció a
la Caracas guzmancista, sentenció que Antonio Guzmán Blanco había prostituido a
los intelectuales y premiado la adulancia. Este espigado caudillo federalista,
el más grande corrupto de nuestros gobernantes, así señalan sus biógrafos,
alardeaba de su riqueza personal, calificada como una de las mayores en tierras
hispanoamericanas. Uno de los pocos intelectuales que no se dobló ante el poder
de Antonio Guzmán Blanco, fue el mirandino Cecilio Acosta, considerado como la
mente mejor formada del siglo XIX.
Recetas de yerbateros y brujos
Los yerbateros y
brujos, existentes en los más apartados rincones de Venezuela, se tenían, cuando Venezuela permanecía
apartada de los logros de las ciencias, la educación, la cultura, obra de los
caudillos de montoneras que llegaron a gobernarla, como consejeros y
conocedores de los secretos de plantas, pócimas, menjurjes, oraciones, aceites,
utilizados por ellos, con sus ensalmos respectivos, como claves para combatir
las enfermedades que minaban los habitantes del país. En lo que se conoce como
la historia menuda venezolana, los yerbateros han estado ligados a los hombres fuertes que, como aves de rapiñas
metieron sus garras en el cuerpo del país. Muy conocidos fueron Telmo
Romero, brujo que llegó a ser consejero
del presidente Joaquín Crespo y de su
mujer Misia Jacinta Parejo de Crespo; Leandro Crespo, padre del gobernante
antes nombrado y creador de la famosa Tacamajaca de Ño Leandro, empleada para
hacerle frente a muchas dolencias; Jesús
María Negrín, en quien el dictador Juan
Vicente Gómez creía más que en los médicos que estaban cerca de él.
En ese orden de ideas,
se comenta que una de las pipas del presidente Rómulo Betancourt, identificadas
por el pueblo como cachimbos, se la había ensalmado un conocido brujo de
Barlovento, asunto que el líder fundador de Acción Democrática, no llegó a negar,
cuestión que al parecer le agradaba y por lo tanto dejó correr ese rumor. Había
dejado en mi macuto de los asuntos de brujos y yerbateros, encontrados en
páginas relacionadas con las montoneras que asolaron la geografía nacional, que
entre los seguidores de Ezequiel Zamora, se encontraba un personaje, enemigo de
los que supieran leer y escribir y, amigo de los zamuros, donde veía
personificado los ángeles.
De inmediato les dejo
algunas recetas recomendadas por veteranos brujos, yerbateros y “curiosos”, con
las cuales, según ellos se curaban los padecimientos de sus creyentes. Para la
debilidad de la vista, lo recomendable era comer romero, ruda y albahaca con
pan y sal. Para la llamada tos convulsiva, el
tratamiento consistía en tomar sopa o caldo de lechuza. Si alguien tenía
los ojos afectados, lo recomendable era llevar en el cuello una bolsita con
patas de sapo. Si le dolía la garganta, el debía buscar otra bolsita y meter en
ella una araña viva y llevarla colgando en el cuello. Para tratar con eficacia un
orzuelo, el mejor remedio era frotarlo con la cola de un gato y si la dolencia
era en el oído se debía tratar con la sangre extraída del rabo del mismo
morrongo. Para aliviar otros
padecimientos, como los del corazón, no había como comer gallina negra bien
aliñada y para la erisipela se tenía como el mejor remedio, preparar una
bebida base de huevos de hormigas con jugo de cebolla.
Telmo Romero, brujo,
yerbatero, loquero, quien se movió con soltura, como ya hemos señalado en las
alturas del poder durante la administración de Joaquín Crespo, desempeñándose
como director del Hospital de Lazaros de Caracas y del manicomio de Los Teques.
Escribió “El Bien General”, donde recomienda una serie de preparados eficaces, según él, para derrotar los males
del cuerpo y del espíritu. Este extraño personaje, estudiado por Ramón J.
Velásquez, Manuel Caballero, Ildefonso Leal y el suscrito, llegó a señalar que
poseía la fórmula para curar la lepra y la locura. Telmo Romero estuvo a punto
de ser nombrado Rector de la Universidad. Llegó a montar una botica, donde
comercializaba lo que él recomendaba.
Gerónimo Pompa, escritor, traductor, dramaturgo, botánico,
padre del poeta guatireño Elías Calixto Pompa, es el autor de la obra “Colección de medicamentos indígenas”, tratado
donde se publican las propiedades curativas de cada una de las plantas que allí
se nombran. Este trabajo se tiene,
según, estudiosos de la bibliografía nacional, como uno de los compendio del
cual se han realizado más ediciones en
Venezuela. Además, Gerónimo Pompa escribió “Las comedias sentimentales”, “El
amor casado y extravíos de los esposos en el matrimonio”, “El libertino
arrepentido”. Es también el autor de “Las flores parleras, poesías líricas y de
otros metros para el uso de la juventud venezolana”, Proyecto para el
estableciendo un instituto industrial en la República, Hermano y hermana
(opereta en un acto traducida del francés y La historia fisiológica de la
generación humana o arte de procrear el sexo que se quiera, obra escrita en
francés y traducida al español por el escritor ya señalado).
Asesinó al Reverendo Régulo Fránquiz
El padre Régulo
Fránquiz, hijo de Guarenas y destacada figura del clero venezolano, fue enviado
a la negra cárcel de La Rotunda, la cual estuvo situada en los terrenos donde
se alza hoy día la plaza La Concordia en el centro de Caracas, según diseño del
genial arquitecto Carlos Raúl Villanueva, por el solo delito de oponerse a la
sanguinaria dictadura de Juan Vicente Gómez, quien había llegado a Caracas el
año de 1899 al lado de su compadre Cipriano Castro, como segundo jefe de la
llamada Revolución Liberal Restauradora. El reverendo Régulo Fránquiz fue sometido, desde su llegada a ese tétrico
centro carcelario, a bárbaras torturas, las que le provocaron la muerte. El
encargado de ordenar la aplicación de los tormentos era el cabo de preso Nereo
Pacheco, quien por cierto también había nacido en Guarenas, donde se
desempeñaba como barbero y dio muerte a su concubina, enviado a La Rotunda, lo
nombraron cabo de presos, función que desempeñó entre 1913 a 1920, con la misión de aplicarles torturas,
tanto físicas como mentales a los presos políticos y colocarles en las comidas arsénico y vidrio
molido. Se dice que el tal Nereo Pacheco era buen tocador de arpa tuyera, la
cual tomaba entre sus manos para interpretar algunas pieza, siendo el golpe “La pava” su preferido,
mientras los presos eran torturados inclementemente.
En la extraordinaria
obra “Un venezolano de la decadencia”, escrita en la cárcel por su autor José
Rafael Pocaterra, aparece la descripción del siniestro personaje. Nereo Pacheco para acabar con la existencia
del Padre Régulo Fránquiz, le colocaba en la comida vidrio molido y
arsénico. Al morir Juan Vicente Gómez,
un grupo de venezolanos que habían estado en La Rotunda, entre ellos Víctor
Juliac, Salvador de La Plaza, Néstor Luis Pérez, Luis Rafael Pimentel, lo
acusan de los asesinatos del reverendo
Régulo Fránquiz, de Eliseo López, de Calimán y del Dr. Jiménez. Encontrado culpable de esos y otros crímenes, fue
condenado a 20 años de prisión el 8 de diciembre de 1936 y enviado a la cárcel
de El Obispo, lugar donde fallece cuando se encontraba pagando su larga
condena.
Por cierto, los
participantes del alzamiento en Guatire
el 5 de mayo de 1929, contra el régimen de Juan Vicente Gómez, donde
muere el Jefe Civil Luis R. Ostos, al ser remitidos a La Rotunda, los lanzaron
a unos calabozos conocidos con los nombres de El Silencio y El Olvido, de donde
salieron, casi muertos, Gustavo Blanco Sosa, Rosalio Aponte, Raimundo Toro,
Juan Francisco Pacheco, Ramón Dorta, Félix Mijares, Francisco Salazar, Néstor
Silva, Eugenio Muñoz, Natividad Rojas, entre otros.
Dentro de esas mismas
paredes estuvo por espacio de 14 años Román Delgado Chalbaud, padre de Carlos
Delgado Chalbaud, quien encabezó el golpe de estado que derrocó al presidente
Rómulo Gallegos, pasando a presidir una Junta de Gobierno, al lado de Luis Felipe
Llovera Páez y Marcos Pérez Jiménez.
Cosas del destino, padre e hijo murieron violentamente, el general Román
Delgado, de un certero balazo en una calle de Cumaná, cuando en 1929 invadió a
Venezuela, empleando el histórico buque conoció como Falke, mientras que su
hijo, el coronel Carlos Delgado Chalbaud, siendo presidente del país, es
secuestrado y asesinado el 13 de noviembre de 1950, por un grupo de individuos
comandados por Rafael Simón Urbina.
Tradición Desaparecida
Muchas tradiciones,
costumbres, creencias, leyendas, entre otros asuntos creados por nuestro pueblo
han ido desapareciendo, para darle paso
a lo que nos llega de otras civilizaciones. Cuenta el escritor Fernando Madriz
Galindo, autor de “Una visión de Barlovento”, “Una conversación venezolana”, “Crónicas
tradicionales sucrenses”, quien por
largos años se dedicó a bucear en el rico campo de las manifestaciones
culturales de la región de Barlovento y del Oriente del país, que antes existía
la costumbre, concretamente en los pueblos barloventeños, de “echarle el agua al recién nacido”, lo que
se celebraba, dice el autor citado, tomando el tradicional aguardiente quemado.
Este primer bautizo, identificado como casero,
se cumplía, así lo plasma Madriz Galindo, al cumplir la criatura diez días
de haber llegado al mundo. A este bautizo, del cual nos llegó a hablar nuestra
madre Clemencia Sánchez y mi abuela materna María Sánchez, se le conocía como
Bautizo de Agua y por lo tanto, se le denominaba a los protagonistas, compadres y ahijados de agua. A este bautizo, tal como lo recoge nuestro amigo Madriz
Galindo, le sigue el eclesiástico. Al llegar el momento en el rito eclesiástico
de echarle el agua bautismal a la criatura, ceremonia esta efectuada por un sacerdote en presencia de los padrinos,
padres e invitados, al regresar al hogar, donde se escenificaba el agasajo
correspondiente, usualmente amenizado con música bailable por un conjunto del
lugar, eso también lo compiló Madriz Galindo, la madrina le notificaba a la
madre, mediante un hermoso canto:
Comadre aquí está su niño, que usted me
entregó pagano, y por medio del bautizo yo se lo entrego cristiano
A lo entonado por la
comadre, la madre respondía, también melódicamente:
Yo lo recibió comadre, con mucho gusto
y contento, al recibir de sus manos, este primer sacramento. Comadre en gracia
de Dios, y por alta jerarquía, el sacramento nos une.
Don Rafael Del Junco
Cuando corrían los
meses del año de 1949, en todos los rincones de la residencia de mis padres en
Araira, antigua Colonia Bolívar, sector Vega Redonda, del municipio autónomo
Zamora, Guatire, se escuchaba a toda hora el nombre de Don Rafael del Junco. El
asunto era de tal magnitud que, quien
escribe, llegó a creer que el personaje en cuestión era un miembro de la
familia que había desapareció hacía muchos años y que, por la insistencia de nombrarlo, uno llegó a
pensar que Rafael del Junco había aparecido en un apartado lugar del país,
enterándose mi familia a través de alguna carta, telegrama o mediante alguna
conversación. Mi gran sorpresa fue cuando una tarde, entre las seis y media y
siete de la noche, mi madre Clemencia Sánchez, al lado de otros familiares,
comadres y amigos, se encontraba escuchando una emisora de radio, concretamente
radio Continente, cuando en el aparato, marca Phillie, colocado en una repisa a
la que solo tenían acceso para encenderlo y apagarlo, mi padre o mi madre,
escuché una voz que decía que Don Rafael del Junco había sufrido un violento
ataque el cual le impedía hablar correctamente. Don Rafael del Junco formaba
parte de los personajes importantes de la radionovela “El derecho de nacer”,
escrita por el cubano Félix B. Caignet, pieza que comenzó a trasmitirse en
Caracas el año de 1949, donde, por orden de aparición figuraban Albertico
Limonta, María Elena del Junco, Alfredo Martínez, Mamá Dolores Limonta, Isabel
Cristina del Castillo.
Los críticos,
encargados de reseñar todo lo que sucedía en las programaciones de radio, cine
y teatro, no había aparecido la televisión, señalaban que cada capítulo que se
trasmitía del “Derecho de nacer”,
paralizaba al país. Todo el que se encontraba en la calle deseaba llegar
temprano a su residencia para, cómodamente escuchar el fenómeno radiofónico del
momento y, si veía que no llegaría a tiempo, entonces solicitaba un taxi que
tuviese radio y así, mientras cumplía con la travesía poder escuchar las
incidencias del capítulo
correspondiente. La trasmisión del “Derecho de nacer” constituyó todo un
fenómeno a nivel nacional. Quien no poseía un radio en su casa, agarraba una
silla y se iba hasta donde el vecino para escuchar la trama que Félix B.
Caignet había escrito.
Fue tal el entusiasmo
que despertó “El derecho de nacer”, que este había superando los montajes que
se hicieron del “Misterio de los ojos escarlata”, obra escuchada, en los años
treinta por la emisora Broadcasting Caracas, escrita por Mario García Arocha y
Alfredo Cortina, protagonizada por Cecilia Martínez, Margot Antillano, Conchita
Ascanio, Edgar Anzola, Francisco Fossa Andersen, Luis Alfonzo Larraín, Ricardo
Espina y de otra radionovela muy famosa, “El Misterio de las tres torres”, oída
por Radiodifusora Venezuela y patrocinada por jabón Las llaves, basada en los
tormentos que le aplicaban a los presos en Las tres torres, cárcel edificada en
la ciudad de Barquisimeto.
Los artistas
venezolanos que personificaron los creados por Félix B. Caignet, fueron, Luis
Salazar, como Albertico Limonta; Don Rafal del Junco, Rafael Guinand; Olga Castillo, María Elena; América Barrios,
Isabel Cristina; Mamá Dolores una de las hijas de Rafael Guinand. No recuerdo si lo hizo Ana Teresa o Josefina. Los momentos más
emocionantes de toda la trasmisión lo
constituyeron cuando Don Rafael del Junco deseaba hablar, lo que no lograba a
pesar de los grandes esfuerzos que
realizaba para decir que Albertico Limonta era su nieto. Por cierto, en todo
esto se inspiró el músico Billo Frometa, para dejarnos, interpretada por su
orquesta, la composición “Ya Don Rafael habló”. Es importante decir que, esta obra se conoció primero en Cuba y
México. A mí, en lo personal, lo que más
me agradaba de “El derecho de nacer” era que, al concluir la media hora, mi
madre repartía a los que se habían dado cita a la casa, chocolate, galletas
María Puig, bizcochos, acemitas, golfeados y trocitos de queso. A la casa
llegaban unos folletones en cuyas portadas aparecían los rostros de los actores
y actrices, con el contenido de lo escrito por Félix B. Caignet, que mi
progenitora le leía a las amigas que no poseían radio. Este fenómeno, la
radionovela “El derecho de nacer” fue llevado a la televisión el año 1965, con
las actuaciones de Raúl Amundaray y Agustina Martín.
Historia Menuda
IV
Ellos
También Se Marcharon
Pueblos y ciudades de nuestro país fueron escenarios de conocidos personajes, apreciados y respetados
por todos, que tenían como misión realizar modestos trabajos que le permitían mantener a sus familias, entre
ellos marchaban los vendedores de carbón, los
parihueleros, chicheros,
peroleros, maniceros, heladeros, zapateros, panaderos, carretilleros,
carreteros, alpargateros, lecheros, dulceras, arrieros, cochineros, fruteros,
vendedores de gallinas, el huevero, macheteros, billeteros, aguadores, el
mielero, el expendedor de flores, el barbero,
entre muchos otros quienes, entre esquinas y esquinas pregonaban, a todo
pulmón el oficio que cumplían. Entre esas estampas que se desplazaron por las
calles caraqueñas, de acuerdo a los recuerdos plasmados por el magnífico
humorista, poeta, ensayista, crítico de arte, periodista, conferencista Aquiles
Nazoa en su documentada obra “Caracas física y espiritual”, se encontraban el antiguo vendedor de café y
rosquitas; el amolador italiano, con su
mágico silbato; el vendedor de pavos en los días de Pascua; el carrito de frutas
que recorrió las calles caraqueñas desde los días de Guzmán Blanco hasta Pérez
Jiménez quien los prohibió y el carro de tostadas, entre otros. Aquiles Nazoa
empleó para firmar sus colaboraciones en el semanario humorístico “El Morrocoy
Azul”, empleó los seudónimos Lancero, Francisco Ven a Veinte, Pascual Arrolo
Damiedo. Este genial vocero, “El Morrocoy Azul”, fundado por Miguel Otero
Silva, contó, entre sus colaboradores, con un grueso grupo de intelectuales,
todos brillantes, hijos del siglo XX, tales como, Andrés Eloy Blanco, Francisco “Job Pim”
Pimentel, Antonio Arráiz, Isaac J.
Pardo, Aquiles Nazoa, Gabriel Bracho Montiel, Carlos “Sancho” Galindo, Manolo y
Alejandro García Maldonado, Rafael Guinand, Paco Vera, Víctor y Pedro
Juliac, Rodolfo Quintero, Antonio
Saavedra. La lista completa de estos hombres de ideas avanzadas, la confeccionó
el periodista Ramón Hernández y la publicó en la edición aniversaria, número
42, del diario “El Nacional”, del 3 de agosto de 1985.
Quién esto escribe,
volviendo a los personajes que pregonaban su oficio por calles y esquinas,
recuerda que, encontrándome en Sarría, en la residencia de una hermana de mi
padre, Dominga Dorta de Ramírez, muy cerca de la panadería de ese sector, donde
se elaboraba el famoso pan isleño, propiedad de la señora Dominga de Llanos, emparentada con mi progenitor Eleuterio Dorta
Hernández, veía con frecuencia el carrito del vendedor de frutas halado por un
noble y manso caballo. Imposible olvidar al ponchero quien, con una especie de
megáfono, fabricado de latón, pregonaba su sabroso ponche en la esquina del
cine El principal, cerca de la Plaza Bolívar y a la sinfonía inconfundible del amolador. Asimismo no olvido la voz de
Don Antonio Miranda, vendedor de miel en el centro de Caracas quien pregonaba
así: “Yo soy Miranda, pero no el de la
Carraca, soy el que vende la miel, por las calles de Caracas”. “Miel de abeja, quien
la come no se queja”. “El que toma miel con vitamina, después de muerto camina”.
En Guatire recuerdo a
Caribe, chichero de pulcro traje blanco, quien promovía su refrescante bebida,
con aquello de ¡chicha! ¡chicha helada, para que te refresques la parapara del
hígado!, al lado de otros vendedores como el que vendía silletas tejidas con junco, quien promovía su
producto con el slogan “ Siiiiillaaaass
para señoras y niñooooss,” al repartidor
de capelladas y alpargatas, entre ellos Felipe “El ciego” y Chance; a Isabelita Acuña con sus arepitas dulces
preñadas de anís; Olivito, con su venta de aromático café; al
que cubría de varios sabores los copos de hielo de sus sabrosos raspados,
adquiridos al salir del Grupo Escolar “Elías Calixto Pompa”; al que pregonaba las cualidades del queso de
mano fresco y a todo ese enjambre de pequeños comerciantes que se hacían
presentes en el pueblo los días de Semana Santa, Fiestas patronales, Carnaval y
Navidad.
Los estudiosos de
nuestra tradiciones y costumbres, vienen señalando que entre los famosos
pregones de calle siempre figuraron el de los fruteros, chicheros,
zapateros, los de confituras, los de
flores, los de lotería, los de la prensa diaria. Investigadores, de dilatados trabajos en el
campo del folklor nacional, nos orientan
en este campo al decirnos que “en
Venezuela, tradicionalmente el pregón está asociado al canto a capella
improvisado de personajes típicos populares que anuncian su mercadería a través
de melodías sencillas de notas largas… El estudioso de estos importantes
asuntos de la cultura popular, Rafael Salazar atrapó en Caracas un pregón, que
reza así: “Va el pandehorno,/ va el pandehorno abizcochado,/ pa las muchachas
bonitas/ y pa los enamoraos/ pandehornerooo”.
Olvidado Compositor Guatireño
En Guatire nació una
destacada fila de músicos
quienes, con sus conocimientos contribuyeron a darle brillo al arte musical a
nivel nacional y más allá de nuestras fronteras. Muchos estudiosos, musicólogos
nacidos en el país y los que llegaron de otras tierras, han venido señalando el
gran aporte dado por músicos, hijos de Santa Cruz de Pacairigua y Guatire,
entre esas figuras se encuentran el Padre Sojo, Henrique León, Régulo Rico,
Gregorio Ascanio y Vicente Emilio Sojo.
En esta nota trazaremos una breve semblanza de Henrique León, nacido en
Guatire el año de 1854, a quien se considera pilar fundamental como creador
virtuoso. Su vocación por la música la valoró el reverendo José María Istúriz,
quien lo protegió, lo envió a estudiar a Caracas y lo tuvo por largos años como
Maestro de Capilla, donde cumplió una dilata
labor. Como pedagogo, Henrique León se encargó de enseñar, en su modesto
salón a jóvenes guatireños inquietos por el arte musical, entre ellos a Régulo
Rico Lugo, Julián Berroterán, Rafael María Borges. El musicólogo José Peñín en
el trabajo Régulo Rico, maestro de Sojo,
aparecido en la Revista Musical de
Venezuela de mayo - agosto de 1987, al hacer referencia a Henrique León,
señala, entre otras cosas:
…tenemos en el maestro Henrique León un
músico excepcional que no ha sido
reconocido como tal. Precisamente en el archivo del maestro Régulo Rico …se
conservan algunas obras como el Oficio de difuntos, el O vos omnes… que nos
dicen de una caligrafía esmerada del autor, que estamos ante un aquilatado
músico. No en vano dice Régulo Rico que poseía la sabiduría en el arte de
Beethoven y Mozart en alto grado.
Henrique León muere en
su Guatire natal, en 1895, cuando apenas
alcanzaba los 41 años de edad. El maestro Regulo Rico, siendo muy joven recibe
orientaciones de Henrique León, convirtiéndose con el paso de los años, a pesar
de ciertos inconvenientes con quien lo había guiado, en su heredero en el
difícil mundo de la música, siendo guía y mentor de más de una generación de
músicos y compositores en Guatire durante el siglo XX.
En la obra “Sonido que
es imagen… Imagen que es historia”. Iconografía de compositores venezolanos y
los instrumentos musicales, patrocinado por el Banco Provincial, aparece una
breve nota donde se dice que Henrique León estudio en la Academia de Bellas
Artes, recibiendo en esa institución sabias enseñanzas de José Ángel Montero y
Federico Villena. Allí se plasma lo afirmado por Vicente Emilio Sojo sobre su
coterráneo Henrique León, señalando que tuvo la virtud espontánea de establecer
un enlace estupendo entre la música clásica
colonial y el romanticismo con
ciertos toques novedosos. En la publicación arriba señalada se dan a
conocer sus obras más conocidas, como “Gradual de la Santísima Cruz”, “Misa de
difuntos”, “Miserere”, “Stabat Mater”, “Ave María”, “O vos omnes”, “Allegro
Moderato” y los aguinaldos “La gloria cantemos” y “Su gracia y amor”.
El Maestro Vicente
Emilio Sojo, en su gigantesco trabajo de rescate, compilación y armonización de
creaciones populares venezolanas,
recogió de Henrique León la canción “Blando suspiro”, la cual dice en
una de sus partes:
/Blando suspiro de la pradera, / brisa ligera,
suave rumor,/ sutil esencia de la hermosura,/ luz y dulzura, luz y dulzura…/
eso es tu amor. /Ya se columpian los
azahares/ y allá en los mares se mira el sol; / se viste el cielo galas azules
y blancos/.
Es importante señalar,
de acuerdo a estudios realizados por
José Peñín, que en el archivo del maestro Régulo Rico localizado en su
residencia en Guatire y en el de la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas
se encuentran obras para coro y orquesta de Henrique León. De acuerdo a
informaciones suministradas en Guatire y Caracas, posiblemente por Régulo Rico
y Vicente Emilio Sojo, se conoce que
Henrique León se dedicó, al lado de la música religiosa, también al género popular, como la canción
romántica Serenatera y al teatro, presentando un Nacimiento en la calle Miranda
en una casa propiedad de Don Pedro García Guillén.
Es tiempo que a este olvidado músico guatireño se le rindan
los honores correspondientes, como también deben hacerlo con Gregorio Ascanio, colocándosele
un busto cerca donde se encuentra el de Vicente Emilio Sojo. Por cierto, en el
espacio que existe entre la casa parroquial y el templo, se podría ubicar,
después de hacer todas las diligencias correspondientes, la pequeña estatua del
Padre Sojo, obra de la escultora Marisol Escobar, que se encontraba en la plaza
vecina a la iglesia Santa Teresa donde se contempla al Padre Sojo de pie, está
localizada en la sede del Teatro Nacional, donde la mantienen en custodia.
Histórica
Chivera
El historiador Héctor Parra Márquez, en una de sus obras,
nos dice que chivera indica un conjunto de ropas y objetos usadas. El
nacimiento de esa expresión muy
venezolana, arranca de un negocio establecido en Caracas conocido con el nombre de “La
chivera que, entre las esquinas de San Jacinto y Doctor Paúl, que mantuvo un
señor conocido como Juan de Mata, criado de la familia Guzmán, de donde se desprenden
Antonio Leocadio Guzmán, fundador del liberalismo criollo y del periódico “El
venezolano”, encargado de difundir las ideas de su doctrina política y Antonio
Guzmán Blanco, espigado caudillo de la guerra federal, presidente de Venezuela
en varias oportunidades e identificado como “El ilustre americano”. En el popular y conocido negocio de Juan de Mata,
de acuerdo a lecturas realizadas en trabajos escritos por los cronistas de
Caracas, se conseguían levitas, zapatos, camaritas, pantuflas, sombreros,
corbatas, pantalones, camisas y muchas otras
cosas más que, según el escritor Lucas Manzano habían pertenecido a Antonio
Leocadio Guzmán, quien se las regaló a Juan de Mata. Juan de Mata al tener en
su poder toda esa cantidad de ropas y calzados, decidió abrir La chivera, donde
los caraqueños podían enchivarse y asistir a recepciones privadas y oficiales
exhibiendo brillantes levitas, lujosos pumpás, chalecos, como los que llevaban
los acaudalados oligarcas, los representantes diplomáticos y jerarcas del
gobierno de turno. La chivera de Juan de Mata, mostraba, ante los ojos de los
parroquianos una mercancía bien cuidada, llamando la atención de los que por
allí pasaban. Los que solicitaban algo en La chivera de Juan de Mata, al
localizar lo que buscaban salían satisfechos y dispuestos a mostrar sus lujosas
prendas de vestir. A Juan de Mata se tiene como el primer chivero de Caracas,
dado que su oficio consistió en vender o alquilar ropa usada.
El genial humorista
Francisco “Job Pim”, Pimentel, en una parte de un bien aliñado poema dedicado a
las chiveras, dice:
/La palabra “chivera” se deriva/ de otro vocablo caraqueño: “chiva,”/
con el que se designamos todo objeto/ que no se encuentra ya en función
activa/ por viejo, por inútil o
incompleto,/ y al cual su propietario cede en venta/ al primer comprador que se
presenta/.
Ahora bien, en nuestro
país, una chivera también se tiene como corral de chivos, chivas, chivitos,
chivatos. Existe en Venezuela otras
acepciones de chiveras la cual no es otra cosa que el negocio donde se expenden
partes de automóviles usados, situados
usualmente a orillas de las carreteras.
Historia Menuda
V
Sublevación
En Guatire
El día 5 de mayo de 1929, tres días después de la
celebración de las fiestas patronales en honor a la Santísima Cruz, patrona del
pueblo, un grupo de guatireños se
alzaron en armas contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, quien gobernó a
Venezuela con mano de hierro desde el 19 de diciembre de 1908 hasta el
diciembre de 1935. Gómez había llegado a Caracas al lado de su compadre
Cipriano Castro, como segundo a bordo de la llamada Revolución Liberal
Restauradora, movimiento armado que había partido desde Cúcuta, Colombia. Desde
ese año, 1899, Gómez se desempeñó como Vicepresidente de Venezuela y gobernador del Distrito Federal. El movimiento que estalló en
Guatire, tenía como cerebro al general Norberto Borges, quien desde Ocumare del
Tuy, ciudad que había sido capital del estado Miranda hasta el 13 de febrero de
1927 cuando, por decisión del caudillo Juan Vicente Gómez, es trasladada hacia Los Teques, manejaba los hilos del
movimiento conspirativo. El día era el
arriba señalado, 5 de mayo de 1929, y debían responder los que se encontraban
comprometidos en Caracas, Petare, Los Teques, Ocumare, Guatire, entre otras
poblaciones. Los únicos que salieron fueron los que en Guatire se encontraban
listos para la riesgosa empresa. Ellos accionaron y al tratar de tomar la casa
de Gobierno, donde despachaba el coronel Luis R. Ostos, éste les hizo
resistencia, encontrando la muerte en el encuentro. Ese día también murió un coronel de apellido Medina, quien se
desempeñaba como contador de la
carretera de Guarenas.
Los comprometidos, al
fracasar la acción, fueron capturados y puestos a la orden del Gobernador del
Distrito Federal, encontrándose entre ellos, Manuel García Pedrique, Obdulio
Gil, Miguel González, Hilario González, Carlos Iru, los hermanos Abdón, Marcos
y Servando Yánez, Pedro Vicente Uzcanga, Simón Berroterán, Ramón"Pica y huye” Dorta, Francisco
Pacheco, Marcelino Berroterán, Francisco Blanco, Gustavo Blanco Sosa, Vicente
Carranza, Félix Mijares, Eugenio Muñoz, Rosalio Aponte, Andrés Pacheco
Anderson, Natividad Rojas, Francisco Salazar, Raimundo Toro, Hilario González, Francisco Salazar, Néstor
Silva, los hijos de Sebastián Blanco Sosa, nombres de plasmados en las obras “Archivo
de La Rotunda” de Aníbal Lisandro Alvarado y en “La respuesta del destino”, “La
Rotunda por dentro”, de Alejandro Trujillo. Todos fueron lanzados a los
calabozos de la negra cárcel de La Rotunda, en Caracas y del Castillo de Puerto Cabello, los
mantuvieron por espacio de más de 20
días sin agua y sin comida, en unos mugrosos espacios, calabozos, conocidos con
los nombres de El Silencio, El Olvido, El Reloj, La Serpiente. Todos los que
llegaban ahí, se convertían en cadáveres
andantes.
La lúgubre cárcel de
La Rotunda, fue demolida el año de 1936 cuando los destinos del país los conducía el general Eleazar
López Contreras , el primer presidente que utilizó los micrófonos de una
emisora para dirigirse al país y en su lugar, se levantó la plaza La Concordia,
según diseño del arquitecto Carlos Raúl Villanueva.
Durante los gobiernos
de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, hacia la cárcel de La Rotunda iban a
dar todos aquellos que se les ocurriera hacerles oposición. Allí dejaron sus
vidas y pasaron largos años encadenados, venezolanos de brillantes ideas, por
el solo delito de oponerse a El Cabito y
al Bagre, como identificaban a Castro y a Gómez, respectivamente. Dentro de ese
tétrico recinto, donde el guarenero Nereo Pacheco le dio rienda suelta a su
maldad, se aplicaron torturas conocidas con los nombres de cepo de campaña,
colgadas, el tortol, el acial, las
pelas, los grillos, el apersogamiento, envenenamiento con vidrio molido y
arsénico. A comienzos del siglo XX, circularon unos versos que describen la
macabra edificación:
“La Rotunda de
Caracas/ es sepulcro de hombres vivos/ donde se amansan los guapos/ y lloran
los atrevidos./”. Esa infernal cárcel, de acuerdo a investigaciones históricas
publicadas en libros y revistas, se comenzó a construir durante la
administración del general Carlos Soublette, según planos levantados por el
agrimensor Francisco Florentino Tirado y
el alarife José Francisco Herrera y se concluyó cuando a Venezuela la conducía
otro hombre de uniforme, José Gregorio Monagas, hermano de José Tadeo. Estos dos hermanitos, jefes de las
montoneras, les metieron sus garras al cuerpo de la nación, creyendo, como todos
los militares gobernantes que Venezuela era una hacienda de su propiedad.
José Antonio Páez y la música
A través de sabias
investigaciones cumplidas por los musicólogos José Antonio Calcaño y Francisco Curt Lange, se sabe que el general
José Antonio Páez es el autor de las composiciones “Escucha bella María” y “La
flor del retiro”. Otros autores, dentro de la amplia bibliografía paecista,
señalan la afición del Centauro de los Llanos por los toros coleados e
indicando el dominio que él mantenía sobre los instrumentos que han acompañado
las célebres fiestas campesinas y al respecto el historiador Curt Lange, nos
dice que Páez fue cantador de joropos y galerones, guitarrista del cuatro,
violinista y maraquero. El general Florencio O´Leary, refiere que en 1828,
encontró a Páez tocando violín acompañado al piano por un negrito. Páez era
poseedor de una potente voz, para algunos de tenor y para otros de barítono y
mantuvo predilección, entre los instrumentos musicales, por el violonchelo. Les dejamos a continuación la pincelada que
nos ofrece Francisco Curt Lange sobre la afición que mantenía José Antonio Páez
por la música:
En Páez la música ocupaba una dimensión
distinta, vital, de un talento que no pudo desarrollarse por circunstancias en
que la liberación del dominio español constituyó para él y muchos más vida o
muerte…Su participación directa en nuestra música, como eximio intérprete de
ella, representa un caso único en la historia sentimental de nuestro país.
Los estudiosos de la
vida y hazañas de Páez, señalan que
Barbarita Nieves, su gran amor, con quien vivió desde 1820 hasta 1845,
influyó poderosamente en la vida
cultural del héroe de Carabobo y creador de la república de Venezuela. Ella
mantuvo una gran afición por el piano y cantante con voz de soprano, entonaba
melodías a dúo con Páez. Como presidente de Venezuela, José Antonio Páez se
convirtió en protector de organizaciones musicales, entre ellas de la Sociedad
Filarmónica y de la enseñanzas que se impartían en el Colegio de la Independencia, tal como lo
reseñan las investigaciones del musicólogo José Peñin, quien refiere que la
Unión Filarmónica estuvo bajo la dirección de Atanasio Bello y Rafael Izaza,
mientras que la orientaciones musicales en el Colegio de la Independencia
estaban a cargo de los maestros Juan José Tovar y Juan Meserón. La mayoría de
las veladas artísticas y literarias , con la participación de José Antonio Páez
y Barbarita se realizaban en La Viñeta, amplia casona situada en la esquina del
Mamey, en Caracas, donde se encontraba un
bien cuidado jardín, adornado con
unas bellas flores, bautizadas, como rosas Páez, en honor al prócer de nuestra
independencia.
Hazaña mundial del guarenero
Daniel “Chino” Canónico
En Guarenas, ciudad
que se prepara para celebrar su cuatricentenario el venidero año de 2021, recordemos que en esa
pujante comunidad fundada en 1621, nació el día 3 de febrero de 1916, Daniel
“Chino” Canónico, hijo del gran músico Benito Canónico, autor, entre otras composiciones del “Totumo de Guarenas” y el “Aguacate
guarenero”. Daniel “Chino” Canónico, quien en muchas oportunidades acompañó a
su padre como integrante de agrupaciones musicales, se destacó en el campo del
beisbol, escenario donde alcanzó la gloria y la inmortalidad. Como jugador
aficionado Daniel “Chino” Canónico comenzó a brillar en las novenas Los
Muchachos, Venezuela y Los trece, para
luego pasar, ello por sus méritos, al beisbol de primera división, militando en
el equipo Senadores, donde según los
seguidores de sus actuaciones, señalan que allí debutó como pitcher. Después de
jugar con los Senadores, lo que hizo en 1934, viaja a Maracaibo para vestir el
uniforme del Pastora. Vuelve a Caracas en 1936 a continuar su carrera con Senadores,
defendiendo la segunda base, desde donde hace 55 lances cometiendo un error.
Juan Antonio Yánez, conocido en toda Caracas
y fuera de ella como “Yanecito” y el hombre del tabaco, lo contrata para
su equipo Venezuela, militando allí como pitcher, novena que se titula campeón
ese año.
Daniel “Chino” Canónico, por su gran poder como lanzador, es
seleccionado pitcher estelar de la selección venezolana que participó en la
cuarta serie mundial de beisbol amateur escenificada en la Habana, Cuba, en el
mes de octubre de 1941, evento donde Venezuela se tituló campeón. Daniel
“Chino” Canónico como pitcher ganó 5 juegos, entre ellos 2 a Cuba, incluyendo
el decisivo que le permite a Venezuela obtener el gallardete mundial. Todo un
acontecimiento constituyó ese triunfo en nuestro país, recibiendo los
jugadores, declarados héroes, a su regreso, uno de los más grandes homenajes
conocidos, tanto en La Guaira como en Caracas. Se sabe que el presidente Medina
Angarita suspendió la reunión de trabajo el día del encuentro definitivo entre
Cuba y Venezuela, para que los funcionarios no se perdieran el partido. La
hazaña de Daniel “Chino” Canónico en 1941 no ha sido igualada por ningún otro
pitcher. En el beisbol profesional
Canónico jugó con el Vargas, desempeñándose como pitcher y manager, con el
Gavilanes de Maracaibo y con el Cervecería Caracas, obteniendo la novena dos
campeonatos. En 1971 Daniel “Chino” Canónico , ya retirado, es elevado al Salón
de la Fama del Beisbol Venezolano. Muere en la ciudad de Barquisimeto, donde
estaba residenciado, el 20 de agosto de 1975. De la hazaña de nuestros
jugadores amateur que lograron coronarse campeones mundiales en La Habana,
Cuba, el 22 de octubre de 1941, se cumplen 79 años este mes de octubre de 2020.
Historia Menuda
VI
Actividad
cultural en Guatire a comienzos del siglo XX
Para el año de 1904, cuando el país se encontraba bajo la
conducción del caudillo Cipiano Castro, conocido con los motes de El hombre de
la levita gris y El cabito, líder de la
Revolución Liberal Restauradora, en Guatire circulaba el vocero “El Esfuerzo”,
producto de las inquietudes intelectuales de José María Fránquiz Jiménez y Luis
Betancourt , se presentaba en el teatro Apolo, obra civilizadora del general
Antero Muñoz, abuelo paterno el médico cardiólogo y cronista Felipe Muñoz Dorta, la Compañía de Aficionados a beneficio
de la reconstrucción del templo parroquial el cual fue golpeado duramente por el terremoto de
octubre de 1900. Los integrantes de esa empresa teatral, llevaron a escena
obras como “Una limosna por Dios”, “El corazón en la cara” y “El pobre Simón”,
se celebraba el IV aniversario de la tipografía La Guatireña, donde se imprimía
“El Esfuerzo”. No faltaban las actividades musicales las que se concentraban en
los conciertos que ofrecía la Unión Filarmónica, fundada y dirigida por el
maestro Régulo Rico Lugo, así como los recitales que ofrecían en sus hogares
las pianistas Ana Paula Fernández, María de Cruz, Isabel Fernández, Petra Rosa
García y Adelaida Bennet.
Para celebrar las fiestas
patronales en honor a la Santísima Cruz, se había nombrado una junta
organizadora, formada por el reverendo José María Istúriz, los generales
Silvestre Graterol, Sandalio Berroterán
y Antero Muñoz, el coronel Sinforoso
Muñoz. Asimismo el 27 de octubre de 1904, mediante un bien elaborado programa,
se proclamaba en Guatire, como candidato a la presidencia de la República para
el período 1909—1911, al general Cipriano Castro. El manifiesto lo firmaban,
entre otros castristas guatireños,
Carlos E. Cruz, Leopoldo Beltrand, José María Fránquiz Jiménez, Natividad
Rojas, Silvestre Graterol, Fulgencio Bello, Julián Berroterán, Luis Felipe
Graterol, Luis Berroterán, Régulo Rico, Delfín Balba, Luis F. Jaspe, Manuel
Hernández Suárez, José E. Centeno, Juan
Francisco Muñoz, Ignacio A . Prieto, Fermín Oramas, Jesús María García, Simón
Correa, Julián Tovar, Ramón Palacios, Rafael Perdomo. Las intervenciones de
respaldo a la candidatura de Cipriano Castro, se escucharon en una recepción,
donde no faltaron los licores franceses, en la hacienda La Concepción conocida
también como La Carbonera, propiedad del general Eduardo G. Mancera, mientras
que el cierre de la proclamación se cumplió con una fiesta bailable, amenizada
por una orquesta dirigida por el maestro Régulo Rico, en la residencia del
señor José María Álvarez.
Muchos años después,
cuando en Guatire los hermanos Delgado abren las puertas del cine Santa Rosa,
se escenificó un concierto de piano a cuatro manos, así nos lo trasmitió Germán
Gil Rico, hijo de César Gil y nieto de Régulo Rico, a cargo de la jóvenes
Paulina Alfonzo, hija del Doctor Ramón Alfonzo Blanco y la Nena Centeno, hija
de Elías Centeno. También nos decía Germán Gil Rico que, al llegar a Venezuela
la famosa película “Lo que el viento se
llevó”, la misma fue proyectada en el cine ya nombrado, situado en la calle
Bolívar, en la trilla y patio donde se secaba el café de la hacienda del mismo nombre de la sala de
cine. La cinta, Lo que el viento se llevó la protagonizaron Clark Gable y
Vivien Leigh, ambientada en Atlanta. La película proyecta la epopeya de la
guerra civil de los Estados Unidos de Norteamérica y al mismo tiempo, como se
plasma en la obra 100 películas más importantes de la historia:
La más grande historia de amor contada
en el cine… una fastuosa producción por excelencia, Lo que el viento se llevó
rompió todos los récords y ganó 10 premios Oscar, incluido el primero que se
otorga a una actriz negra, lo cual causó sensación. Lo obtuvo la
inolvidable Hattie McDaniel, por el
papel de la nana Mammy que trataba de frenar a Scarlet O´Hara, personificada
por Vivien Leigh.
El Totumo en la guitarra de
Alirio Díaz.
Alirio Díaz, nuestro
genial ejecutante de la guitarra, instrumento
que paseó por el mundo, presentándose en los más grandes teatros de las
ciudades donde le tocó actuar, alcanzando resonantes triunfos, realizó un
magnífico arreglo para guitarra del golpe “El totumo de Guarenas”, ejecutado en un memorable
concierto en el teatro Municipal de Caracas en 1960. Los asistentes aplaudieron
largamente la maestría con la cual Alirio Díaz ejecutó la conocida pieza del
maestro Benito Canónico, ilustre hijo de Guarenas, ciudad donde nació el 3 de
enero de 1894 y donde inicia sus estudios musicales orientado por su padre
Agustín Canónico, músico de origen italiano, con quien aprende a conocer los
secretos del violín. Se sabe que el maestro Benito Canónico llegó a dominar
todos los instrumentos que forman una banda, así como el arpa y el cuatro. A lo
largo de su carrera como músico, se destacó como compositor, ejecutante y
pedagogo. Formó parte de la Banda Marcial de Caracas y de la Orquesta Típica
Nacional. Sus enseñanzas fueron oídas por los alumnos de la Escuela Normal
Miguel Antonio Caro, donde funda una Estudiantina y una Banda Marcial. Su voz
orientadora también la escucharon los estudiantes de la Escuela Bolívar y el
Colegio Sucre.
Son de su autoría, al
lado de “El totumo de Guarenas” y “El aguacate guarenero”, el bolero “Yo no te
guardo rencor” y de los golpes “Caracas es la capital”, “El bojote”, “El güirirí”, “Pica pica”, “El histórico”, “Caicara del Orinoco”, “Quirpa”,
“El macán”, “El cachicamo”, “El conoto”. Entre los himnos por él creados, se
encuentran el dedicado al Teatro El corral de Guarenas, Canto a la Virgen, a la Sociedad Mixta de la
Santa Cruz. En los dominios de las bandas
dejó marchas como “El Nazareno”, “Al Nazareno” y al “Santo Sepulcro”. En los terrenos del pasaje se tienen de su
autoría “Pacairigua de Guatire”, “Moriche solo”, “Mi recuerdo”, “El dulce”, “La mariposa”.
Entre sus pasodobles se encuentran “Guatire”, “Flamenco”, “Mí reposo”. En los
terrenos del merengue el maestro Benito Canónico compuso “El refranista”, “El
Jacarandoso”, “Qué le van a tirar”, “El 24”, “El triunfo”, “El problema”, “El
guapetón”, “El mango”, “El venezolano”. En el inventario de los valses se
encuentran “El abuelito”, “Recuerdo de
Guarenas”, “Marta Soledad”, “21 de mayo”,
“Luisa Amelia”, “Infancia”, “El sueño”, “El
guarenero”, “Ylbia”. Para ser ejecutados en los días navideños se conocen de su
autoría, “Jesús Bendito”, “San José y María”, “Aurora temprana” y “Todas las
estrellas”. Le puso música a “Trinidad”, son moruno del también guarenero
Antonio Núñez, orientador por largos años de los integrantes de la Parranda de
San Pedro de Guarenas.
El musicólogo José
Peñín, en la obra “Enciclopedia de la
música en Venezuela”, guía para la redacción de esta nota, revela que muchas de
las creaciones del maestro Benito Canónico se han perdido. Este destacado y brillante hijo de Guarenas,
población que celebrará el cuatricentenario
de su fundación en 2021, murió en Caracas el 13 de octubre de 1971.
El Famoso Doctor Agüita
El doctor Agüita existió. Vivió como Jesús María
Negrín, con la diferencia que Negrín era yerbatero, curandero, en cambio el
doctor Agüita era médico, siendo su verdadero nombre César de la Ville, de
origen francés, quien mantuvo su consultorio frente al cementerio de los padres
neristas congregación a la cual pertenecía el
guatireño Pedro Ramón Palacios
Gil, mejor conocido en nuestra historia como el Padre Sojo, protector de una
gruesa legión de músico en los años de la Colonia en Caracas y quien edificó
muy cerca del lugar donde hoy se alza la basílica de Santa Teresa, el Oratorio
San Felipe Neri. Nuestros amigos
cronistas de la ciudad de Caracas, los oficiales y los que no poseían ese
título, al hacer referencia en sus
escritos del doctor César de la Ville, señalan que, cuando debía tratar una
dolencia en un paciente, siempre le entregaba unos granitos, especie de pastillas, diciéndole que las bajara con
agüita, cuestión esta que le valió, por parte de los caraqueños, los que no
mascan para mamarle el gallo al más pintado, el título de doctor Agüita.
Cuando alguna
enfermedad no cedía, por más tratamiento que se aplicara, entonces se
escuchaba, dentro y fuera de la casa del enfermo, que eso no lo curaba ni el
doctor Agüita, expresión que, según el escritor Lucas Manzano, consultado para la redacción de esta
nota, la colocaron en boca del general
Antonio Guzmán Blanco y en la del también general Celestino Peraza. Quien esto
escribe conoció en Barlovento, los Valles del Tuy, en Guatire, Araira, Guarenas
y Petare, a unos cuantos curanderos,
también les decían “curiosos”, los que para recomendar el tratamiento
correspondiente debían analizar las aguas, así le decían a los orines que los
creyentes debían llevar en unos frascos. El contenido de esos envases era
batido por el faculto, como también le decían a esos personajes y, mientras lo
observaba, le iba manifestando al que lo había llevado, que tipo de mal le
habían enviado para convertirlo en un cadáver caminante, recomendándole que
debía tomar un preparado a base de determinadas hojas, raíces, flores y tallos,
combinado todo esto con ojos de zamuro y leche de culebra viuda.
Los Mangos llegaban de Chacao
La histórica villa de
Chacao está fuertemente unida al proceso musical y al cultivo del café en valle de Caracas ya que, en esos dominios
poseían haciendas Pedro Ramón Palacios Gil, hermano del abuelo materno de Simón
Bolívar, conocido como el Padre Sojo, el
reverendo José Antonio García Mohedano y el señor Bartolomé Blandín, donde en
los días coloniales se efectuaban reuniones musicales y además eran espacios
donde se sembraron las primeras matas de café. Todo un acontecimiento social y
cultural constituyó la primera cosecha y el saborear la aromática bebida. La
reunión, donde la música constituyo parte importante de la velada, la describe
con lujo de detalles el historiador Arístides Rojas en su ensayo “La primera
taza de café en el valle de Caracas”. Los músicos que se trasladaron desde
Caracas hasta Chacao, empleando carretas, mulas y caballos, para amenizar la reunión donde se sirvieron a
los invitados más de una taza del humeante negrito, formaban parte de los orientados
por el guatireño Pedro Ramón Palacios Gil, considerado como protector de una valiosa generación de
músicos en Caracas durante la Colonia y sistematizador, al lado de Juan Manuel
Olivares, de las enseñanzas musicales.
De Chacao, como se lee
en sabrosas crónicas, llegaban a Caracas los mejores mangos y las caraotas que
se cosechaban en los fundos Las Mercedes, San José, La Floresta, San Felipe, La Limonera, Quintero,
Los Palos Grandes, Tamanaco, Acapuriche, Anzola. Por cierto, en el río Tócome,
fueron muy famosos los pozos La Macarena y Ño Alejandro, así como sus
chorrerones. En los llamativos chorrerones del río Tócome se tomó fotografías
la mundialmente conocida bailadora de ballet Anna Pavlova cuando visitó a
Venezuela. Y, como los mangos llegaban
de Chacao, en Caracas no faltaba el pregón del manguero, anunciando que en su
canasto llevaba los mangos más sabrosos que el carrizo. ¡Más 25 por medio!. Y así lo recoge una vieja
composición, cantada por célebres voces, que en una parte dice:
… Traiga misia su canasta, miren que
son de Chacao, 25 por medio, y mallugaditos para las muchachas. Acércate aquí
mi prieta, para ponerte los mallugados…
Mientras que por los
dominios de San Fernando de Apure, nos llegó una melodía, donde se nos dice que
comer mango verde pela la boca:
Yo
no como mango verde, porque me pela la boca, yo lo como maduritos ¡Caramba!
Porque así es que me provoca.
El siempre recodado
maestro Luis Mariano Rivera, poeta, músico, compositor, autor teatral, creador
de bellas melodías, entre ellas “Cachunchú Florido”, con lenguaje sencillo le
rinde honores al mango, cuando dice:
¿Cuál me gustaría comer, entre el mango y la manzana? Contestaré amigo mío, que el mango me
da más gana.
Historia Menuda
VII
Yo no toco ridiculeces y menos para
saltimbanquis
Se sabe, de acuerdo a
los estudios que sobre su vida y obra han realizado conocidos historiadores
venezolanos, que el general Cipriano Castro
fue un amante de las fiestas, del baile y del buen licor. Poseía, de
acuerdo a su formación, buen oído
musical, llegando a formar parte en su juventud de una pequeña banda.
Dentro de los asuntos que también se
comentan relacionados con Castro, se dice
que al lado del entusiasmo que le provocaban las recepciones, oficiales
y privadas, se le conocían también sus
debilidades por las mujeres. Se comentaba que era capaz de permanecer bailando
y bañándose de agua de colonia, por las horas. Dentro de ese mundo de
comentarios que se tejen alrededor de la controversial figura de Cipriano
Castro, se dice que aprendió a bailar
merengue rucaneado, gracias a los dominios que sobre esa forma de bailar en los
burdeles, poseía una conocida prostituta llamada la Porrita.
Sobre esta afición
del general Cipriano Castro por la danza y por las fiestas bailables,
siendo muy conocidas las que se montaban en la Casa Amarilla, centro del poder
hasta octubre de 1900, cuando el terremoto de ese año hizo que el general
presidente, quien se lanzó de uno de los balcones de esa histórica casa,
alquilara a Doña Jacinta Parejo de Crespo, viuda del caudillo Joaquín Crespo,
la amplia residencia conocida como Miraflores, donde existían habitaciones
antisísmicas. Las francachelas continuarían luego en lo que en nuestros días se
conoce como palacio y desde donde
despachan los presidentes de la república. Por cierto, el general Juan Vicente
Gómez nunca le agrado quedarse allí, lo cual hacía en una casa cercana. Su
ciudad predilecta fue siempre Maracay y desde
allí controlaba vaqueras, hatos,
vegas y hombres. Mientras Cipriano Castro se caracterizó por ser un
hombre locuaz, con buena formación política, Gómez era de hablar poco, guardaba
silencio y observaba con detenimiento el comportamiento de los que se
encontraban cerca de él.
Cuenta el cronista y
periodista Lucas Manzano, que en una oportunidad El Cabito, que así le decían a
Cipriano Castro, también conocido como
El hombre de la levita gris, en su condición de presidente de la república,
solicitó en una oportunidad que se incluyera al maestro Manuel Guadalajara,
excelente y reconocido flautista, dentro
de la orquesta que amenizaría uno de los bailes que el presidente
ofrecía con mucha frecuencia en la Casa Amarilla. Al oír la invitación que le
formularan desde el poder ejecutivo, sin
miedo a las consecuencias el maestro Guadalajara le comunicó al emisario
presidencial: “Dígale usted al presidente, palabras más, palabras menos, que no desenfundo mi flauta para tocar
ridiculeces ni para que bailen saltimbanquis”. La palabra saltimbanquis, es
sinónimo de charlatán, bufón, payaso, titiritero, sacamuelas, equilibrista. En
La respuesta del afamado flautista queda claro que consideraba que el
presidente estaba incluido en una de esas categorías.
Entró Al Panteón Nacional Agachado
Campesinos, veteranos
arrieros de Araira, amigos de mi padre Eleuterio Dorta, cuando conversaban con
él después de descargar sus respectivas bestias, donde trasladaban el café recolectado en las haciendas Las
Pailas y El Machete, propiedades pertenecientes a mi progenitor, en mas de una
ocasión decían que al pasar por cierto lugar tuvieron que agazaparse, en
sustitución de agacharse. Encontrarse agachado o agazapado, ello indica que la
persona está en posición de disimulo. Cuando se dice que alguien pasó
agachado, se indica que dejó correr el
contratiempo sin defenderse. En el Diccionario español de sinónimos y
antónimos, de Federico Carlos Sainz de Robles, se nos informa que agacharse
tiene como sinónimos inclinarse, bajarse, esconderse, ocultarse, agazaparse,
encogerse, acurrucarse, someterse,
retirarse. Por cierto, en los dominios de la parroquia Sucre, Caracas, donde el
señor Ricardo Carvajal, popularmente conocido como El médico asesino, preparaba
la mejor guarapita y zamurito, al lado
de otras bebidas aromatizadas con frutas, hojas, tallos, flores y especias
asiáticas, se movió un comerciante cuyo negocio
se identifica como Aquí estoy agachadito. Conocido con ese nombre porque los clientes para
desplazarse cuando estaban en el interior del mismo, debían hacerlo agachados,
ello porque el corotero se encontraba colgando.
En el escenario de las
guerras intestinas, las que despellejaron el cuerpo del país, se movió un
militante de las montoneras que
siguieron a caudillos como José Antonio Páez, Ezequiel Zamora, Antonio
Guzmán Blanco, Joaquín Crespo, entre otros, conocido como El agachado, cuyo
nombre de pila era Jesús González, recordado por el periodista y escritor Lucas
Manzano.
Lo de agachado se lo
aplicaron al personaje en cuestión, reseña el autor antes señalado, porque
cada vez que alguien preguntaba por su
estado de ánimo, respondía: “siempre agachado”.
También se ha
divulgado que mote de El agachado se lo montaron al general González porque esa era una de las
tácticas por él empleada durante la Guerra Federal, andar siempre agachadito y
así evitar ser visto por los enemigos. Esa manera de combatir, él se la enseñaría al general Joaquín Crespo,
a quien se le debe la construcción de una casona, bautizada con el nombre de
Miraflores, hoy palacio presidencial. Cuando los miembros de la montonera
conducida por el general Jesús González,
escuchaban ¡agachados! ¡agachados! !agachados!, inmediatamente pelaban por sus
machetes, fajándose a machetazo limpio
con el enemigo. Por estar siempre agachado,
los restos de Jesús González fueron trasladados al Panteón
Nacional. Al conocerse la decisión de llevar los restos mortales de
El agachado a ese histórico lugar y los actos a realizarse en su honor, relata
Lucas Manzano, no hubo quien no llevase
las manos a la cabeza en señal de mortificación. Eso ocurrió el 22 de abril de
1898.
Llegada del primer automóvil a
Guarenas y Guatire
Cuando corría el año
de 1913, Edgar Anzola, pionero de la radiodifusión venezolana, hace su
entrada a la ciudad de Barquisimeto,
guiando un automóvil, empresa que dejó sorprendido al universo venezolano. Ese
mismo año, Domingo Otatti, conduciendo un automóvil, parte de Caracas vía
Guarenas—Guatire. A través del servicio telegráfico se les comunicaba a las
autoridades de esas poblaciones mirandinas que debían estar pendientes de la
llegada del arriesgado conductor. Muchas fueron las personas que se congregaron
en esas localidades, tributándole a Otatti grandes aplausos. No faltaron, como
lo reseña el periodista, cronista oficial de Caracas, Guillermo José Schael,
autor consultado para escribir esta nota, los discursos pronunciaos por
destacadas personalidades del lugar, señalando la hazaña cumplida y la valentía
del piloto. Muchos obstáculos tuvo que
vencer Otatti para cumplir con la travesía. Toda una hazaña para la época.
Debió cruzar los cauces de las quebradas
y ríos existentes entre Petare y las dos poblaciones ya nombradas. En algunos
lugares debió bajarse del vehículo,
pedir auxilio a los campesinos del sector para poder salir de algún atolladero.
Debió utilizar como espacio para circular el mismo que empleaban las bestias de
carga y las carretas y lo que quedaba de la llamada carretera del Este inaugurada
por el presidente Antonio Guzmán Blanco.
A través de los escritos de Guillermo José Schael, sabemos
que será el señor Domingo Otatti el
encargado de establecer el primer servicio de automóviles de alquiler en
Caracas, instalándose en una antigua cochera que se encontraba situada en la
esquina de Santa Capilla, en el sitio donde se alza la sede del Banco Central
de Venezuela. Recordaba Guillermo José Schael que algunos amigos del empresario
consideraban esa iniciativa como una locura, perdiendo irremediablemente la
inversión, ello, porque quién estaría dispuesto en Caracas a arriesgar la vida
en máquinas tan peligrosas y salir por esas calles como alma que lleva el
diablo. Los críticos también alegaban que el humo que despedían los carros era venenoso, alegando que el
transporte más cómodo y seguro no era
otro sino el coche tradicional, el halado por caballos. Eso y mucho más se dirá
acerca de los automóviles a comienzos del siglo XX en Venezuela. Al nombrar
aquí a los coches orientados por bestias, el historiador Lucas Manzano reseña
que el 4 de enero de 1845, se inaugura el primer servicio de coches, los
halados por caballos, entre Caracas y La Guaira, empresa que comandó Manuel
Delfino.
Historia Menuda
VIII
Carreteros
De Guatire
Este Escribidor, como diría el historiador Manuel Caballero,
vio a la lentas carretas, arrastradas por mansos bueyes, las cuales
transportaban la caña de azúcar hasta el trapiche de la hacienda La Margarita,
propiedad de Manuel Hernández Suárez y administrada por Wenceslao Ascanio,
cortada por curtidos labriegos, diestros en la manipulación de machetes bien
amolados. los nobles bueyes obedecían las órdenes, a través de una curtida
garrocha de los veteranos gañanes, peones que tenían esa responsabilidad. esa
hacienda, La Margarita, hoy está
convertida en una moderna urbanización, como todos los terrenos donde se
producía caña de azúcar y, en
consecuencia, se obtenía papelón,
azúcar, melaza, aguardiente.
No recuerdo nombres de los gañanes que hacían el transporte
del dulce tallo, quienes fueron sustituidos, con el paso de los años, por un
vehículo conocido como “zorra” y por camiones de los llamados de “estacas”. por
cierto, el señor Manuel Hernández Suárez, quien en guatire también fue dueño de
una botica, identificada como La Fe, ocupó un curul en la asamblea legislativa
del estado Miranda, cuando la capital se encontraba en Ocumare del Tuy,
desempeñándose como vicepresidente de la
misma al ser mudada la capitalidad a Los Teques, acto que obedeció a un capricho del dictador Juan Vicente Gómez.
En gratas
conversaciones, especie de tertulias familiares que tenían lugar después de la
cena, donde no faltaban aromáticas bebidas como café y chocolate, llegué a
escuchar por boca de mi abuela materna, de mi madre Clemencia Sánchez y del tío
Simón Guzmán, nombres de veteranos carreteros, quienes en Guatire cumplieron
jornadas de primera. En ese gremio se encontraban, entre otros, por ser los más
conocidos, Jacinto Regalado, Julián Rosas, Antonio Meza, Ángel Romero, Joaquín
Serrada, José Dolores Istúriz, Manuel Vicente Rangel, Ignacio Muñoz. todos
ellos realizaban viajes dentro y fuera del pueblo transportando mercancía y
pasajeros.
En los viajes fuera de
Guatire, los carreteros hacían paradas donde existían pulperías, rancherías y
posadas. en el centro de Guatire las carretas llegaban a la pulpería y
ranchería de García Hernández, lugar donde se alquilaban bestias a los
viajeros. en esos amenos encuentros, se tocaban muchos temas, también se oían
bellas melodías y la voz cantante era la de mi progenitora. en esas
intervenciones se decía que en el establecimiento de Fernando Romero se
encontraba el mejor tren de carretas y eran muy
conocidos los locales, por la
variedad de productos que exhibían, de Pedro García Guillén, Salvador González y
Prieto González. estos carreteros trasladaban de Guatire a Caracas lo que
producían las haciendas de caña y de café del valle de Santa Cruz de Pacairigua
y de la capital, los vehículos venían cargados de las mercancías con las que se
surtían los comercios como los ya nombrados. tiempo cuando las familias
empleaban este medio de transporte para ir a Petare, Chacao y Caracas. En una carreta hizo su primer viaje
a Caracas, en compañía de su madre, el afamado músico guatireño Vicente Emilio Sojo.
Formas pavosas de la gastronomía venezolana
Según el genial
caricaturista, humorista, conferencista, muralista Pedro León Zapata, fundador de la cátedra de humor Aquiles Nazoa
de la Universidad Central de Venezuela, todo un acontecimiento cultural en
nuestro país, señala que en la gastronomía criolla se tienen como cosas
pavosas, los huevos duros teñidos de morado, las caraotas con pimentón, la
ensalada de chayota, las arepas de maíz amarillo, los quinchonchos, los rábanos
blancos, el dulce de mamón, los frascos de encurtidos tapados con una tusa,
sacar la carne de la sopa para freírla, utilizar el caldo del hervido del
mediodía para hacer la sopa de la noche, echarle azúcar a la cerveza negra.
Lo pavoso continúa con aquello de comer dulce de
pasta por la mañana, meter majarete en las piñatas, sacar el jugo de las
naranjas y guardar los bagazos para hacer dulce, pelar cambur con cuchillo,
comer esa mezcla de caraotas con funche, llamar comodoro al hielo raspado, tomar
café con leche en el almuerzo y sumamente pavoso si se toma en maracaibo, donde
no le dicen café con leche, sino café de
leche, beber agua de conchas de guásimo, comer guásimo, caujaro, guama,
cariaquito, cundeamor, ciruelas de las que sirven para las parótidas, jobo y
pepa de mamón asada.
Como esta nota esta
bañada de humorismo, género literario que nunca ha sido del agrado de nuestros
gobernantes, les comunicaré que, según
el brillante educador y humanista Efraín Subero, hijo de la población de Pampatar,
Isla de Margarita, donde el Cristo del buen viaje protege a sus habitantes
- el semanario humorístico el morrocoy
azul después de fantoches, es el más
importante periódico del siglo XX. el “Morrocoy
Azul” fue fundado por Miguel Otero Silva, gran amigo de Pedro León Zapata. en
ese vocero ideado por Miguel Otero Silva, colaboraron mentes brillantes como la
del propio Miguel Otero, Andrés Eloy
Blanco, Francisco “Job Pim” Pimentel, Francisco José “Kotepa” Delgado, Gabriel
Bracho “Dominguito” Montiel, Carlos Irazábal, Antonio Arráiz, Isaac J. Pardo,
Aquiles Nazoa, Manolo y Alejandro García Maldonado, Jesús González Cabrera,
Rodolfo Quintero, Luis Pastori, Carlos Fernández, Víctor y Pedro Juliac,
Rodolfo Quintero, Luis Pastori, Horacio Vanegas, Paco Vera, Firmo Pesquera,
Antonio Saavedra, Rafael Guinand y Joaquín González Eiris, la mayoría de los
que escribían para el “Morrocoy Azul”,
firmaban sus trabajos con seudónimos, como el poeta Andrés Eloy Blanco, quien
empleó los de Morrocuá Bleu, Morrocoloco, Cero Tres, Miura Monagas, Francisco
Villaguada.
Los Seudónimos De Miguel Otero Silva
Miguel Otero Silva se
destacó como humorista, periodista, novelista, dramaturgo, poeta, político y
como ciudadano ejemplar. nació el 26 de octubre de 1908 en Barcelona, estado Anzoátegui.
en su juventud formó parte de la llamada Generación del año 1928, integrada por
jóvenes estudiantes universitarios que ese año se lanzan a las calles de Caracas,
aprovechando el carnaval, para protestar contra el gobierno del dictador Juan
Vicente Gómez. la represión no se hizo esperar. grueso número de universitarios
fueron enviados a las cárceles y a cumplir trabajos forzados en las colonias, Araira
y en Palenque, estado Guárico. en más de un movimiento contra Gómez se ve
comprometido Miguel Otero Silva como lo fue,
la toma, en 1929, de la isla de Curazao. entre prisiones, persecuciones
y exilio pasaron muchos años de la vida de este intelectual venezolano.
Miguel Otero Silva
será, al lado de su padre Henrique Otero Vizcarrondo y Antonio Arráiz, fundador
del diario “El Nacional”, el 3 de agosto de 1943 y, como ya hemos señalado más
arriba, de el “Morrocoy Azul”, el cual sale a la luz pública en 1941. Miguel Otero Silva empleó los seudónimos de
Mickey, Morrocuá Descartes, Lúcido
Quelonio, Sherlock Morrow, Morrocoy Sprinter, Miotsi, Aureliano Buendía.
Como escritor nos dejó, en el universo literario obras como “Agua Y Cauce”, “Fiebre”,
“Elegía Coral a Andrés Eloy Blanco”, “La Mar que es el Morir”, “Casas Muertas”,
“Oficina No. 1”, “La Muerte de Honorio”,
“Cuando quiero llorar no lloro”, “Lope de Aguirre”, “Príncipe de la
Libertad”, “La piedra que era Cristo”.
Juan Vicente Gómez, Lector
Cuenta el historiador Carlos
Siso en su obra “Castro y Gómez”, importancia de la hegemonía andina, que en
una oportunidad pasaba el doctor Alejandro Urbaneja, acompañado por el doctor Pedro
Arismendi Lairet por el lugar donde estaba el estudio de fotografía Manrique
situado en la caraqueña esquina de Gradillas a Sociedad, donde se encontraba un
retrato de gran tamaño del General Gómez, en traje civil y con un libro en la
mano. al verlo el Doctor Urbaneja se detuvo y en lenguaje guasón le improvisó
esta estrofa: “/míralo y no te desplomes/ en esa fotografía/ esta Juan Vicente
Gómez/ leyendo filosofía/ y no lo digo por mofa/ porque soy un hombre serio/
que si improviso una estrofa/ no es buscando un ministerio/.
El historiador Carlos
Siso también narra que otra oportunidad
y en relación al mismo retrato, pero colocado en una casa que poseía Gómez en Valencia,
al llegar a la misma el General Cipriano Castro, se encontró que en una de las
salas el General Alcántara y Manuel F. González veían atentamente el mismo
cuadro. al observarlos, el General Castro, intencionalmente les dijo: ¿qué
están ustedes viendo, en ese retrato? allí está Juan Vicente leyendo el libro
primario.
Desde hace muchos años se viene diciendo que el General
Gómez no sabía leer ni escribir. al respecto, en algunas de nuestras lecturas,
nos hemos encontrado con notas donde se revela que de niño asistió a la
escuela, que escribía mal, especie de palotes y leía mal. también se dice que
en su cuarto, en su residencia de Maracay,
mantenía un cuaderno con los nombres de las mujeres, colocados por
él, con las que había tenido relaciones
sexuales y los hijos habidos con ellas. lo que sí dominó fue el campo de los
números, donde demostró habilidades como administrador, lo que quedó demostrado
en las negociaciones que mantuvo con las
casas comerciales de los alemanes, establecidas en San Cristóbal, que les
compraban el café que cosechaba en el fundo La Mulera que había heredado de su
padre. No olvidar que, al emprender la empresa llamada Revolución Restauradora,
el jefe de ese movimiento, Cipriano
Castro, le entrega a Gómez la responsabilidad de administrar los recursos
necesarios para financiar la invasión a Venezuela que se había emprendido desde
Cúcuta, Colombia, responsabilidad que Gómez cumplió con esmero.
Historia Menuda
IX
Dejaron
abandonada la urna del presidente en la calle
El historiador Francisco González Guinán, en su obra sobre historia de Venezuela, nos
narra que, al ser trasladado los restos
del presidente Linares Alcántara al Panteón Nacional, ya cerca de la plaza y
lugar donde colocarían la urna, se presentó una situación confusa, reinó el
pánico, las tropas se desorganizaron, se oyeron disparos de fusiles… la gente
corrió, hubo personas heridas y muertas. En ese momento, así lo va describiendo
el historiador González Guinán, cuando la multitud corría de un lado para otro,
los que llevaban la urna con los restos del presidente Linares Alcántara, la dejaron caer al piso, abandonada en plena
calle. El historiador Vinicio Romero
Martínez, señala en su trabajo “Qué celebramos hoy”, que al
superase el desorden todo volvió a la normalidad y los actos continuaron
como estaban programados. Una leyenda, la cual ha corrido de boca en boca en
Venezuela, dice que el presidente Francisco Linares Alcántara, lo sorprendió la
muerte después de comerse un trozo de lechosa, así se dice, en el sector
Curucutí, en la vieja vía hacía La Guaira, cuando por la misma circulaban
coches halados por caballos. Desde ese momento al sitio se le tuvo como pavoso.
El deceso se produjo en la casa de la Compañía Güipuzcoana, el 30 de noviembre
de 1878, no por haber ingerido una porción de lechosa, sino por un fuerte
ataque de pulmonía. Francisco Linares Alcántara apenas estuvo en la primera
magistratura 18 meses de los dos años que le correspondían. El congreso le
otorgó el año anterior a su fallecimiento, el título de Gran Demócrata, este reconocimiento le fue dado por haberse
desempeñado, el poco tiempo que le tocó gobernar, como respetuoso de las
libertades, por haber concedido amnistía
a los presos políticos y haber permitido el regreso de los exiliados
políticos, expulsados por Antonio Guzmán Blanco.
Francisco Linares
Alcántara era hijo natural del general Francisco de Paula Alcántara, prócer de nuestra independencia y de doña
María del Rosario Linares y había nacido en la villa de Turmero, estado Aragua
el 13 de abril de 1825. Su actuación como militar y político se encuentra
plasmada en la obra Los presidentes de Venezuela del académico Guillermo Morón,
quien al hacer mención de la muerte del presidente no se refiere a lo de la
lechosa, sino que una afección bronquial
le molestaba en el trayecto y al llegar a La Guaira se aloja en la casa de la
aduana, conocida también como de la Compañía Güipuzcoana, donde muere el 30 de
noviembre de 1878. Su cadáver se mantuvo en capilla ardiente en la Casa
Amarilla, luego trasladado a la Catedral y de allí al Panteón Nacional. Este
ilustre venezolano, de ideas democráticas, se casó con la joven Belén Esteves
de 15 años de edad y él de 40 años. De esa unión nacieron, los nombra Vinicio
Romero Ramírez, seis hijos. Al quedar viuda la señora Belén Esteves se une al
doctor Francisco Yépez, con quien tuvo cuatro hijos. El historiador citado, nos
recuerda que el presidente Alcántara tuvo cuatro hijos naturales. Por cierto,
el presidente Alcántara era hijo natural y al ser reconocido por su padre, usó
siempre como primer apellido el de su madre.
Teodoro “Teo” Capriles Y Su Vocación Artistica
En nuestro país la
figura de Teo Capriles es conocida fundamentalmente como ciclista y
nadador. Su afición por el ciclismo
comienza cuando corría el año de 1934, quiso participar en las olimpiadas
mundiales celebradas en Berlín en 1938, lo cual no pudo ser, dado que en
Venezuela no existía comité olímpico. A pesar de ello Teo viajó a Europa para observar lo que allí estaba
sucediendo en el campo deportivo y en especial en el ciclismo. Su nombre se
agiganta cuando participa, en 1938, en los primeros Juegos Deportivos
Bolivarianos de Bogotá y en 1946 en los Centroamericanos y del Caribe,
Barranquilla, Colombia. Fue fundador de la Federación Venezolana de Natación.
El velódromo caraqueño fue bautizado con su nombre. Ahora bien, lo que muchos
venezolanos no conocen es la formación artística que poseía Teo Capriles.
Trataremos de darles en esta nota una breve pincelada sobre esta parte de la
vida de tan ilustre ciudadano.
Teodoro “Teo” Capriles
fue miembro fundador del histórico Orfeón Lamas, creado por el Maestro Vicente
Emilio Sojo el año de 1930. Ese mismo
año hace su aparición la Orquesta
Sinfónica Venezuela, organización también producto de las inquietudes del
Maestro Sojo. Se sabe, de acuerdo a trabajos biográficos sobre Vicente Emilio
Sojo, que cuando nombran a Teo Capriles, señalan que
provenía de un hogar donde la música constituía elemento importante en la
existencia de sus progenitores. Su madre, Angelina Brandis poseía una bella voz
de mezzosoprano y su progenitor Isaac
Mardoqueo, se encargaba de traer discos
desde Europa, hacia donde viajaba con cierta frecuencia en asuntos de negocios,
como lo recuerda Rafael Salazar en nota de presentación del Álbum Teo Capriles
canta a Caracas, Canciones pícaras y
festivas del siglo 19 en Venezuela, donde también narra que ese material
discográfico era escuchado, en la casa de la familia Capriles, por amantes de
todo lo relacionado y todo lo que encerraba la cultura musical, como Salvador
Llamozas, Pedro Elías Gutiérrez, Jesús Santiago Rodríguez, Monseñor Bertolini,
Vicente Emilio Sojo, Luis Roche, Enrique Pérez Dupuy, los hermanos Calcaño, los
Plaza, Edmundo Monsanto, Pedro Ángel González, Armando Reverón, José Antonio
Ramos Sucre. Nombres que con en el correr de los años le dieron brillo a
Venezuela, por todo lo que aportaron en el universo de la cultura.
Teo Capriles transitó
por los caminos de la pintura. Fue alumno del sabio artista plástico Antonio
Edmundo Monsanto, quien orientó a más de una generación de artistas en nuestro
país. Se sabe que llegó a pintar más de 300 obras que él identificó como casas,
casitas e iglesias coloniales. Quien esto escribe llegó a ver a Teo Capriles en
Guatire, frente a la vieja iglesia parroquial, la levantada después de haber
sido derribada la que allí existía por el terremoto del mes de octubre de 1900,
plasmándola en el lienzo, manejando con soltura los pinceles. La música, la
pintura y el deporte constituyeron la
pasión de Teo Capriles, hijo de Caracas, ciudad donde nació el 26 de junio de
1907. Se nos escapaba decirles que Teo
Capriles personificó a Florentino y Antonio Lauro, al Diablo, en la Cantata de
Antonio Estévez, inspirada en el genial poema de Alberto Arvelo Torrealba.
Al revisar el álbum
Teo Capriles canta a Caracas canciones pícaras y festivas del siglo 19 en
Venezuela, compiladas y armonizadas por Vicente Emilio Sojo e ilustrada por
Pedro León Zapata, nos encontramos que
la voz de Teo interpreta
composiciones como “Don Ramón”, bolera de autor desconocido; “Ave María, ¡Que
muchacho!” galerón, se cree que de origen llanero; “Canción de molienda”, tonada de trabajo
recogida por el poeta Rafael Olivares Figueroa, en Tucupido, estado Guárico; “El
palito”, merengue de La llora; “El Simplicio”,
canción de autor desconocido; “La bandera tricolor”, guasa de la post-guerra
legalista, de autor desconocido; “San Juan se va”, tonada negra de
Guatire; “La vieja y la muchacha”,
bolera del cantador popular guatireño Julián Tovar; “La guasa retozona”, guasa
de autor desconocido; “Siete cocineras tengo”, bolera cantada por el
guitarrista y voz popular Demetrio Araujo; “ A la sombra de un cují”, pasaje,
posiblemente de origen guatireño; “La
gallineta”, canción de payaso, atribuida al payaso “El elegante Braulio”; “Salve, romance de Navidad”, se cantaba
antiguamente por las noches en Guatire; “Oligarcas,
¡temblad!”, canción de la Guerra Federal de autor desconocido; “Sancocho e
güesito”, guasa, versión recogida en Guatire por Vicente Emilio Sojo; “No hay en mi huerto flores”, canción,
composición entonada por antiguos trovadores;
“Vaya a bañarse”, merengue, llegó a Guatire gracias a un clarinetista de
Curiepe; “No vayas a misa Elisa”, guasa,
cantada en Guatire; “La cochina”,
joropo, se cree que de origen larense.
A las creaciones ya
nombradas le siguen “Para darle gloria a Guzmán”, canción de payaso, obra del
payaso llamado Merchán; “Niño malcriado”,
joropo, de autor desconocido; “Cántico a la Virgen María”, canción de
catecismo, de E. Moreno; “La valencianita”, canción infantil de origen
hispánico; “Los niños chiquitos”, canción de cuna, recogida por el profesor
Rafael Olivares Figueroa, en San Lázaro, estado Trujillo; “La lora”, guasa de
autor desconocido; “El San Pedro”, canto y baile de Guatire y Guarenas.
De este listado de
canciones, seleccionamos una estrofa de “Ave María ¡Que muchacho!”, “Salve” y “La
cochina”:
Ave María, ¡Que muchacho!
Ave María, que muchacho, que le
encargué una chiva hembra, y me trajo un chivo macho.
Salve
San José tendió la cama con linos de
Alejandría; y le dijo a su casta esposa; ven a dormir, mi María. ¡Salve! Salve
Regina, ¡Salve!
La
cochina
Tu mataste tu cochina, no me diste ni
el rabito; cuando yo mate a la mía, no me vengas con brinquito.
Famosos
cocheros de Caracas
Los cocheros, como los parihueleros, dejaron una importante
huella en esa Caracas que ya se marchó, como muy bien lo señala el cronista
Alfredo Cortina en uno de sus amenos escritos. En gratas pinceladas redactadas
por cronistas, historiadores, periodistas, se nos dice que los pertenecientes
al gremio de los cocheros, con sus vehículos, halados por bien cuidados
caballos, se conseguían estacionados en
el centro de la ciudad, por los alrededores del Capitolio, esquina de Monjas y
también a la salida de los teatros y clubes. A los aurigas, que así se
identifican también a los cocheros, se
les conocía por su forma de vestir. Mostraban sus levitas, chalecos, sombreros
de copa alta, conocidos como pumpás, pantalones negros y camisa blanca. Por
cierto, escribe el cronista Lucas Manzano, guía en la redacción de esta nota,
que el 19 de enero de 1845, se inaugura el primer servicio de coches,
orientados por caballos, entre Caracas y el puerto de La Guaira, empresa ideada
por el señor Manuel Delfino, iniciando esa actividad con ocho diligencias
tiradas por cinco caballo cada una, saliendo, en Caracas de la esquina de La
pedrera, con paradas, para comer algo y para el descanso de las bestias en los
sitios conocidos con los nombres de Curucutí y Guaracarumbo, ruta para transitar carruajes, carretas,
caballos y bestias de cargas, lugares éstos que todavía existen en la carretera
vieja Caracas – La Guaira. El jefe de
los cocheros de la empresa se conocía con el nombre de Botalín. El señor Manuel Delfino también
era propietario de la famosa Posada León de oro, situada entre Bolsa y
Mercaderes, fundada en 1837. Por cierto, la Parada de Curucutí se tenía como
pavosa, dado que allí hizo su última parada el general presidente Francisco
Linares Alcántara, fallecido en La Guaira después de comerse una sabrosa
lechosa en ese popular sitio, demostrándose luego que la muerte se debió a una
pulmonía. El cochero del presidente
Linares Alcántara se le identificaba como Padre Eterno, ello por haber vivido
105 años y fue el encargado de colocarle los apodos o remoquetes a la mayoría
de los postillones caraqueños, como
Sancocho, Mascavidrio, Morcilla, Taparita, Rey del cobre, El elegante,
Rabanito, Tántalo. De este tipo de
bautizo se escaparon Jean Louis
Leroux, cochero de confianza del
presidente Antonio Guzmán Blanco; Felipe, responsable del coche del también
Presidente Joaquín Crespo y otro Felipe, quien llevó, antes de la llegada de
los automóviles, las riendas de los caballos de carruaje Victoria que usaba
Juan Vicente Gómez. El último cochero que se vio circular por las calles de
Caracas se llamaba Isidoro Cabrera, a él
no se le conoció ningún alias. A Cabrera
se le recuerda mucho, gracias a
Billo Frómeta, quien creó una grata composición musical conocida por
todos los venezolanos: “¡Epa, Isidoro!”.
Historia Menuda
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Dos Periódicos Manuscritos
Del Estado Miranda
En Guatire, municipio autónomo Zamora y en Caucagua, municipio autónomo Acevedo, vieron la luz dos voceros manuscritos, ambos ideados por José María Fránquiz Jiménez, escritor, jurista, músico, autor del trabajo “Un pueblo en ruinas”, donde describe la tragedia causada por el terremoto de octubre de 1900, fenómeno que causó graves daños, derribando el templo parroquial, levantado nuevamente en el mismo sitio, por iniciativa del recordado reverendo José María Istúriz y la colaboración de todo un pueblo.
Este sacerdote, muy querido por la familia de Guatire, amigo de la música, donó la herencia que le habían dejado sus padres, la cual, al lado de las contribuciones de las familias, contribuyó, en aquel triste momento, para levantar nuevamente la Casa de Dios. José María Fránquiz Jiménez, quien fuera alumno de Régulo Rico e integrante de la Unión Filarmónica, agrupación musical fundada por el maestro Rico en 1901, editará en Guatire “El homenaje”, quincenario manuscrito, el cual comenzó a circular el año de 1899, hace ya 121 años.
Este destacado mirandino, Fránquiz Jiménez, hijo de Guarenas, en su obra inédita “Recuerdos de periodista”, al hacer referencia al “Homenaje”, escribe lo siguiente:
En 1899 fundé en Guatire un quincenario manuscrito titulado “El homenaje” para que sirviera de órgano a la Junta del Solemne Homenaje al Cristo Redentor, de la cual fui secretario, a la vez que miembro corresponsal del comité de Caracas.
En otra del escrito aparecido en “Recuerdos de periodista”, se dice que uno de los primeros editoriales de “El homenaje” fue adoptado como editorial del diario católico “La religión” en la época cuando la dirección de ese importante periódico, vocero de la iglesia católica venezolana, lo dirigía el Pbro. Monseñor Dr. Juan Bautista Castro. Les dejamos a continuación parte del primer editorial del vocero “El homenaje”, recogido por Fránquiz Jiménez en “Recuerdos de periodista”:
Al aparecer esta humildísima hoja en el campo del periodismo cúmplenos declarar el fin que persigue, los ideales que la inspiran y los moldes a que habrá de ajustarse en el curso de su existencia… Desde luego, podemos decir que aspiramos a ejercer una misión eminentemente civilizadora y que, enamorados del bien lucharemos por el triunfo de la Verdad, porque la Verdad es el Bien Supremo y el que la posee disfruta anticipadamente de una envidiable beatitud.
Para el año de 1904, José María Fránquiz Jiménez continuaba residenciado en Guatire, donde, producto de sus preocupaciones por la difusión del pensamiento había instalado una pequeña imprenta, identificada como “La guatireña” y donde se imprimió su libro “Un pueblo en ruinas”. En esa modesta imprenta se editó el semanario “El esfuerzo”, 1904, el cual llegó a circular por más de un año “y cuyas tendencias, propósitos y luchas con las hostilidades del medio y de las dificultades económicas, pueden vislumbrarse en los artículos editoriales que en esta colección recojo”. Se refiere aquí Fránquiz Jiménez a su trabajo inédito “Recuerdo de periodista”.
Las inquietudes de José María Fránquiz Jiménez no se quedan allí, ya que, al mudarse a la población barloventeña de Caucagua el año de 1906, donde cumple funciones jurídicas, se reúne con un grupo de ciudadanos preocupados por el progreso de su comunidad, proponiéndole fundar un periódico y, algún tiempo después, revela Fránquiz Jiménez, un grupo de entusiastas jóvenes fundaron el semanario “La pluma”, el cual circuló primero manuscrito y después impreso.
Recordados Programas De Radio
Quien esto escribe, recuerda que en mi hogar, primero en Araira, antigua Colonia Bolívar y en Guatire, las programaciones radiofónicas que mi madre sintonizaba para ser escuchadas por familiares y amigos que se daban cita a la casa para deleitarse con todo lo que se trasmitía. El aparato, el radio, como se decía antes, estaba colocado en una repisa, a la que solo alcanzaban mi padre, mi madre y la abuela, quienes tenían la misión de ubicar la emisora que trasmitía los programas a escuchar, entre ellos “El misterio de las tres torres”, “La familia Buche y Pluma”, “El derecho de nacer”, “El galerón premiado”, “La bodega de la esquina”, “El bachiller y Bartolo”, “Tamakún, el vengador errante”, “El tío Nicolás” y los radioteatros, donde se trasmitían obras de conocidos escritores. En “La familia Buche y Pluma”, con libreto de Carlos Fernández , actuaban Ana Teresa y Josefina Guinand, León Bravo, entre otros actores y actrices; “El galerón premiado” estaba a cargo de Rafael Guinand, quien, con dominio del humorismo, género que él conocía en profundidad, se refería a los problemas que golpeaban a la sociedad venezolana; “Pancho tiznado”, con Félix Cardona Moreno; “El Bachiller y Bartolo”, lo personificaban dos grandes actores de la comicidad caraqueña, Abel Barrios y Amador Bendayán; “Tamakún, el vengador errante”, lo caracterizaba Armando Palacios. En los inicios de la radiodifusión, las emisoras poseían sus respectivas orquestas, dirigidas por conocidos maestros de aquilatados méritos en su campo como Carlos Bonnet, Vicente Martucci, Luis Alfonzo Larraín, Adolfo Bracale, Simón Álvarez, Ángel Sauce y Geber Hernández. Evencio Castellanos, daba a conocer los dominios que poseía sobre el piano y Antonio Lauro, dirigía un conjunto criollo.
“Tío Nicolás” era Rafael Rivero Oramas, pionero de la radiodifusión criolla, hijo de la población mirandina de Tácata, lugar donde nació en 1904. En los cuentos de “Tío Nicolás” los personajes centrales eran los animales del bosque, siendo los más populares Tío tigre y Tío Conejo. Esas sabrosas y amenas narraciones las comenzó Rafael Rivero Oramas en los años 30 y las mantuvo hasta 1962. Para los niños de mi época, ya ha corrido mucha agua por debajo de los puentes, nos fue muy familiar, para iniciar sus cuentos, cuando la voz de Tío Nicolás nos decía: “Mis queridos pitoquitos, ahora les voy a contar un cuento de Tío tigre y Tío conejo” Estas creaciones de Rafael Rivero Oramas, cuando no la oíamos a través de la radio, entonces las buscábamos en la escuela en la revista Tricolor, por él fundada, donde, al lado de los cuentos nos enterábamos de otros asuntos relacionados con tradiciones, costumbres, historia, leyendas, biografías, todo relacionado con nuestro país.
Don Alfredo Cortina en su documentada obra “Contribución a la historia de la radio en Venezuela”, nos ofrece una interesante semblanza sobre Rafael Rivero Oramas y su mágico personaje Tío Nicolás. Allí dice:
Su genio en la inventiva lo llevó a crear el famoso personaje de El Tío Nicolás, quien captó el cariño de todos los niños porque les llevaba distracción y alegría, haciéndolos viajar por ese mundo imaginativo del cuento… Imitaba a un hombre muy viejo que contaba cuentos y aventuras extraordinarias, creadas por su fantasía, donde figuraban Tío tigre, Tío conejo, Tío zamuro y muchos otros como la bruja Cumbamba. Puso a los niños el nombre de pitoquitos…
Rafael Rivero Oramas ideo, también para los niños la revista “Onza, Tigre y León”, recibiendo reconocimientos dentro y fuera del país.
No Soy Cochero De Carro Fúnebre
En una oportunidad Rómulo Betancourt al referirse al el por qué no usaba el pumpa, sombrero alto de copa, manifestó que él no era cochero de carro fúnebre. Los conductores de los carruajes fúnebres, los halados por caballos, se distinguían por llevar ese tipo de sombrero cuando conducían el vehículo hacia el cementerio. No era amigo de la levita, prenda que llegó a describirla como una especie de enjalma. En una oportunidad que se encontró con Justo “Pico” Tovar, una de las figuras más representativas de la Parranda de San Pedro de Guatire, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, le dijo, ya cercano el día 29 de junio, le preguntó a “Pico”que si se iba a poner la enjalma para ir a zapatear y a cantar en honor a San Pedro. En otra ocasión se le escuchó decir a Rómulo que él era uno de los últimos sombreristas o sombrerúos de Venezuela. En más de una ocasión se le vio usar sombrero de cogollo, al cual llamaba “sombrero a la pedrada”.
A los que habían tomado camino de la montaña, a los guerrilleros, les montó lo de los coléricos de la zurda, señalando de paso que una guerrilla sin campesinos era como un arroz con pollo sin pollo Era alérgico a las recepciones diplomáticas, a las que calificaba de hojalatería y así rechazar condecoraciones.
Rómulo, según notas de sus biógrafos jugo pelota sabanera y futbol. Este último deporte con sus compañeros del Liceo Caracas, dirigido por Rómulo Gallegos y donde estudiaron la mayoría de los jóvenes que formaron la llamada generación de 1928. De acuerdo con declaraciones de Yanesito, quien fuera dueño del equipo Venezuela en el beisbol profesional, Rómulo era “royero”, simpatizante del equipo Royal Criollos y del Caracas. En Guatire algunos de sus amigos decían que mantenía simpatía por la novena Pacairigua y admirador de Vidal López, conocido como El muchachote de Barlovento y Gandola a quien, según el mismo Yanesito, abrazó en forma entusiasta en el estadio Cervecería de San Agustín, siendo presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno a partir del 18 de octubre de 1945, a raíz del derrocamiento del general Isaías Medina Angarita.
Siguiendo con esas expresiones muy características de Betancourt, según él, Miraflores no era más sino un cascarón crespero, ello porque esa casona había sido edificada por el general Joaquín Crespo para habitarla con su esposa Doña Jacinta Parejo de Crespo y luego alquilada por Cipriano Castro para despachar desde allí cuando abandonó la Casa Amarilla a raíz del terremoto de octubre de 1900. Sobre este asunto se sabe que la misia Jacinta, reclamó, después que Cipriano Castro abandonó el poder, por golpe de estado de su compadre Juan Vicente Gómez, el pago de varios meses de alquiler
Muchos comentarios se han formulado en relación a discusiones, muchas de ellas muy fuerte, dentro y fuera de su partido Acción Democrática, contra los zancadilleros, tracaleros y adulantes. Rómulo se enfurecía tanto que se dice que llegó inclusive a romper más de una de sus pipas, al batirlas contra el escritorio, esta acción trascendió al pueblo el cual la bautizó como El pipazo y cosa parecida sucedió con su característica risa conocida como romulera.
La pipa, tenía una excelente colección de las mismas, creo haber leído en alguna parte que hasta de las llamadas pipas de maíz figuraban en su colección, la mantenía siempre repleta de picadura y constituía, como señalan algunos de sus biógrafos, elemento en su identificación. El propio Rómulo decía que escogía sus pipas de acuerdo a su estado de ánimo. Cuando estaba de buen humor tomaba una que él había bautizado “pizpireta”, palabra muy poco usada en nuestros días, se tiene como dama muy bien vestida. Cuando tocaba el tema de las pipas nadie lo paraba. Conocía las mejores, el precio de cada una de ellas. Rómulo nunca abandono sus pipas, estaba muy orgulloso de ellas y hasta de consigna electoral sirvieron, como lo de: Pipas, sí; chivas, no, aludiendo al régimen dictatorial de Fidel Castro. Rómulo se caracterizó por llevar siempre dos pipas en el bolsillo.
El eminente filólogo Ángel Rosenblat, fundador del Instituto de Estudios Filológico Andrés Bello de la Universidad Central de Venezuela, educador de dilatada trayectoria y autor de obras claves en el universo intelectual venezolano, entre ellas “Buenas y malas palabras”, se encuentra una nota, referida a “El vocabulario de Rómulo Betancourt”, explicando el significado de multisápida, obsoleto, sicofante, parafernalia, hampoducto, entre otras palabras del léxico característico de Betancourt en sus discursos y escritos. Se nos escapaba, Rómulo identificó a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, como guarachera, porque los integrantes de ese régimen vivían de francachela en francachela, es decir, de sarao en sarao.
Humildad,
modestia y nobleza son cualidades de la naturaleza humana suficientes para que
una persona pase inadvertida en cualquier lugar, pero es casi imposible ignorar
la presencia de Jesús María Sánchez, poseedor de tales dones, por muy
concurrido y amplio que sea el espacio en el cual se encuentre. Su estatura,
física y espiritual, su voz, grave y portentosa, su sonrisa franca y seductora,
su andar elegante y su carácter abierto y amigable, tiene un efecto centrípeto
sobre quienes le rodean. Jesús María Sánchez nació en Vega Redonda, Araira, un
14 de septiembre de 1938. Guiado por su madre, Clemencia Sánchez, conoció
personajes, historias, cuentos, costumbres y tradiciones de Guatire y Araira,
que le llevaron posteriormente a investigar y documentar buena parte de la
historia aldeana a través de diversos artículos de prensa, programas radiales y
libros, que lo convirtieron en un ilustre guardián de nuestro gentilicio y sus
tradiciones autóctonas, defensor de nuestra identidad cultural y reconstructor
de nuestra historia. Formado en dos connotadas instituciones educativas del
Guatire de mediados del siglo XX: el Grupo Escolar Elías Calixto Pompa y el
Liceo Dr. Ramón Alfonso Blanco, desde muy joven se unió al movimiento cultural
guatireño y junto con Guido Acuña y César Gil fundó la Casa de la Cultura del
Estado Miranda, luego renombrada Casa de la Cultura Antonio Machado. Por
entonces comenzó su prolífica e incansable labor de cronista aldeano y a falta
de medios donde publicarlos fundó los propios como “El Tambor y Pamiragua”,
hasta que surgieron semanarios como “La Voz” y “Rutas Mirandinas” que acogieron
con entusiasmo sus escritos sobre la cotidianidad histórica de Guatire,
Guarenas y Araira. También para esa época de principios de los años sesenta
incursiona en la Radio con un programa de corte cultural que por arte de su
manifiesta credibilidad, sus entretenidos guiones y su mágica voz se convirtió
en todo un éxito a través de Radio Industrial; lo llamó “Festival, una
verdadera fiesta dominical de conocimientos”. Años más tarde repetiría la
experiencia y el éxito a través de Caliente Stereo con el programa “Por los
caminos abiertos”. A Jesús María Sánchez se le
reconoce como el historiador que rescató para la comunidad guatireña el Decreto
que honró a nuestro pueblo con el merecido título de Villa Heroica, por
atreverse a dar el primer grito de Federación más allá de las fronteras de
Coro. Por el contrario no se le acredita mérito alguno por ser el cronista que
rescató para la historia cultural del país la densa obra de Elías Calixto
Pompa, excelso poeta nacido en la hacienda El Palmar en 1836, relegado al
olvido hasta que con el tesón, paciencia y determinación atribuibles sólo a un
paisano interesado en resaltar los valores de su patria chica, pudo Jesús María,
luego de un arduo trabajo de investigación en la Hemeroteca Nacional, encontrar
en viejos periódicos publicados entre 1862 y 1887, los poemas de K-Listo, como
era conocido el poeta. Así, publicaciones como “El Federalista”, “El Porvenir”,
“Diario de Avisos”, “El Siglo”, “Registro Literario”, “El Fonógrafo”, y “El
Independiente”, impregnaron sus manos de polvo, su olfato de olor acre, y su
mente de maravillosos sonetos que legó posteriormente a la comunidad zamorana
en particular y al país entero en general. Publicó a través de la Casa de la
Cultura del Estado Miranda las siguientes obras: “Apuntes sobre Guatire”, (1965);
“Versos de K-Listo”, (1966); “Poemas y otros trabajos de Elías Calixto Pompa”, (1966)
y “Documentos sobre la Colonia Bolívar”, (1968). De memoria prodigiosa, luego
de jubilado de sus tareas docentes, Jesús María se convirtió en una especie de
profesor ambulante que en cada festividad de la Santa Cruz, de la Parranda de
San Pedro o de Villa Heroica es detenido en la calle para dictar clases
magistrales sobre Guatire y Araira, sus tradiciones y sus personajes. El trata
de camuflarse vestido como un sanpedreño cualquiera, con betún, levita y pumpá,
de sanjuanero común y corriente con franela, pañuelo al cuello y sombrero de
cogollo, o como ciudadano de a pié un 20 de septiembre con fresca guayabera
pero ¡qué va!, no puede esconderse de quienes se convierten en alumnos fuera
del aula por varios minutos. Jesús María Sánchez ocupa, sin duda alguna, un
distinguido lugar en el Olimpo de los grandes ciudadanos nacidos en estos
lares. Citado por: Palacios, A.
(2018). Semblanza de Jesús María Sánchez. Personajes. [Documento
en línea]. Disponible: https://guatire.com/semblanza-de-jesus-maria-sanchez/